Espantosamente proimperialista y antiobrero
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Chacho “Cavallo” Alvarez presentó ‘en sociedad’ el programa económico del Frepaso para “construir poder político para hacer viable una economía alternativa”. Tan alternativa es la propuesta que “el gobierno, la Sociedad Rural, la Unión Industrial, la Iglesia”, entre otros, serán visitados por los economistas frepasistas, no sin antes aclarar que “con los justicialistas la estrategia será describirles el cuadro económico y buscar algún guiño cómplice” ( Página 12, 2/8/96).
El programa, resumido en 16 puntos, no dismula para nada su filiación proimperialista y privatista, rabiosamente partidario de pagar la deuda externa y sus intereses, recogiendo los reclamos de la gran banca acreedora y de los fondos especulativos y pronunciándose por reforzar la flexibilización laboral y la atomización obrera a través de los convenios por empresa.
Lo que sucede es que el Frepaso quiere ser ‘alternativa’ y, para eso, tiene que dar sobradas pruebas y garantías de que respetará no sólo las privatizaciones, la flexibilización laboral y todo el cuadro actual de relaciones pro-imperialistas. Todo eso no basta. Tiene que transformarse en el vocero de los actuales reclamos del gran capital nativo y extranjero.
Rescate
El Frepaso le critica al gobierno preocuparse sólo de la “estabilidad monetaria” y creer que el mercado, “al azar”, promoverá el desarrollo y el bienestar, como si ésos fueran sus objetivos. Por eso, para el Frepaso, “nuestra concepción de una economía social de desarrollo es: los indispensables equilibrios macroeconómicos deben ser acompañados de una voluntad política deliberada que articulada con el funcionamiento del mercado promueva el crecimiento, el empleo y el aumento armónico del bienestar”.
Es evidente que el chachismo se refiere al ‘plan’ Cavallo, al que le adjudica el mérito de haber logrado la llamada estabilidad monetaria o los equilibrios macroeconómicos. Pero hasta el mayor de los desprevenidos se da cuenta de que esos supuestos “equilibrios” no existen: el déficit fiscal es pavoroso, el sistema financiero y bancario está quebrado, con una morosidad de los créditos del 25 %, están armando una nueva red de seguridad porque los bancos no resistirían una nueva corrida, la burguesía no encuentra recursos para pagar la deuda, el endeudamiento externo crece a tasas más caras, el consumo y la inversión caen, aumentan la evasión y la economía ‘negra’ —señal de la desconfianza general de la burguesía—, la desocupación abarca a más de 4 millones, el salario sigue cayendo... ¿Entonces, por qué insiste el Frepaso en decir que “vivimos un período de equilibrios monetarios”?
Es que los frepasistas pretenden presentar como exitosa toda la política económica seguida hasta ahora (no olvidemos que el Chacho es un arrepentido por no haber votado la ley de convertibilidad), para colocar la ‘alternativa’ en la más rigurosa continuidad. Hablan de defender la estabilidad cambiaria, pero como no proponen defender el valor de la moneda por medio de medidas y acciones contra el gran capital (“no hay aquí un retroceso al pasado ni al populismo estatal”, aclaran despectivamente), se imaginan que podrían conseguirlo con nuevas concesiones ilimitadas al gran capital financiero, que es el que controla el valor del peso argentino.
Pero el problema actual es que, por las contradicciones, crisis y hundimiento del ‘plan’ Cavallo, agravado porque se agotaron las privatizaciones, los acreedores descreen de la capacidad del Estado para pagar el endeudamiento aún con nuevas concesiones y nuevos ataques al nivel de vida de las masas. El proceso de fuga de capitales abierto a fines de 1994 revela justamente que todas las concesiones al gran capital son insuficientes para reabrir el ciclo especulativo de 1991.
El Frepaso finge desconocer que la llamada “estabilidad cambiaria” no se sostuvo por la ley de convertibilidad, sino por las privatizaciones fraudulentas de las empresas públicas, la jubilación privada, la entrada de 30.000 millones de fondos especulativos, al precio de un feroz endeudamiento. Todo esto antes del tequila, que llevó al socorro y una nueva inyección de préstamos del FMI, para financiar una fuga de capitales de 10.000 millones y que ha vuelto a replantearse ahora con la caída de Cavallo.
