Políticas

23/3/1993|385

El verdadero rostro del plebiscito

Que la reivindicación del plebiscito puede convertirse en reaccionaria, en ciertas circunstancias y para cierta política, acaba de ser demostrado con la traición a los jubilados y al movimiento obrero de parte de la Comisión de Consulta. Este comité está integrado por los radicales, el CTA, el Frente del Sur, la Federación Agraria, el PSD, el Partido Comunista y el Mst.


El pasado 10 de marzo esa Comisión organizó una manifestación al Congreso para entregar el millón de firmas que fueron reunidas para reclamar un plebiscito acerca de la “reforma previsional”. Para sorpresa de muchos, luego de reunir a 30.000 personas en la manifestación, se llamó a silencio, o más precisamente, decidió convocar a la recolección de dos millones de firmas más, lo que demoraría unos cuatro meses, en el mejor de los casos. Como resultado de esto, no ha llamado a continuar la lucha en el preciso momento en que el proyecto de ley pasa por su peor crisis en el Congreso y cuando Menem ya ha acordado con los banqueros el veto a los artículos 39 y 124, o su sanción por decreto en el caso de que el Congreso no logre reunir quórum.


La Comisión de Consulta no es ninguna advedeniza. Luego de su experiencia con la huelga de Somisa, que casi culmina en la ocupación de la planta; o con la similar evolución de la huelga de Foetra, hace más de dos años; o con la gran huelga docente, que pudo haber acabado con el gobierno de Alfonsín, pero en beneficio de los trabajadores, no de un Menem; o con la experiencia de la lucha contra la “transferencia educativa” y contra la ley “basura” de educación; con toda esta experiencia, los principales integrantes de la Comisión de Consulta (con la complicidad, claro, de sus miembros no tan principales) han llegado a la conclusión de que es “peligroso” para este régimen que ellos defienden la acción directa de las masas, o más prosáicamente la movilización. Inventaron el plebiscito para oponerse a la lucha, no para potenciar a esta última; para fingir una oposición que no tienen, o que no piensan llevar consecuentemente; para hacer su propio negocio político (y aún económico —todos ellos tienen un Fondo de Pensión en marcha) a costa del pueblo, actuando como vulgares “menemistas”.


Para conseguir la victoria de sus reivindicaciones, los explotados están obligados a sepultar a estas direcciones y pasar por encima de sus cadáveres.