¡QUE SE DISCUTA!
El programa de Izquierda Unida
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Está circulando entre los partidos de izquierda, la mesa de redacción de los diarios y con seguridad por otros lugares menos santos, un texto cuya primera parte se titula “Declaración de Izquierda Unida” y su parte segunda “Bases Programáticas”. El documento fue elaborado por el PC (o el Fral) con el Mas, pero no lleva la firma de ninguna organización al pie. No se sabe entonces si se trata de una versión definitiva o sujeta aun a modificaciones. La versión que está dando vueltas tiene agregados efectuados a mano y enmiendas añadidas al final, lo que avalaría la suposición de que su elaboración no estaría completamente terminada o de que no ha sido todavía rubricada oficialmente. A las divergencias que aun podrían subsistir se añade el hecho de que los partidos involucrados están discutiendo el “Reglamento electoral” de la “interna abierta”, de cuya sanción depende que mantengan los acuerdos sobre el “programa”. Se ha creado así la muy singular situación, nada extraña dentro de este sector de la izquierda, de que la vigencia política del programa se encuentre condicionada al método que se convenga para repartir las candidaturas paralas elecciones de mayo de 1989.
De la discusión y elaboración de este programaba sido excluido el Partido Obrero (así como otras organizaciones de izquierda), a pesar de que el PO es el partido que más títulos ha acumulado para participar de cualquier debate al respecto. No debe olvidarse que ya en 1983, cuando el PC llamaba a votar a Luder y el Mas se oponía a cualquier clase de frente luego de haber pretendido entrar a la Multipartidaria y de haber planteado la formación de un Partido Socialista con Estévez Boero, Adolfo Bravo y Polino; ya entonces el Partido Obrero planteaba la formación de un Frente de Izquierda. Algo similar ocurrió en 1985: cuando el Mas y el PC ya habían declarado su incapacidad para formar el frente, el PO lanzó una campaña nacional masiva (con un acto final en el Luna Park) que condujo al frente con el Mas y, de rebote, a la reacción desesperada del PC que logró ponerse de acuerdo con los primeros, apenas en un par de horas, para formar un frente sin futuro (el Frepu), de cuya gestación se excluyó, al igual que ahora, al Partido Obrero. Un título mayor, si cabe, lo constituye el hecho de que nuestro partido fue el único que sometió a una crítica precisa a los programas de la izquierda, sea el FP o el PI, el XVI Congreso del PC, luego el Fral, y más tarde el 38 congreso del Mas. A pesar de que esa crítica fue oficial y públicamente reclamada por el propio Frepu en diciembre de 1986, nunca fue considerada o respondida. En esa crítica el PO desmenuza la posición del FP sobre el golpismo y pronostica virtualmente la firma del “acta democrática” con Alsogaray y el embajador norteamericano, en Semana Santa. Es decir que tuvo el mérito, que se constata raramente, de señalar una orientación precisa y anticipada ante acontecimientos de naturaleza crucial. Como el tábano de Sócrates el PO fue la única corriente política que aguijoneó la conciencia inquieta de los trabajadores y el intelecto complaciente de la izquierda. En este año 1988 hicimos una campaña despiadada contra el frente dirigido por Molinas, cuyo desmoronamiento es lo que permite que el PC y el Mas puedan hablar hoy de Izquierda Unida.
Se desprende de todo esto la obligada conclusión de que el PC (y el Fral) y el Mas han obrado de este modo antidemocrático porque los une un acuerdo de principios, el cual, ya por sus métodos, conspira contra la solidez y la perspectiva de un Frente de Izquierda. No se nos escapa en absoluto que los dirigentes de estos partidos dirán que han obrado de esa manera por ser los partidos “más representativos” de la izquierda, es decir, los que más votos sacaron en las últimas elecciones. ¡Pero este enfoque electorero es de por sí una redonda declaración de principios!
Ningún trabajador está forzado, por supuesto, a aceptar la política de los hechos consumados. Es necesario intervenir para que el programa de Izquierda Unida sea discutido sin ninguna clase de exclusiones y naturalmente con el pleno derecho a introducir modificaciones. Al Partido Obrero no lo guía solamente el deber de delimitarse de los planteos de las otras organizaciones de la izquierda, sino también el interés explícito de contribuir al mejoramiento del programa frentista. Un programa puede llegar a moldear la perspectiva política de toda una generación. Cuando uno tiene presente la experiencia de la izquierda peronista de la década del 70 o la de la Unidad Popular de Chile, percibe hasta qué punto la simiente de la derrota ya estaba establecida en sus respectivos programas. Un programa frentista no suplanta, ni podría hacerlo, al programa partidario, pero debe constituir un arma común de lucha contra los explotadores. El Partido Obrero actúa cotidianamente en conformidad con su estrategia de revolución proletaria y defenderá el programa frentista contra los ataques de la burguesía. Esta es la única actitud honesta, clara y revolucionaria que cabe.
