En el “Titanic” pero sin música

Los políticos de carrera están, en este verano de 2009, peleando por su supervivencia. Todos los días sale del horno alguna candidatura, que los periodistas, también de carrera, se esfuerzan por interpretar o justificar. Se acaban de destapar Reutemann y hasta Ruckauf; el santafecino ha copado los comentarios, que en su mayoría le atribuyen una connivencia con los Kirchner. Los eventuales candidatos hablan de todas las pavadas que se les ocurren, no se cansan por supuesto de sobarle el lomo al ‘campo’, lo cual los identifica con la devaluación y el acuerdo con el FMI, aunque evitan escrupulosamente hablar del tema. La crisis mundial sigue siendo, sin embargo, el motor imparable del proceso político.

El Banco Central está haciendo un intento de calmar las aguas, con un informe que demuestra que Argentina tiene recursos para pagar la deuda pública, incluso la de las provincias, y que las reservas internacionales son harto suficientes para el caso. De todos modos, sobre este punto se ha desatado una polémica, y los más extremos aseguran que el Banco no tiene 46.000 millones de dólares de reservas sino 21.000 millones -una vez descontadas sus deudas con los bancos privados locales (15.000 millones), un préstamo con el Banco de Basilea (3.000 millones) y alrededor de 5 a 7 mil millones con el mercado de futuros. Los funcionarios oficiales retrucan que esas deudas son en pesos, por lo que no afectan la caja en dólares, y sus críticos replican que esos pesos pueden convertirse en dólares, a lo que el Central responde que los controles establecidos no permitirían que ello ocurra. En una palabra, la situación financiera está colgada de un pincel y su destino dependería de la capacidad de intervención del Estado. Cualquier especulador puede poner su plata a una tasa de interés anual, digamos, de alrededor del 30% y comprar, al mismo tiempo, dólares futuros, con lo cual obtiene un seguro de cambio para su rendimiento en pesos. Se trata de una calesita financiera que, a la larga, por ejemplo si se duplica, no solamente podría barrer con las reservas internacionales sino con parte del sistema bancario. Es precisamente esta calesita financiera la que explica la suba de la cotización del real brasileño en los últimos días, y que ha sustentado la quietud del peso argentino.

El default de la Transportadora de Gas del Norte sobre una parte de su deuda es ilustrativo de otro aspecto de la deuda externa, que se ha estado ocultando, incluso si lo de TGN puede ser imputado como una maniobra. Se trata de la importancia que ha adquirido la deuda externa privada, que no ha sufrido las restricciones de la deuda pública con el exterior. A fines de 2008 esa deuda externa privada era superior a los 60 mil millones de dólares, un 15% menor de la que había en 2001, pero mucho más importante que la de entonces si se la mide en pesos y que, por sobre todo, ha crecido en un 20 por ciento en relación con 2007. O sea que en el año en que se denunció una salida de capitales de 20 mil millones de dólares hubo un endeudamiento de 10 mil millones (Cronista, 5/1). Hay que suponer que el incremento de la deuda externa privada ha financiado gran parte de la salida de capitales privados. Cuando se juntan los vencimientos de la deuda pública para 2009, arriba de 20 mil millones de dólares, con los vencimientos de la deuda privada de este mismo año, la suma que resulta, según Financial Times (28/12), es de nada menos que 64 mil millones de dólares. Ni los oficialistas ni sus críticos han mencionado este cóctel explosivo en sus polémicas. Para que las constructoras españolas Abertis y OHL no se sumaran a la lista de defaulteadores, los K les acaban de dar un generoso aumento de los peajes de autopistas (lo mismo está por ocurrir con las tarifas del transporte urbano). El inminente default de Mastellone tiene en vilo al mercado lechero, donde las usinas se niegan a pagar los precios establecidos para los tamberos. Una crisis similar sacude a SanCor, provocando incluso la agresión contra Atilra Rosario por parte de la patota sindical. No atenúa la gravedad de la situación la certeza de que todos los defaults empresarios son un fraude, ya que resultan de deudas cruzadas con filiales o grupos afines en el exterior. Y los pobres K venían diciendo que la crisis era importada, sin reparar que para que sea así se necesitan importadores.

Es precisamente el endeudamiento privado el que está en el corazón de la crisis financiera internacional. El Financial Times dice que “los gobiernos y las corporaciones de los mercados emergentes tienen que repagar 6 billones 865 mil millones en 2009, de acuerdo con un estudio del (banco holandés) ING. Esto incluye bonos, préstamos, pagos de intereses y financiación comercial”. La necesidad de obtener préstamos para refinanciar esta cifra sideral de deuda se enfrenta al hecho de que Estados Unidos saldrá como gran demandante de financiamiento, como consecuencia de los déficit que le generan sus operaciones de rescates bancarios y financieros. Los países desarrollados saldrán a pedir, en 2009, tres billones de dólares.
El problema mayor no es ni siquiera ese. Ahora venimos a enterarnos de que “Brasil, Rusia, India y China enfrentan, respectivamente, pagos externos de 205 mil millones de dólares, 605 mil millones, 257 mil millones y 2 billones 437 mil millones”. O sea que la poderosa China es un país deficitario, porque sus reservas no llegan a los 2 billones y porque tampoco puede disponer de ellas sin tirar abajo los precios de la deuda norteamericana (en la cual los ha invertido) y el dólar. El 80 por ciento de la deuda china es privada. ¿Hace falta algo más para dejar en claro que China es uno de los materiales más incandescentes de la bancarrota capitalista mundial? Una devaluación masiva potenciaría la deuda externa en moneda nacional, presionaría para estatizar la deuda privada (como ya lo ha hecho, en parte, Lula con la de Brasil) y desataría la hiperinflación. Ahora mismo, se teme que la imparable devaluación de un país tan pequeño como Letonia se lleve puesta a toda la banca sueca y escandinava -que domina los negocios del Báltico- y agrave todavía más la ya de por sí explosiva deuda rusa.

Naturalmente, por aquello de que Dios ciega a quien quiere perder, los ‘comunicadores’ se alegran con la suba del precio de la soja y del Merval, que obedece a la suba en el precio del petróleo, probablemente por la invasión de Israel a Gaza. Pero si el PBI de Brasil ya registraba caídas del 5%, y en la producción automotriz del Mercosur de un 50%, es claro que la situación fiscal y financiera de Argentina no tiene respiro. La pretensión del gobierno de canjear por nuevos bonos los llamados préstamos garantizados de la era Cavallo puede costar un incremento sustancial en la deuda por intereses (de los nuevos títulos). La gran fiesta de fin de año se ha apoyado sobre las frágiles espaldas de la Anses, que está siendo vaciada implacablemente por la camarilla kirchnerista con la complicidad de toda la oposición oficial. Los aportes jubilatorios financiarán, en poco tiempo más, hasta la compra de preservativos. La Anses se está convirtiendo en acreedora de empresas y corporaciones que se encuentran en default o que irán a él como consecuencia de la crisis.

Los trabajadores y sus organizaciones independientes deben concentrar toda su atención en cómo defendernos de la crisis mundial, y para eso deben apartarse de los políticos de carrera que quieren distraerlos con las elecciones de octubre o, peor, que abogan por una devaluación masiva y el acuerdo con el FMI -en lo cual están incluidos los Lozano, los Ibarra, los Juez, los Bonasso y los Solanas. Es sobre la base de esta delimitación que debe construirse una respuesta política de los trabajadores.