El significado de las luchas obreras
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Foto: Ignacio Smith
Uno de los datos políticos más importantes de las últimas semanas es el protagonismo alcanzado por varias luchas de la clase obrera. La ocupación de la planta Emfer y la valiente resistencia ofrecida por el colectivo obrero a la represión policial, el gran piquete seguido de paro en la dura lucha de Cables Lear, la huelga de semanas en Weatherford de Río Tercero en Córdoba y el paro bancario nacional contra el impuesto al salario, así como los despidos en la provincia de Tucumán son expresiones de lucha que, tomadas de conjunto, muestran que los trabajadores están buscando establecer una línea de resistencia contra los despidos y las suspensiones impuestos por las grandes patronales.
De este modo, la clase obrera va emergiendo en el cuadro de la crisis como el único sector social que ofrece una salida en función de los intereses populares. En esa medida, se va también delineando un programa de intervención. Los obreros de Emfer plantean la expropiación de la fábrica para evitar el vaciamiento de uno de los principales talleres de material rodante del país. En Lear y en otras luchas se presenta la cuestión vital del reparto de las horas de trabajo a fin de evitar despidos y suspensiones, la apertura de los libros de las empresas, las que ganaron fortunas en esta década y pretenden despedir ante una caída transitoria de las ventas, como así también la defensa del patrimonio industrial, en momentos en que la empresa pretende importar y sustituir la producción local, apuntando también a quebrar la resistencia de los trabajadores.
El paro nacional bancario reclama la reincorporación de 36 despedidos en la Caja de Tucumán y nuevamente el reclamo de la abolición del impuesto al salario, al que el gobierno ha resuelto mantener sin modificación luego de las paritarias, lo que lleva, indefectiblemente, a que parte del aumento logrado sea confiscado por el Estado. Si los porcentajes de las paritarias ya están varios puntos por debajo de una inflación que se estima en el orden del 40 por ciento, el congelamiento del mínimo no imponible y de las escalas sobre las que se tributa “ganancias” hace que la desvalorización del salario sea aún mayor.
El gobierno y los buitres
El gobierno asiste a este nuevo ciclo de luchas sin más respuestas que la represión policial. Tratándose de un gobierno que había utilizado la demagogia de los “derechos humanos” para cooptar a una parte del progresismo, esta política represiva no es sólo un cambio de relato, sino, sobre todo, una confesión de gran debilidad.
A diferencia de lo ocurrido en 2009, el kirchnerismo ya no es capaz siquiera de apelar a los Repro, por los que el gobierno asumía el pago de una parte del salario que correspondía a la patronal, ni al esquema de créditos de la Anses a los grupos capitalistas, como ocurrió con General Motors. La bancarrota económica y la crisis financiera le han quitado al gobierno margen de maniobra. Exhaustas como están, las cajas del Banco Central y de la Anses son las únicas fuentes de financiamiento con las que cuenta el gobierno para hacer frente a los crecientes subsidios a las empresas privatizadas y al pago de los vencimientos de la deuda pública. En abril (último dato dado a conocer por el gobierno), los pagos de intereses y capitales de deuda equivalieron a la transferencia de la Anses al Tesoro. Como nunca antes, queda claro que son los jubilados y los trabajadores quienes pagan la deuda.
Las negociaciones entabladas con los buitres agravan esta situación de dependencia del gobierno al gran capital. La Argentina se encuentra atrapada ante dos opciones de carácter explosivo: si no cumple con el fallo, entra en defol; y si lo hace, se arriesga a una serie de procesos judiciales y agrega una hipoteca que la empujaría al defol. Por lo pronto, el cumplimiento del fallo y el arreglo, a partir de un pago de títulos del Estado, con los buitres que no entraron en el canje implicaría un aumento de la deuda externa de 15.000 millones de dólares, lo cual pone en cuestión cuál es la capacidad de pago que tendrá la Argentina para afrontar un incremento del stock de deuda en momentos en que las reservas de libre disponibilidad no superan los 14 mil millones de dólares. La pretensión, por otra parte, de que un arreglo con Griesa y los buitres produzca un ingreso de capitales que abriría nuevas fuentes de financiamiento es totalmente infundada si previamente no se lleva adelante el programa que reclama el conjunto de la clase capitalista. Esto es el levantamiento del cepo cambiario, la devaluación de la moneda y un tarifazo en regla.
Un programa de este tipo equivale a la segunda fase del Rodrigazo que Kicillof comenzó con la devaluación de enero. El resultado de un nuevo endeudamiento masivo conduce a una confiscación de los ingresos y de las condiciones de vida de los trabajadores. En esa línea ya están el gobierno y la clase capitalista en su conjunto, los que se valen de la recesión económica como un instrumento adicional para derrotar la resistencia de los trabajadores.
Vamos por el triunfo de las luchas
El empantanamiento del gobierno ha llevado al impasse de la burocracia sindical de todo pelaje. No sólo los burócratas de la CGT-Balcarce hacen la plancha; la amenaza de Moyano de un nuevo paro nunca se concreta. Sin recursos para ofrecer ni propuestas de contención a la vista, la burocracia se ha puesto en la vereda de enfrente de cada lucha que emprenden los trabajadores. El propio Pignanelli, del Smata, declaró que si la crisis no se solucionaba para la mitad del año, el segundo semestre iba a ser peor, porque las suspensiones se transformarían en despidos. Es lo que está ocurriendo en Lear y lo que ocurrió en Gestamp.
La tarea del momento es movilizarse por el triunfo de las luchas obreras, explicando al conjunto de los trabajadores lo que está en juego. Esto debe ir de la mano de una campaña nacional por la prohibición de despidos y suspensiones, el reparto de las horas de trabajo, la eliminación del impuesto al salario y un paro activo nacional de 36 horas en apoyo a las luchas y a estas reivindicaciones absolutamente vitales.