Políticas

12/6/2003|804

El señor K y la movida militar

No fue un “gesto” sino una necesidad: Kirchner tuvo que proceder a limpiar a la cúpula militar liderada por Brinzoni, para no quedar cercado por una trenza integrada por las huestes de Menem y ramificaciones varias, incluidas las que llegan hasta el Pentágono yanqui. El señor K, entonces, procedió a “desarticular una trama política que se había venido gestando durante el tiempo menemista y de la Alianza (y que incluía) conciliábulos radiogramas salidos desde la jefatura del Ejército con indudable sesgo menemista(…) tertulias con dos miembros de la Corte Suprema para lograr la convalidación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final” (Clarín, 1/6).


Según Marcelo Saín, ex mano derecha de Juampi Cafiero en el gobierno de Solá, la cúpula militar y el ex ministro Jaunarena “se convirtieron en portavoces de las novedades que impulsaba el Comando Sur del Ejército de los EE.UU.” (Página/12, 30/5). La principal de estas novedades era la extensión de las funciones represivas de las Fuerzas Armadas y su mayor autonomía en el aparato estatal para diseñar una política de “defensa”, todo ello con el pretexto de la lucha contra el terrorismo internacional. Con esta misma doctrina, el alto mando militar yanqui y el secretario de Defensa, Rumsfeld, han establecido una suerte de poder paralelo a los equipos manejados por el secretario de Estado y canciller Colin Powell en Estados Unidos.


Como se ve, el gesto de K delata los vericuetos de una crisis de poder que tiene un alcance muy vasto. Según Página/12, en las últimas horas de su gobierno Duhalde remitió al Congreso el pedido de autorización para el ingreso de tropas estadounidenses que debían participar en un operativo aéreo en Mendoza. Hay que recordar que estas solicitudes incluyen el reclamo norteamericano de “inmunidad” para sus tropas, que no podrían ser enjuiciadas por delitos cometidos en el país, conforme la jurisprudencia de una reciente corte penal internacional a la cual ha adherido la Argentina.


La “movida militar” fue una maniobra de preservación del flamante gobierno y de… compromiso. Kirchner acabó aceptando reintegrar a ocho generales originalmente depurados y evitó sancionar a Brinzoni por los ataques contenidos en el discurso de despedida. Por otra parte, el propio hermano de Brinzoni ha quedado confirmado al mando del Segundo Cuerpo de Ejército. Más importante que todo esto: en su primer discurso se comprometió a participar en la “lucha contra el terrorismo internacional”, el comodín de la política de barbarie del imperialismo.


Entre los “reintegrados” al Alto Mando está el ahora subjefe del Estado Mayor, Mario Chretien, mano derecha del ex jefe Balza y que, como aquél, sería partidario de declarar la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final porque ello no tendría mayores consecuencias. Los límites de la famosa autocrítica de los “balzistas”, ahora kirchneristas, pueden verificarse en las declaraciones del propio Chretien a la Justicia, en el 2001, cuando, como testigo, señaló que “nunca conoció la existencia de actividades ilegales, centros clandestinos de detención o personas desaparecidas. Ni tampoco vio elementos de tortura ni supo que se hubieran ordenado interrogatorios bajo tortura” (Página/12, 1/6).


Como se ve, a los halcones y a las palomas militares los diferencia la política pero no el ocultamiento de la verdad ni la voluntad de “enterrar el pasado”. Los “demócratas”, desde Alfonsín en adelante, discursearon contra la impunidad mientras la preservaron en los hechos. Porque preservan las instituciones y el régimen social que “democráticamente” la mantiene en pie.