El zarpazo de Macri
Devaluación, reendeudamiento, tarifazos
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Ha comenzado a trascender la hoja de ruta que prepara el nuevo gobierno en materia económica.
La agenda arranca con una megadevaluación: “El tipo de cambio podría saltar a 16 pesos para bajar a 14” (Clarín, 23/11). Ello estaría acompañado por una rebaja de las retenciones. Podrían eliminarse las retenciones durante 90 días y luego reimplantarlas para la soja, aunque promoviendo rebajas sucesivas. Se trata de un cóctel explosivo, que terminaría provocando una enorme confiscación salarial y un golpe brutal al bolsillo popular.
Por lo pronto, un dólar oficial a 14/16 pesos aumentaría la inflación entre 20 y 25 puntos, llevándola a un 40% interanual. Después de haber batido el parche de que la devaluación no tendría un efecto inflacionario, ahora resulta que “el principal núcleo de preocupación de los economistas de Cambiemos es el posible traslado a precios de una devaluación” (ídem).
La devaluación se combina con un programa de re-endeudamiento en escala fenomenal. El macrismo estaría pensando en una nueva emisión de bonos, que serían entregados al Banco Central, devolviéndole los 9.600 millones de dólares que en 2005 éste le anticipó al gobierno para cancelar al contado la deuda con el FMI. A su vez, el Central le pasaría estos bonos a un grupo de bancos internacionales para que los coloque en el mercado. El plan contempla, asimismo, una nueva emisión de títulos en dólares por parte del Central por otros 2.000 millones, y no se descarta la emisión de deudas por parte de las provincias y hasta de la propia YPF, al mejor estilo del endeudamiento que promovió Martínez de Hoz bajo la dictadura.
La hoja de ruta incluye también la conversión de los yuanes por dólares, aunque esa operación, en caso de que prospere, tiene un costo elevadísimo, que no baja de una quita del 7 por ciento. Obviamente, para que este festival de bonos pueda tener algún éxito las tasas que deberán ofrecerse para tentar a los inversores serán usurarias. A esto se suma el arreglo con los buitres, aunque en este caso no va a entrar un cobre, pues se trata del canje de una deuda por otra. El macrismo estaría dispuesto a reconocerles a los buitres el 75 por ciento de la deuda actualizada, que cancelaría con nuevos bonos como se hizo con Repsol. Esto representaría, al menos, otros 30.000 millones dólares más de deuda. Si sumamos todos estos conceptos, la deuda se incrementaría en unos 50.000 millones dólares en tiempo récord. Además, están los 10.000 millones que se ha acumulado con los importadores y otro tanto por las utilidades que las empresas reclaman girar al exterior. Aunque se trate de compromisos en pesos, no hay que olvidar los 10.0000 millones de contratos de dólar futuro que vencen en el primer semestre de 2016 y que el Central se comprometió a entregar a 10 pesos.
La ingeniería financiera que ha armado el “ingeniero” tiene una base precaria. Esto explica que, después de haber prometido una política de shock, el macrismo ya esté abriendo el paraguas. No se descarta que las restricciones cambiarias perduren y el cepo no sea levantado en forma inmediata.
El macrismo prefiere curarse en salud y ya tendría en la gatera un aumento de las tasas de interés, con el propósito de aventar una estampida inflacionaria y una corrida hacia el dólar. La recesión que provocaría esta medida sería, por sobre todas las cosas, un instrumento para contener los reclamos salariales.
Dentro del paquete, no hay que olvidar la preparación de un tarifazo. Aunque el nuevo gobierno dice que será por etapas, ya se habla de un fuerte aumento inicial y de la implantación de tarifas estacionales diferenciadas en invierno y verano. El macrismo pretende compensar la menor recaudación provocada por la rebaja de las retenciones con un recorte generalizado de los subsidios. La hoja de ruta de Macri está en sintonía con el giro económico que reclama la burguesía, después del agotado ciclo kirchnerista. Nos referimos a una megadevaluación, la desvalorización de la fuerza de trabajo y un rescate financiero internacional.
Pero, la suerte final de la hoja de ruta está condicionada y depende de la marcha de la bancarrota capitalista internacional. Desde la devaluación de la moneda china se ha acentuado una fuga de capitales de la periferia, que conspira fuertemente contra cualquier política de devaluación monetaria. Los Estados más débiles han perdido el control de sus monedas, como lo revela Brasil y en general América Latina. Estas condiciones precarias podrían agravarse más si la Reserva Federal aumenta la tasa de interés oficial.