Por la claridad de los objetivos políticos
El proceso político argentino, y no solo argentino sino mundial, se caracteriza por la tentativa del imperialismo y de la burguesía de cada país de integrar al proletariado a su Estado a través de los regímenes democratizantes. Esta política constituye, sin duda alguna, un recurso último del imperialismo ante el desmoronamiento de las dictaduras militares, el fracaso de sus guerras contrarrevolucionarias y, de un modo general, la crisis de conjunto del capitalismo mundial. Aun en la mayoría de los Estados obreros ha surgido la moda del “pluralismo” como un medio de desviar a las masas del camino de la revolución y de la implantación de una verdadera dictadura del proletariado. Los gobiernos imperialistas no han vacilado en saludar y en apoyar estas tentativas democratizantes en los países que hasta hace poco calificaban como el “imperio del mal”. En lo que se refiere a América Latina, el secretario de Estado norteamericano, George Schultz, acaba de hacer una declaración política fundamental llamando a “una nueva clase de diplomacia” ... una diplomacia de solidaridad democrática”. Dio como ejemplo de ella la “suspensión de Panamá” por parte del “grupo de los 8” y “la presión a Nicaragua para que cumpla sus promesas democráticas” (La Nación, 12/10/88). El plebiscito de Pinochet y los acuerdos que se están gestando entre el conjunto de la oposición chilena con la dictadura sangrienta, son el último ejemplo de la política imperialista democratizante, que en el caso de Chile llevó a una inusitada movilización de la mayoría de los estados capitalistas de todo el mundo en apoyo del plebiscito pinochetiano.
La izquierda argentina, y no solamente ella sino el conjunto de la izquierda mundial, no ha sabido delimitarse de esta política de integración de los explotados al régimen político del capitalismo. Se ha formulado más de una vez la pretensión de conquistar la ‘justicia social” a través de la “democracia”, es decir del Estado burgués y del capitalismo. La democracia, sin embargo, no existe como fenómeno político “puro” ni tampoco tiene un “valor universal”; encubre la dictadura de clase de la burguesía. La izquierda debe, naturalmente, desenmascarar la naturaleza de la democracia y sacar de ello la consecuencia de que es necesario destruir el Estado burgués y edificar sobre las ruinas de éste un régimen político de los explotados. A la “nueva diplomacia” que reclama Reagan debe oponer una política internacional de derrocamiento de los explotadores.
En la “Declaración de Izquierda Unida” se percibe con nitidez la completa crisis en que han entrado las posiciones de la izquierda democratizantes. Allí donde la declaración política del Frepu “propugna (ba) la conquista de una auténtica democracia con justicia social”, IU plantea el objetivo de una democracia auténtica, que termine con la explotación de los trabajadores y la injusticia social”. También afirma que su programa “solo podrá aplicarlo consecuente-mente un gobierno de los que nunca gobernaron en nuestro país, los de abajo, los trabajadores y los sectores populares interesados en lograr la liberación nacional y social”. Esto ni siquiera afloraba en el programa del Frepu.
Está claro, sin embargo, que ni la más “auténtica” de las democracias terminará con la explotación capitalista, y que un “gobierno de trabajadores” que se vea obligado a circunscribirse a los marcos de esa democracia (con sus fuerzas armadas, su burocracia, su justicia, su parlamento negatorio de la soberanía popular), será estrangulado por estas propias limitaciones políticas. Izquierda Unida presenta disimuladas las posiciones democratizantes del FP, y lo que en éstas eran contundentes afirmaciones es reemplazado por giros indirectos. Algunos saludarán estos cambios como un avance; lo correcto es señalar, sin embargo, sus limitaciones, para superarlas. No es la democracia sino la revolución la que acabará con la explotación — que será cuando habrá de florecer sin cortapisas el régimen de la libertad.
