Políticas

23/4/2009|1080

EXCLUSIVO DE INTERNET | El dengue en la Ciudad de Buenos Aires

Una epidemia de dengue no debería ser novedad para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

En primer lugar porque abundan los estudios científicos que alertan sobre la expansión de esta y otras enfermedades desde sus zonas endémicas; debido al impacto que causa en el ambiente el desmonte, la contaminación, la explotación agrícola descontrolada; debido también a los fenómenos migratorios producto de la falta de empleo; y a una población cada vez mas susceptible inmunológicamente consecuencia de la desnutrición y falta de atención primaria.

Pero también porque el gobierno cuenta desde hace rato con información de primera mano que permite deducir que tanto Capital como el Gran Buenos Aires son terreno fértil para una epidemia de dengue.

Tanto el gobierno de Macri, el de Telerman, el de Ibarra, y aún antes, supieron que el Aedes aegypti (único vector del dengue) es un habitante común (y prolífico) de la Ciudad desde hace años. Y que las condiciones están dadas para que la llegada del virus provoque un brote epidémico. Las distintas gestiones tuvieron a su cargo programas de vigilancia entomológica (insectos), que revelan a través de informes semanales que el mosquito está ampliamente distribuido por toda la ciudad; con alta tasa reproductiva desde principios de primavera hasta bien entrado el otoño; y con mayor prevalencia en los barrios más pobres, en zonas fabriles, depósitos abandonados, depósitos de autos viejos, etc.

Es tanta la indiferencia de estos funcionarios que no sólo han vaciado y desfinanciado las áreas que se ocupan de salud y medio ambiente; incluso durante la gestión de Ibarra los encargados de recolectar las muestras para elaborar los informes de investigación sobre insectos no eran técnicos ni epidemiólogos, sino los choferes del Instituto Pasteur que, entre viaje y viaje, debían realizar una tarea que no les correspondía.

Ninguna de estas gestiones fue capaz de diseñar una campaña de control y erradicación del mosquito. Simplemente nos trasladan la responsabilidad a todos nosotros de evitar que el mosquito se críe en nuestras casas, mientras proliferan los criaderos en los espacios públicos. Nosotros debemos comprar el repelente, remover los cacharros y echar al mosquito; y el gobierno sigue sin realizar las obras de infraestructura que corresponden: ni mantenimiento de parques, calles, cementerios; ni fumigaciones extensivas, ni campañas masivas de difusión, ni erradicación de grandes concentraciones de chatarras en los espacios públicos linderos con la población más pobre de la ciudad. Jamás han hecho ningún esfuerzo en prevención.

Ahora el dengue; luego el cólera, la fiebre amarilla, la leishmaniasis; las enfermedades avanzan al ritmo de la desidia y corrupción de estos funcionarios.

A.F. (Veterinaria)