El régimen romerista “hace agua”
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Un acuartelamiento de la policía durante una semana ha colocado nuevamente al régimen romerista ante una crisis de conjunto.
Los integrantes de una de las policías más bravas del país, con 5 muertos en el Norte, con centenares de casos de tortura y represión a movilizaciones populares, denuncian a sus jefes por corruptos y una situación de salarios y condiciones de “trabajo” intolerables.
Los barrios de la clase media organizados en las juntas del agua para enfrentar la instalación de medidores y los tarifazos producidos en el marco de la renegociación del contrato con Aguas de Salta; los médicos que hacen saltar el propósito privatista de Romero en la salud pública con la instrumentación del llamado “seguro provincial de salud”; los remiseros y los trabajadores del transporte que ponen en evidencia el curro de la Sociedad Anónima del Transporte metropolitano; la lucha salarial de todos los estatales ante el anuncio de congelamiento salarial en el presupuesto 2005, que delata el propósito romerista de concentrar en sus negocios el superávit de 400 millones que tiene la provincia, todas estas luchas desnudan al régimen de Romero y abren un abismo cada vez mayor con las grandes masas populares y con diversas clases sociales.
La rebelión policial ha desnudado que el sueldo de los policías está compuesto en un 90% de adicionales, de tal suerte que para completar el sueldo la policía debe actuar obligadamente como una especie de guardia privada de los funcionarios, los grandes empresarios y el alto mando.
De entrada, Romero rechazó un aumento al básico, como forma de defender este sistema de coacción sobre la policía. Cualquier forma de mejora salarial debía ser en negro, y debía cerrarse todo cuestionamiento a la dirección política de la Policía.
Con el auxilio de Kirchner
Romero ha convocado, en los términos de la Ley de Seguridad Interior (que opera con reuniones mensuales de los secretarios de Seguridad provinciales e intervención de todas las fuerzas armadas), a constituir un comité de crisis para que la Gendarmería se haga cargo de la seguridad en la provincia. De este modo se amenazó con una intervención militar a la provincia y una semintervención política. A las órdenes del Ministerio del Interior, la Gendarmería se declaró dispuesta a intervenir jugando esta presión para tratar de levantar el conflicto y recomponer la cadena de mandos, purga mediante. No es para menos, ya que el propio K, en avanzadas negociaciones para un acuerdo político con Romero, tuvo que suspender su viaje a Salta previsto para el miércoles 3, a fin de evitar ser recibido por una pueblada como la de Tucumán el 9 de julio…
Claro que, si efectivamente se concreta el envío de gendarmes, K se cuidará de decir que es “respetuoso de la autodeterminación de las provincias en un régimen federal”.
La crisis policial ha sido la oportunidad para que el Partido Obrero desarrolle a fondo una plataforma para ir hasta el final con una intervención popular en el conflicto, que sume a las denuncias de los acuartelados el conjunto de las denuncias del pueblo de Salta contra los atropellos policiales. Que impulse mecanismos de control directo de la población sobre la policía, para liquidar su carácter de guardia privada de la camarilla dominante. Para eso defendimos el salario básico inicial para todos los estatales en $750, y que se termine el sistema de coacción de los adicionales. (Ver propuestas de la declaración provincial del PO).