La filiación democratizante del planteo de IU queda muy clara cuando en su “Programa” plantea la “plena vigencia y ampliación de las libertades democráticas consagradas en la Constitución nacional”, y cita expresamente “la libertad de prensa”, “de reunión”, de “inviolabilidad del domicilio y la correspondencia” y hasta la libertad “a la vida”. Pero bajo el capitalismo la libertad de prensa siempre será el monopolio de una minoría de propietarios, la de reunión dependerá de la arbitrariedad de la policía y de la justicia, la inviolabilidad de los domicilios y de la correspondencia de la buena voluntad de los servicios de informaciones y sus medios “electrónicos”. Todos estos planteos son pura chapucería. Solo un régimen político de los explotados puede hacerlos realidad. La Constitución Nacional, al organizar el régimen social y político del país sobre la base de la propiedad privada y de la supremacía política de los explotadores, está opuesta por el vértice a la libertad y a la soberanía popular. ¡Reclamar el derecho o libertad “a la vida”, nada menos que al capitalismo, a un régimen de explotación, represión y guerras, es un completo desvarío! Precisamente la democracia burguesa podría, en condiciones excepcionales de presión popular, conceder hasta el oro y el moro en materia de derechos formales, pero es simplemente incapaz de hacerlo en materia sustancia], en materia de una vida y humanidad superiores. La vida y la explotación son históricamente antagónicos, por eso el socialismo fue señalado como el verdadero comienzo de la historia del hombre.
Cuestión electoral
La “Declaración de IU” tiene, en conformidad con sus limitaciones democratizantes, un acusado carácter electoralista. Es así que llama “a los que luchan...para que el día de la elección no se frustren nuevamente votando a los políticos de este sistema”. Pero no solo, ni principalmente,” el día de la elección” los hombres del sistema “frustran” a las masas. ¡Lo hacen por sobre todo traicionando las huelgas, como Garcetti y Mary Sánchez, dándole así al sistema la oportunidad de armar su “salida electoral”! Por otra parte, no solamente votar a Angeloz o a Menem conduciría a una “frustración” popular, también lo constituiría la creencia de que podría haber soluciones en el marco electoral o parlamentario. La “Declaración” se procura corregir en este aspecto con la aseveración de que votando a IU se "(crearía) una nueva alternativa política-para proseguir la lucha, porque ése es el único camino para conquistar una nueva sociedad”. Pensamos que esta afirmación, que impresiona como consecuente, no es sino una expresión confusa de electoralismo. Es que “una nueva sociedad” no se alcanza simplemente con “la lucha” sino con una lucha orientada a la destrucción del Estado burgués y la superación del capitalismo. Si no se dice esto, todo lo que nos ofrece la tesis de IU es una calesita que empieza con el reclamo de un apoyo electoral para potenciar la lucha, la cual a su vez reforzaría las posibilidades electorales subsiguientes, y luego de nuevo la lucha— girando en un círculo en tomo al Estado capitalista del cual no se sale más, salvo por una iniciativa golpista de la reacción. El radicalismo verbal que caracteriza al documento de IU con relación al del Frepu solamente disimula los planteamientos comunes de uno y otro.
El documento de IU acusa a “las multinacionales y a la burguesía monopolista” por el “hambre, la miseria, la desocupación y la entrega del patrimonio nacional”, y esto suena a una verdad completa. Hay que decir, sin embargo, que lo realizan, no ellos directamente, sino por medio de los políticos democratizantes pequeños burgueses, como Alfonsín, Cañero o Menem, Nosiglia o Guillan, Rodríguez y hasta De Gennaro — toda vez que la “entrega del patrimonio nacional” se verifica en los contratos de tecnología y licencias con las multinacionales, por parte de las empresas del Estado. Es decir que se ejecuta por medio del régimen constitucional y del “proceso democrático”. De lo contrario parecería que estamos aún bajo Videla, cuando las “multinacionales” actuaban sin la mediación de los políticos pequeño-burgueses. ¡También aquí, y especialmente aquí, hay que saber distinguir entre “dictadura” y “democracia”!
