Políticas

16/12/2021

Es el imperialismo, estúpido

El acuerdo con el FMI refuerza la opresión nacional.

En las últimas semanas ha quedado claro que un acuerdo con el FMI va a traer una devaluación de la moneda, tarifazos y un mayor ajuste sobre salarios y jubilaciones. Un ataque de estas características sobre un pueblo que ya está sufriendo un 50% de pobreza es más que suficiente para decir “no”. Pero sería un error limitar el acuerdo con el Fondo a un recetario de medidas económicas.

Un acuerdo con el FMI tiene que ser aprobado por las grandes potencias, y esencialmente por Estados Unidos que tiene el voto decisivo (con el 16,5% del capital y de los votos tiene poder de veto sobre las decisiones más importantes del FMI, que requieren una mayoría calificada del 85%), y por ende es necesariamente un acuerdo político. Los puntos de déficit fiscal o el valor de la tasa de interés son una parte de la negociación. Al lado de estos temas se discute el alineamiento del país detrás de los intereses del imperialismo yanqui.

Este el sentido de la participación de Alberto Fernández en la “cumbre internacional por la democracia” convocada por Joe Biden. Así lo destacaron, de uno y otro lado de la “grieta”, Horacio Verbitsky (El cohete a la luna, 5/12) y Carlos Pagni (La Nación, 13/12). El gesto no es para nada menor teniendo en cuenta que la convocatoria no solo excluyó a los gobiernos de Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela, sino que incluyó al golpista Juan Guaidó en supuesta representación del pueblo venezolano. La participación del presidente argentino en esta tertulia es una señal inconfundible de cipayismo que no ha sido criticada por Cristina ni La Cámpora, y que apenas tuvo como coartada una crítica a la OEA para la tribuna.

Lo que está en el fondo de la cuestión es que la deuda, además de una transferencia de riquezas a favor del capital financiero, es una herramienta de sujeción política del imperialismo. Por eso las condiciones impuestas por el FMI no solo significan una destrucción de las condiciones de vida de las masas, sino también una mayor primarización de la economía y, por lo tanto, más dependencia. Naturalmente que este sometimiento nacional también tiene un sentido económico, ya que las exportaciones de commodities serían la garantía del repago de la deuda. No se trata de separar una cosa de la otra, sino de integrar al análisis la opresión nacional que no se reduce a una desigualdad económica entre países.

En el marco de la guerra comercial con Rusia y con China, las presiones del imperialismo yanqui no solo apuntan a reforzar el status colonial de la Argentina, sino por sobre todo todo a limitar la injerencia de sus rivales. La disputa por quién se queda con el negocio de la tecnología 5G, del equipamiento militar y la infraestructura estratégica también atraviesa el acuerdo con el FMI. El gobierno del Frente de Todos que hablaba de una relación madura con un mundo “multipolar” avanza hacia una subordinación detrás de Estados Unidos.

Esta caracterización política y social del problema de la deuda distingue al planteo de la izquierda de salidas formales como el default que decretara Rodríguez Saa o la judicialización que propone Alicia Castro. Quienes se indignan porque el Fondo habría violado sus estatutos al permitir que Macri use los 45 mil millones de dólares que le prestaron para financiar la fuga de capitales encubren que ese fue precisamente el sentido del préstamo, igual que ocurriera con el “blindaje” del año 2000. La función del Fondo nunca fue evitar la quiebra del Estado, sino rescatar al capital de esa quiebra y así sostener la dominación política del imperialismo. Quienes se limitan a repetir argumentos legales como que “las deudas se pagan” omiten que las categorías legales, por naturaleza, encubren la esencia opresiva de las relaciones sociales.

Nuestro rechazo al pacto con el FMI es un planteo de ruptura con un orden mundial de saqueo y explotación que condena a la Argentina al atraso. Que no hay ninguna perspectiva de soberanía nacional sin romper con el imperialismo y la deuda lo está demostrando el propio kirchnerismo que hace 10 años anunciaba el fin de la OEA y el advenimiento de la patria grande, pero hoy va a besarle los pies al presidente de Estados Unidos al lado de los golpistas del continente, mientras el país se sumerge en la pobreza.

Quienes pregonaban que la contradicción principal era entre la patria y el capital extranjero hoy plantean como inevitable un acuerdo colonial contra el pueblo argentino. Las banderas de la soberanía nacional y de la lucha antiimperialista han quedado en manos de la izquierda obrera y socialista. La plaza del 11 de diciembre con el Frente de Izquierda a la cabeza es el reflejo de esta nueva realidad.