Políticas

23/7/2009|1092

EXCLUSIVO DE INTERNET | La Tribu cumple 20 años

Un debate sobre la alternatividad

La Tribu ha sido una las pocas sobrevivientes de la explosión de las casi 3.000 radios “truchas” en los años ochenta.

Contrariamente a lo que dice el tango, 20 años son mucho. Incluso para balancear -o apuntar algunas tendencias. Entre esos apuntes se pueden destacar dos procesos que tuvieron como base social grupos juveniles, urbanos, del ámbito universitario. Por un lado, el pasaje de la militancia política y estudiantil -el caso notorio de La Tribu, cuyos miembros más destacados provenían de la Santiago Pampillón, del PC- a la militancia cultural, con una perspectiva que recuperaba la tradición estética del mayo francés, mediada por las experimentaciones pioneras de la Rock’n’pop, con Radio Bangkok a la cabeza, en tiempos del derrumbe alfonsinista y sobre todo durante el menemato.

Este proceso transformó a La Tribu en una marca registrada, con todos los beneficios: fue modelo de otras tantas experiencias radiofónicas, y los límites: la crítica cultural -en sus mejores expresiones- no lograba -¿lo buscaba?- politizar su intervención y articularse con los movimientos sociales. Casi como derivación de estas limitaciones, una parte de la dirección de la radio terminó en la dirección de Radio Municipal y de Radio La UBA, gestión Hallú-Sorín.

En otras palabras, el “culturalismo” de la experiencia los llevó a un lugar de institucionalización que facilitó ese otro pasaje: a la radio del Gobierno de la Ciudad en su momento, a la radio de la UBA ahora. El acompañamiento crítico de La Tribu al proyecto de ley del Gobierno no recupera sus mejores tradiciones de innovación y desparpajo. Más bien, atiende a una suerte de reconocimiento posibilista, de “es lo que hay”.

El otro proceso no se vivió en La Tribu, pero sin duda forma parte de un terreno que incidirá en su porvenir. Se trata de la emergencia de grupos de comunicación alternativa -también jóvenes, universitarios- que llegaban al video para, con orientaciones políticas diversas, salir al movimiento de lucha social de mediados y fines de los noventa, registrarlo y militar cada una de sus intervenciones. La crisis de 2001 puso a estos grupos en el centro y, a su alrededor, se tejieron experiencias en comunicación gráfica, Internet y también radiofónicas.

Hoy, el debate en la comunicación alternativa -entre autonomistas y militantes de organizaciones políticas o sociales- gira en torno a cómo intervenir decididamente en lucha de clases. Y esa fue la única cuestión que originó la larga tradición de alternatividad en Latinoamérica, desde las monumentales radios mineras hasta aquí. Tal debate está a la orden del día en el marco de la crisis capitalista mundial, y el agotamiento de los modelos nacionalistas-burgueses -Chávez también tuvo su baza en las discusiones; Kirchner sólo al habilitar a la oficialista Radio de las madres.

Desde estos debates -y con estos brindis- se podrá esperar, y habrá que trabajar en ese sentido, para que los próximos años la lucha de los grupos de comunicación alternativa sea política y cultural, por el “amor” -lema de la celebración de la radio- y por la revolución.

Santiago Gándara