“Los políticos del sistema, dice IU... son los responsables de la crisis.” No les da para tanto; el responsable de la crisis es el capitalismo, y no el “capitalismo dependiente”, como dice el texto, sino simplemente el capitalismo. La deuda externa, que es una brutal manifestación de la dependencia, es una aún más brutal expresión de la crisis de conjunto del capitalismo mundial. Por eso la lucha por la liberación nacional debe ser una lucha internacional. “Los políticos del sistema” son los encargados de la ofensiva política concierte del capital para descargar la crisis capitalista sobre los explotados. Es dentro de todo este cuadro de conjunto que cobra su verdadero significado las acertadas afirmaciones de la “Declaración” con relación a que “Alfonsín administra el país para el FMI, el imperialismo y los capitanes de la industria” o de que Menem se apoya en “los capitanes de la industria y los banqueros del FMI”, o de que “la cúpula de los partidos y candidatos del sistema (es decir que también los Abdala y otros candidatos de la “izquierda” peronista) ... ofrecen… hacer más rica a la Argentina de los ricos y agravar las penurias y sufrimientos de la Argentina de los pobres, restringiendo la democracia y aumentando la represión”. Pero estas no pueden ser frases de efecto de una política que se mantiene en el campo democratizante, sino que deben ser las vigorosas razones para explicar las limitaciones insalvables del proceso democratizante para la independencia nacional y para los explotados.
No es que “Alfonsín (haya) renegado de sus promesas” o de que las “promesas electorales no se cumplen”, como dice IU. Los políticos patronales nunca las podrían cumplir por sus compromisos de clase. Las “promesas” son la salida hipócrita con que el régimen democratizante, sus partidos y sus dirigentes procuran hacer frente a la contradicción entre su necesidad de recurrir al voto popular y las limitaciones históricas del capitalismo en decadencia. Nosotros, la izquierda, no somos simplemente políticos honestos frente a la corrupción y al engaño; somos los representantes políticos de la clase obrera, el proletariado y los explotados. Debemos denunciar la hipocresía inevitable de los “políticos del sistema? no el “incumplimiento “de sus promesas electorales”.
Al atacar a Alsogaray, la Declaración lo acusa de “apoya(r) a Pinochet”. Pero una vez que se ha dicho esto, suena a encubrimiento la ninguna denuncia a los verdaderos pinochetistas de la Argentina, el radicalismo y el justicialismo. Estos tienen conformada una “mesa de consenso”, que integran Caputo y Bordón, la cual se ha caracterizado, precisamente, por actuar en común acuerdo con Reagan para hacer viable el plebiscito pinochetista. Alfonsín se jactó el año pasado, ante las acusaciones por su supuesta ayuda a Nicaragua, del papel que estaba jugando para evitar un “desborde” en Chile. Caputo llegó a un arreglo con Pinochet para qué éste lo vote a la presidencia de la Asamblea de la ONU. Alfonsín ha encarcelado a militantes chilenos con la complacencia del parlamento. Las piezas claves del operativo contrarrevolucionario democratizante en
Chile no es Alsogaray, sino Alfonsín y Menem. La denuncia de este operativo esclarecería contundentemente la posición de la IU sobre los procesos democratizantes, y con referencia al decisivo proceso chileno. Menem, al igual que Reagan, felicitó tanto al Comando del NO como al del SI. El anterior gobierno peronista colaboró en el derrocamiento de Allende, el próximo lo hará para garantizar el continuismo político y estatal de los golpistas del ’73. ¿No debería Izquierda Unida cambiar el ángulo de análisis de la cuestión chilena, para no terminar emparentándose como hermana gemela de la Izquierda Unida trasandina?
Golpismo, Constituyente, FMI
La crítica a los planteamientos democratizantes cobra una importancia especial en torno a la lucha contra un golpe militar. IU dice al respecto lo mismo que el FP: "Contra todo intento golpista. Por la movilización popular para impedirlo”. Es evidente que ni el PC ni el Mas aprendieron nada de “Semana Santa”, cuando la realidad demostró que el imperialismo no es hoy golpista sino democratizante, y que por lo tanto no hay que entrar en el juego distraccionista del golpe, y que la movilización popular necesita de una dirección política independiente para no caer en las “frustraciones” que a IU solo le preocupan en ocasión del “día de las elecciones”. Existe un verdadero empecinamiento en no querer entender, y esto en un país que tiene todo un “pédigrée” golpista, que es en ocasiones de golpe y crisis militar cuando menos hay que someterse a los límites democráticos, porque todo auténtico aplastamiento de un golpe se realiza por medios extraconstitucionales, que incluso el gobierno burgués víctima del golpe procura que no sean adoptados por las masas. Una vigorosa movilización anti- golpista de los explotados plantea la inminencia de una situación revolucionaria, esto porque las armas o quedan en manos del ejército o pasan al pueblo. Un programa antigolpista debe plantear la insubordinación de los soldados y el armamento de los trabajadores. Estar contra “todo” golpe por igual es una muestra de cretinismo constitucional, toda vez que la forma de oponerse a un golpe del tipo del peruano de 1968, o del boliviano del 51-52 y también del 68, que tenían características nacionalizantes, no es la misma que ante golpes como el de Videla o Pinochet, o Rico. En Semana Santa todos los democratizantes capitularon ante los “carapintadas”, bajo la batuta del imperialismo, y sin embargo la “Declaración de IU” sigue planteando lo mismo que el FP y habla de la “movilización de Semana Santa” corno si hubiera que repetir, y no superar, esa experiencia de frustración.
