Políticas

8/5/2003|799

Elecciones 2003: Un gran cero nacional

Qué fue del “voto bronca”


¿Adónde fue a parar el “voto bronca”, la “vedette” de las elecciones del 2001? Castellanos, en Santa Fe, ayuda a saber su destino porque allí se registró, en el 2001, el mayor “voto bronca” de todo el país: el 49% de los votantes habían anulado su voto o votaron en blanco. El 27 de abril último, el “voto bronca” castellano desapareció (3,28% entre blancos, impugnados y nulos)… en favor de López Murphy, que realizó en ese departamento santafesino la mejor votación en el interior del país (25%). Allí, López Murphy perdió apenas por 1,61% con Menem.


Pero lo mismo sucedió en la Ciudad de Buenos Aires, otro de los grandes bastiones del “voto bronca” del 2001. Ahora los blancos, impugnados y nulos sumaron apenas el 2,04% y López Murphy ganó en la Capital con el 26% de los votos.


Estos datos permiten trazar una radiografía del famoso “voto bronca”: los votantes de De la Rúa y el Chacho Alvarez, en el 2001 anularon su voto o votaron en blanco y ahora volvieron a votar por la versión 2003 de la Alianza , es decir por López Murphy. Allí militan tres connotados ex ministros de De la Rúa (el propio López Murphy, Lombardi y Patricia Bullrich), además de otros personajes del más estrecho entorno del gobierno aliancista (como el banquero De Santibañes).


Los mismos votantes de la Alianza que en el 2001 pusieron a De la Rúa en el helicóptero, no lograron comprender el carácter de clase de la crisis argentina y del fracaso de su gobierno. Por eso, ahora sacaron a la Alianza del helicóptero y volvieron a votarla. La crisis más excepcional de la historia argentina dejó en su momento una gran huella en la conciencia de la masa de la clase media democratizante, que sin embargo se ha revertido momentáneamente como consecuencia de que la burguesía logró retomar precariamente la iniciativa del proceso político.


El destino provisorio del “voto bronca” confirma lo que en su momento dijo el PO sobre que era “una traducción limitada e insuficiente de la desintegración política del régimen capitalista” (Prensa Obrera, 17 de octubre de 2001). “Los millones de votos en blanco y anulados – advertíamos en el 2001 – pueden convertirse mañana en la masa de maniobra de alguna salida capitalista a la brutal crisis actual, o en la base de un caudillo providencial” (ídem).


 


Quién ganó la Capital


A López Murphy en la Capital le sucedió lo mismo que a Menem en la elección nacional: parece que hubiera ganado en la Ciudad, con el 23% de los votos, pero no es así. El bloque político que respalda a Ibarra (Carrió y Kirchner) obtuvo el 40% de los votos, a los que quizás deba sumarse una parte sustancial de los votantes de Rodríguez Saá (16%).


El centroizquierdismo sigue dominando al electorado porteño.


 


La abstención


El promedio de asistencia a las elecciones presidenciales realizadas desde 1911 (con voto obligatorio) fue del 79,5%; en las elecciones del domingo 27 de abril, la asistencia fue del 77,5%, apenas un 2% por debajo del promedio histórico. El porcentaje de no concurrentes se ubicó en su promedio histórico, y en este porcentaje hay que descontar razones laborales, de enfermedad, distancia del lugar de votación o falta de depuración de los padrones.


Es decir que, como manifestación política, la abstención no existió en las elecciones del 27 de abril.


 


El Gran Buenos Aires


Kirchner ganó el Gran Buenos Aires con el 28% de los votos. Antes de recibir el apoyo de Duhalde, las encuestas le daban menos del 3%.


El peso de los votos aportados por Duhalde desmiente a los que sostienen que el 27 de abril los ciudadanos pudieron elegir “libremente”; también en estas elecciones, el voto estuvo determinado por las condiciones políticas y por la movilización de los aparatos.


Pero el 28% de los votos que obtuvo Kirchner en el Gran Buenos Aires está muy lejos del 41% que obtuvo Chiche Duhalde en 1997, cuando perdió con Graciela Fernández Meijde, o el 42% que obtuvo el propio Duhalde cuando perdió con De la Rúa en 1999.


La devaluación del aparato duhaldista se manifiesta de manera todavía más clara en las derrotas que sufrió en La Plata, Ensenada o Ezeiza (a manos de Menem) o en las escuálidas votaciones que logró en Malvinas Argentinas, José C. Paz y Moreno (donde su porcentaje estuvo muy por debajo del promedio del Gran Buenos Aires).


 


Rico y Posse


El domingo 27, Aldo Rico sufrió una derrota estrepitosa. En su distrito de San Miguel, la lista de Rodríguez Saá entró tercera, con el 19% de los votos (detrás de Kirchner y Menem). También Posse sufrió una derrota espectacular en San Isidro, donde salió segundo, con el 16% de los votos; apenas la mitad de los que tuvo López Murphy.


Si se considera que Rodríguez Saá rondó el 14% en el Gran Buenos Aires, el “valor agregado” por sus “caudillos territoriales” fue virtualmente nulo: 5% para Rico; 2% para Posse.


 


Reutemann


La votación en Santa Fe puso de manifiesto lo que nada menos que La Nación (30/4) califica como la “disolución del poder político” provincial.


Menem, apoyado por Reutemann, aventajó a la Carrió por apenas 2.000 votos (el 0 ,14%); en tercer lugar llegó Lopez Murphy. En las grandes ciudades provinciales, el gobierno fue aplastado: en Rosario ganó Carrió (con el 32% contra el 24% de Menem); en Santa Fe también Carrió le ganó a Menem (28% a 26%). Son cifras demoledoras en una provincia en la que el PJ nunca perdió una elección desde 1983.


 


¿”Soberanía popular”?


Uno de los datos más significativos de las elecciones del domingo 27 es que, según una encuesta publicada por Clarín (28/4), el 30% de los votantes decidió su voto recié n en la última semana. La misma encuesta también revela que muchos resolvieron cambiar su voto a último momento en función de las “posibilidades” que las encuestas asignaban a los distintos candidatos para entrar en el ballotage.


La votación no fue, de ninguna manera, una expresión de la “libre elección” de los ciudadanos; los votantes fueron forzados a pronunciarse entre distintas alternativas del régimen político y social de la burguesía. Esta violencia política se completa con la segunda vuelta, donde la ciudadanía se verá forzada a “elegir” entre dos candidatos minoritarios.