Políticas
25/3/2021
El significado de la salida de Argentina del Grupo de Lima
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La decisión del gobierno de Alberto Fernández de retirar al Estado argentino del Grupo de Lima ha sido el resultado de un cálculo político. Surgido en 2017, bajo el auspicio del imperialismo yanqui, el Grupo de Lima se creó con el objetivo explícito de voltear al gobierno de Venezuela, liderado por Nicolás Maduro, y apuntalar al golpista Juan Guaidó. Las conspiraciones golpistas del imperialismo y el Grupo de Lima han sido acompañadas por un bloqueo económico criminal, que ha profundizado la gigantesca crisis humanitaria que atraviesa Venezuela.
El gobierno argentino –que debutó con una gira presidencial por el Estado sionista de Israel, para luego reunirse con representantes del imperialismo Europeo- inició su mandato reafirmando su integración al reaccionario Grupo de Lima inspirado por Donald Trump.
La derrota del magnate yanqui, los sucesivos fracasos de la operación Guaidó y el nuevo cuadro creado en el subcontinente, están en la base de la retirada del Grupo de Lima anunciada por el gobierno.
Que el anuncio se haya realizado un 24 de marzo no es casualidad. De esa manera, el oficialismo pretendió disimular la desmovilización kirchnerista en el 45 aniversario del golpe y la presencia del ministro Martín Guzmán en Estados Unidos, y buscó posar de antimperialista cuando hasta el mismísimo Clarín reconocía en tapa la archiconocida complicidad y connivencia de los golpistas criollos del 76 con el imperialismo yanqui.
Aunque el presidente norteamericano Joe Biden ha reconocido a Guiadó como presidente de Venezuela, el retiro de Argentina del Grupo de Lima ha sido matizado por los propios voceros gubernamentales, quienes ya dejaron trascender que “no mueve el amperímetro” (La Nación, 25/3) en las relaciones bilaterales con Estados Unidos.
Argentina sigue integrando el Grupo Internacional de Contacto para Venezuela, al que se incorporó en agosto de 2020 y que se encuentra bajo el patrocinio de la Unión Europea. Este Grupo desconoció, en diciembre pasado, los resultados de las elecciones legislativas venezolanas, lo que motivó la expulsión de Venezuela de la embajadora de la UE.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, en un intercambio telefónico que mantuvo con Juan Guaidó días atrás, dejó en claro el trabajo conjunto del imperialismo yanqui con la Unión Europea y el Grupo Internacional de Contacto “para aumentar la presión multilateral y propiciar una transición democrática pacífica” (Infobae 24/3).
Es evidente que la iniciativa emprendida por el gobierno no rompe con la orientación general que el imperialismo impulsa en la cuestión venezolana. En octubre pasado, Argentina, Estados Unidos y los principales países de la Unión Europea, entre otros, adhirieron al informe de la oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, a cargo de la expresidenta chilena Michelle Bachelet, que solo apuntaba a reforzar la orientación golpista contra el gobierno de Maduro.
La salida de Argentina del Grupo de Lima se realiza luego de los sucesivos fracasos de la oposición derechista venezolana, del imperialismo y el propio Grupo, en consumar el recambio político en Venezuela, y en momentos donde la derecha continental viene de sufrir importantes reveses.
Los gobiernos derechistas del continente se encuentran, en todos los casos, jaqueados por la profundidad de la crisis económica y la catástrofe sanitaria, y en muchos otros, asediados por rebeliones populares. Es lo que se evidenció en Ecuador, Chile, Perú, Guatemala y ahora también en Paraguay.
En este cuadro, tanto las burguesías nacionales como el imperialismo buscan poner en valor al Grupo Puebla, que lidera Alberto Fernández junto al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y que agrupa a las principales fuerzas “nacionales y populares” de América Latina -aunque siempre manteniendo al margen a los gobiernos de Venezuela y de Cuba.
Es evidente que el operativo de recambio y de contención está en marcha. Así lo reveló el triunfo de Luis Arce en las elecciones bolivianas, el de Andrés Arauz en la primera ronda de Ecuador, el fallo que habilitaría la presentación de Lula en las elecciones brasileras de 2022, y el posicionamiento en las encuestas que están logrando Daniel Jadue en Chile y Verónika Mendoza en Perú. Todos integrantes del Grupo Puebla.
La crisis y por sobre todo las rebeliones populares están moviendo el tablero latinoamericano. Las fuerzas nacionalistas burguesas, incluso en su variante más radical como lo es chavismo, ya han demostrado, en sucesivas ocasiones, ser incapaces de liderar un proceso de emancipación nacional y social. La tarea queda enteramente reservada a la acción independiente de los obreros y campesinos del subcontinente. La izquierda revolucionaria está llamada a jugar un papel, para colaborar con el desarrollo de ese desafío histórico.
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