Sorprendentemente, el “Programa” plantea “una Asamblea Constituyente libre y soberana”, sin fundamentar el reclamo ni fijarle sus objetivos. Esto lleva a la conclusión de que IU pretendería realizar su programa reivindicativo por medio de un parlamento. Lo que no se entiende en este caso es por qué un parlamento “constitucional” tendría más capacidad para lograr la “emancipación nacional y social” que el parlamento corriente que vemos funcionar algunos días de la semana Luego de haber declarado la posibilidad de “ampliar las Libertades de la Constitución” hasta garantizar incluso el derecho “a la vida”, la IU está proponiendo la revisión de esta Constitución. La “lucha” que se repite cada tres por cuatro en el documento del Fral-Mas concluye siempre en la lucha... parlamentaria.
Lo que hace particularmente negativo a este planteo es que la burguesía argentina tiene en marcha la iniciativa de una reforma constitucional de características reaccionarias, que IU no denuncia, y que, con este planteo, si no llega a avalaría, la vehiculiza. Son varias las constituciones provinciales que han sufrido ya una reforma regresiva. Se pretende establecer un sistema de estado de sitio múltiple, restringir la ley electoral, crear un consejo patronal-estatal-sindical y hasta reforzar la presencia del ejecutivo en el parlamento mediante la figura del primer ministro y la aprobación de las leyes por vencimiento del plazo para su tratamiento. Es necesario denunciar ferozmente este intento reaccionario y no coquetear con la demagogia reformista de la Constitución, que eso significa, ahora, la asamblea constituyente.
El “Programa” denuncia “el actual proceso de ‘desmalvinizáción’ ”, sumándose así sin ninguna critica a la demagogia nacionalista de los “carapintada” y de todo un sector de la derecha peronista, que encubre así su reclamo de fortalecimiento del ejército y de los que llama los “sectores nacionales”, entre los que ponen a la iglesia. Una y otra son dos caras de la política de los explotadores y ambas buscan recomponer relaciones con el Pentágono. La izquierda no tiene necesidad de hacer demagogia sobre Malvinas para insuflar la conciencia revolucionaria de las masas que liberará a la nación. Contra “desmalvinizadores” y “malvinizadores”, opongamos la unidad revolucionaria de los explotados de América Latina para acabar con la opresión nacional en su conjunto.
La “Declaración” plantea la “integración latinoamericana con los países que rompan con el imperialismo (y) una política exterior inde-pendiente”. Si tenemos en cuenta que el PC y el Mas apoyaron a Siles Suazo, Alan García y Sarney, por lo que ellos entendían que era una “ruptura” con el imperialismo, nos damos cuenta qué clase de “integración” se desprende de la declaración. En oposición a las burguesías impotentes es necesaria la “integración” de los explotados, es decir la unidad socialista de América Latina. Asimismo, esto no se logrará con una política entre gobiernos, es decir con una “política exterior”. Ello se logrará con una política hacia los pueblos, es decir, no diplomática, sino revolucionaria.
Ni el programa del FP ni el del Fral planteaban, aunque no se crea, la ruptura con el FMI. La IU tampoco. Ahora habla, sí, del FMI, pero solo para que se “rompan los pactos” con él. Es lo que hacen intermitentemente los Sarney, Alan Garría o Grinspun. Repetimos lo que ya dijimos en otra oportunidad: se colocan detrás de Perón, que en 1945 se negó a entrar al FMI. Hay que llamar' a romper con el FMI, y esto a todos los pueblos de América Latina y del mundo. El FMI, el Banco Mundial, las Naciones Unidas, forman parte de un complejo mecanismo de dominación mundial armado después de la segunda guerra. Todo lo que contribuya a hacer saltar ese orden mundial es progresivo. Hay que dejarse de joder compañeros: por tercera vez consecutiva la izquierda democratizante no es capaz de plantear la ruptura con el Fondo.
