Enarsa: Kirchner entrega el Mar Argentino
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Prensa Obrera.
“El Estado se viste de privado”
Alrededor de Enarsa, el gobierno está creando espesas cortinas de humo. Una de las primeras es que se trataría de una ‘empresa estatal". Enarsa, en realidad, será una ‘sociedad anónima de capital privado", sujeta al derecho privado que rige a estas sociedades (ley 19.550). Por eso, el senador oficialista Nicolás Fernández, presidente de la Comisión de Energía y Combustibles, señaló que “no se trata de una incursión estatista sino que, por el contrario, el Estado se viste de privado" (La Nación, 11/8). El status jurídico de la empresa revela claros objetivos privatizadores. El oficialismo rechazó airadamente el reclamo de los senadores radicales de que fuera una ‘sociedad anónima con participación estatal mayoritaria".
Por ser una empresa privada, Enarsa no estará sujeta al control de los organismos propios del Estado (Sigen, Auditoría General, Oficina Anticorrupción) ni del parlamento. La camarilla kirchnerista quiere las manos libres; no es un hecho menor a la luz de la experiencia de los fondos de la provincia de Santa Cruz fugados al exterior. Por ser una empresa privada, Enarsa podrá contratar y asociarse de manera directa, por una simple resolución de su directorio.
Ni siquiera Menem logró semejante capacidad de manejo arbitrario del patrimonio del Estado.
El nacionalismo hecho Bolsa
El control de los actos del directorio y de los gerentes de Enarsa recaerá por entero en manos de los accionistas. Estos serán el Estado nacional (53% del capital), las provincias (12%) y el capital privado, de cualquier origen (el 35% restante). Como anticipó el ministro De Vido, las principales interesadas en suscribir las acciones de Enarsa serán las empresas que ya operan en el sector. Es decir que se trata de un proceso de asociación del Estado con los grandes monopolios petroleros internacionales.
El capital privado no tendrá representantes en el directorio de Enarsa ni derecho a voto en las asambleas de accionistas. Será, sin embargo, el capital privado el que diría efectivamente la nueva empresa: como el 35% correspondiente al capital privado cotizará en la Bolsa, el vaivén de sus acciones no sólo determinará el valor de la empresa sino también su política: bastará una bajá pronunciada en las cotizaciones bursátiles para que el directorio “estatal" rectifique las decisiones que el capital privado considere lesivas para sus intereses.
Ezequiel Espinosa, presidente de la nueva Enarsa, lo dejó muy en claro cuando dijo a una revista especializada que su objetivo era obtener “un retomo interesante para nuestros accionistas" (Revista Petroquímica, Petróleo, Gas y Química, 15/8).
Empresa virtual
La nueva SA podrá, según la ley que la creó, “explorar, explotar, producir, generar, transportar, distribuir y comercializar, tanto local como internacionalmente, bienes energéticos en todas sus formas". El mensaje que acompaña la ley aclara que “en todas sus formas" comprende el petróleo, el gas natural, la energía eléctrica, “el carbón, la energía nuclear, las energías no convencionales como el hidrógeno, sin ningún tipo de limitaciones". Es decir que Enarsa concentra en sus manos, sin ningún control fuera de sus accionistas, una masa enorme de riquezas nacionales (y de multimillonarios negocios potenciales).
Para explotar semejante patrimonio, sería necesario un capital de varios miles de millones. Pero el capital inicial con que se ha dotado a la nueva empresa es ridícula mente mínimo (al igual que su dotación de personal, que apenas alcanza a 25 personas).
Existe una manifiesta contradicción entre el patrimonio estatal que se ha puesto en manos de Enarsa y el capital propio de la empresa, virtualmente inexistente. Enarsa no tiene capital para explorar por sí misma un área petrolera o para perforar un mísero pozo. Por eso hay quienes la califican como una “empresa virtual", al estilo de las Líneas Aéreas Federales, creadas por Kirchner, que carecen de aviones.
Plataforma continental
Enarsa recibirá, particularmente, “la titularidad de los permisos de exploración y las licencias de explotación de la totalidad de las áreas marítimas nacionales que no se encuentren permisionadas o concesionadas". En realidad, las que sí lo están son muy pocas, ya que, como reconoce Espinosa, “toda la cuenca marítima está inexplorada" (ídem).
De un plumazo, Kirchner ha privatizado el 35% de la plataforma continental, que según la Constitución constituye una propiedad indelegable del Estado. Los apologistas argumentan que el Estado no transfiere la propiedad sino “apenas" la exploración y la explotación. Ocurre que el petróleo es un recurso no renovable; aunque la propiedad del pozo continúe formalmente en manos del Estado, lo que importa es la propiedad del crudo extraído, que pertenecerá en su totalidad al concesionario. Este, como lo vienen haciendo Repsol y las demás, podrá exportarlo y retener en el exterior hasta el 70% de las divisas. Cuando los pozos estén secos, la propiedad retomará al Estado...
Los yacimientos del Mar Argentino son el verdadero activo de Enarsa; por eso los privados hacen cola para asociarse con ella y participar en el festín.
“Testigo” del saqueo
Como Enarsa carece de capital propio, deberá asociarse con grandes pulpos internacionales para explorar y explotar la cuenca marítima. El propio ministro De Vido anticipó que se “necesitaría mucho, mucho capital de riesgo, y sólo hay empresas de cierta envergadura que lo pueden hacer" (Río Negro, 14/5).
Para la exploración y explotación de áreas determinadas, Enarsa podrá asociarse con distintas empresas privadas mediante la formación de UTEs (Uniones Transitorias de Empresas). El mensaje que acompaña la ley especifica que “Enarsa constituirá en su interior diversas unidades de negocio que en forma descentralizada generarán iniciativas que puedan captar necesidades de inversión y ofrecimientos financieros en cada zona en particular".
En estas UTEs, que serán las que efectivamente explorarán y explotarán los pozos, la participación de Enarsa puede ser minoritaria e incluso hasta simbólica. Su presidente, Espinosa, aclaró que ‘no es nuestro fin ser operador, que ya existen, son buenos y están calificados (...) Nos interesa tomar un lugar en el negocio (...) en el porcentaje que podamos participar de la renta. Hay que participar en porcentajes que nos permitan estar sentados en la mesa de discusión’ (ídem).
La planeada participación minoritaria en las UTEs que efectivamente exploten el petróleo lleva al gobierno a definir a Enarsa como una “empresa testigo”. Los santacruceños ya conocen el significado de estos términos. El antecedente de Enarsa es la empresa provincial Formicruz, que ha privatizado en la práctica la explotación minera de la provincia. El principal yacimiento de oro de Santa Cruz está en manos de Cerro Vanguardia, cuyos accionistas son la sudafricana Anglogold -el segundo pulpo aurífero mundial- (92,5% del capital) y la “testigo" Formicruz (con el 7,5% restante). Lo mismo ocurre con otros yacimientos menores.
La creación de Enarsa es, en resumen, la vía elegida por el kirechnerismo para privatizar efectiva mente el patrimonio estatal que el menemismo no pudo entregar. Con Enarsa saltan a la vista no ya sus insuperables limitaciones sino el carácter de puro charlatanerismo del nacionalismo kirchnerista.