Para el Frepaso habría que pasar de la “economía social de mercado” a la “economía social del desarrollo”. No se trata tan sólo de un juego de palabras, sino que revela que la raíz política, social y económica es la misma. La economía social del Frepaso se caracterizaría por el ingrediente social, que es justamente lo que propone el Banco Mundial, como “eficientizar el gasto público” a través de la reforma de la salud, de las obras sociales, la educación...
El programa del Frepaso plantea “mejorar la eficiencia del gasto público”, pero no propone desconocer los intereses de la deuda pública, que equivalen a más del 10% del gasto público; eliminar los reembolsos a los exportadores, responsables por otro 5% del gasto, o anular la reforma educativa del Banco Mundial . Plantea la “modernización de los programas de educación” y de la salud, esto es, abrir una nueva fuente de lucros al capital por medio de la llamada desregulación de las obras sociales y el hospital de autogestión, que son los programas actuales del gran capital y la gran banca.
Cauce ... de los reclamos de la banca y los fondos de pensión
Frente a toda la bancarrota económica, política y social, para el chachismo no hay una crisis sino un “equilibrio macroeconómico” con “fallas” de mercado, que se corregirían con “un shock de inversiones productivas y de transformaciones del mercado de capitales”.
Para esto se hace eco de los reclamos de la banca y de la Cámara de las AFJP, como la “reducción de impuestos” a los fondos nacionales y extranjeros que ingresen en el “mercado de capitales”; la “reducción de los encajes bancarios”; la colocación de nuevos bonos para financiar a las “empresas que abran sus paquetes accionarios”, lo que permitiría su pase a manos del capital extranjero, y la creación de nuevos instrumentos financieros para que las AFJP orienten “su operatoria”.
Como es infaltable en todo programa proimperialista, el Frepaso plantea la “reforma y modernización del Estado”, sobre la base de la “eficiencia del gasto público”. Como no sólo no propone bajar el gasto, desconociendo el pago de la deuda y los intereses (10.000 millones por año); ni eliminar las prebendas al gran capital, como los reembolsos a los exportadores (2.000 millones por año) o los subsidios a la educación privada; sino que además plantea reducir los impuestos a la renta financiera para los nuevos capitales nativos y extranjeros, está claro que saldrá de nuevas privatizaciones y del ataque al movimiento obrero.
En materia de impuestos, propone bajar el IVA y aumentar la recaudación de ganancias y bienes personales, algo que también quiso hacer Cavallo y ahora Roque Fernández, pero no dice ni una palabra de cómo hará para cobrarlos sin anular el secreto bancario y comercial y sin el control obrero sobre la banca, el gran capital y el comercio exterior.
Con todo, la perla es para el movimiento obrero. ¿Es que en relación a los trabajadores, el Frepaso propone derogar toda la legislación de flexibilización laboral de Menem, Cavallo y Caro Figueroa?¿Restituir y aumentar el salario familiar?¿Convocar a paritarias por industria para romper con la atomización de los trabajadores?¿ Aumentar las jubilaciones y anular la jubilación privada?¿Eliminar los contratos temporarios y de aprendizaje? ¿Repartir las horas de trabajo entre todos los trabajadores sin afectar el salario?
A todo esto, el programa del Frepaso le destina tan sólo 6 renglones... que son imperdibles. Propone estimular “en el interior de las empresas... acuerdos y mecanismos de participación para incrementar la eficiencia, la productividad y la rentabilidad, lo cual debe ir junto con el mejoramiento de la calidad de los empleos en materia de salario, estabilidad y formación profesional”.
Es el mismo lenguaje del convenio Fiat-Smata, del salario vinculado a la ‘productividad’ de los ritmos de producción, del horario flexible y de las vacaciones fragmentadas. Es la coronación de un programa proimperialista, privatista y antiobrero.