Control Obrero
El “Programa” no plantea una cuestión central: el control obrero, y sin embargo pretende, sin él, “controlar los precios”, “impedirla evasión impositiva” y hasta “un plan económico alter-nativo que beneficie a los trabajadores y al pueblo y sea elaborado por las organizaciones del movimiento obrero y popular”. Cualquiera puede elaborar cualquier cosa, y ya Ubaldini “elaboró" 26 puntos que hicieron las delicias de los democratizantes en la misma medida en que ese programa no servía para nada y era propatronal. El asunto es ejecutar ese plan, lo cual es imposible sin un control obrero colectivo de la producción, que prepare a los obreros para la gestión económica ante el inevitable sabotaje de la burguesía, y que permita poner en pie un sistema de control y gestión obrera colectiva a nivel nacional a través de un congreso económico de los comités de fábrica encargados del control. Se reclama “igual salario para igual trabajo” para los jóvenes y la mujer, pero esto no puede funcionar si no hay poder de veto de los comités de fábrica sobre las decisiones de las empresas, que empezarán a despedir a jóvenes y mujeres. Se reclama un “seguro de desempleo garantizado por el Estado” y no el “reparto de las horas de trabajo disponibles entre tedios los trabajadores”. Se niega así la exigencia del “derecho al trabajo” que se hace en la parte de “ampliación de la constitución”, y se coloca a los trabajadores en condición de dependientes del Estado. Sin control obrero de la producción, en definitiva, cualquier programa realmente popular está condenado al fracaso y a la indefensión frente a los capitalistas.
Se plantea “terminar con la inflación”. ¡Qué absurdo! La inflación está presente potencialmente siempre en todo sistema capitalista y de mercado. Donde hay mercancías y dinero, siempre puede florecer la inflación, e inevitablemente florece en las condiciones de crisis. En lugar de frases vacuas como “abajo la inflación”, hay que plantear seriamente: abajo el capitalismo, porque solo a partir de aquí y de ningún modo inmediatamente sino a través de un período de transición de características internacionales, se podrá terminar con la inflación y con varias cosas más.
El “Programa” de IU no plantea un salario mínimo inmediato igual al costo de la canasta fa-miliar, sino la “recuperación” de él, lo cual supone un período determinado de tiempo. ¡Pero qué tiempo tienen que esperar los explotados para que se les pague la reproducción de su capacidad de trabajo, es decir, el mínimo “digno” en las condiciones de la esclavitud capitalista! Si el gobierno “de los trabajadores” ya empieza a regatear el salario mínimo, está renunciando a un plan de lucha audaz y decisivo en todos los demás planos.
El “Programa” reserva la consigna de “expropiación” para las fábricas que cierren; para la banca y los monopolios habla de “nacionalización”. Este tratamiento diferente significa que las nacionalizaciones serán indemnizadas. Iremos así a la Corte de Justicia de La Haya, con la cual no habremos roto, porque solo rompemos determinados “pactos”.
Hay sí un complicado planteo de “embargo” a los capitalistas que no restituyan los fondos que sacaron del país o que se hicieron estatizar su deuda externa ¡Cómo si fueran a repatriar capitales por una amenaza del gobierno de los de abajo! Salvo que sea un ofrecimiento de sólidas garantías para quienes lo hagan, es decir una especie de conversión “socialista” de la deuda externa.
El “Programa” no plantea la separación de la iglesia del Estado, ni prohíbe la educación confesional fuera del ámbito religioso, ni tampoco la lucrativa. No plantea una auténtica ley de divorcio, reclamo esencialmente democrático, estrangulado por la ley “trucha” del parlamento clero-democratizante. Nada se dice del derecho al aborto gratuito, ni de una política especial de apoyo a la maternidad. No hay un planteamiento de defensa de los homosexuales contra todas las formas de discriminación.
Por último, digamos que se plantea el “desmantelamiento del aparato represivo”, sin aclararse si se entiende que se lo logrará por medios constitucionales o revolucionarios. Se trata, por lo tanto, de una frase vacua. Solamente si se superan las limitaciones democratizantes de este programa de IU, la izquierda podría entrar a discutir una política profunda con relación al armamento de los trabaja-dores y con relación a las fuerzas armadas.
Hace varios años que el Partido Obrero está empeñado en la discusión de la estrategia revolucionaria, de modo que somos quienes mejor sabemos que su desarrollo no será obra de un día. Pero esto no es excusa para no empezar hoy, y mucho menos para los hechos consumados. Para individuos que quieren actuar conscientemente por la causa de la emancipación nacional y social, el programa no puede ser un asunto superficial.
18/10/88