EXCLUSIVO DE INTERNET | Olor a territorio propio
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El asfalto
ansía llenarse de estrellas
y nuestros rostros,
ennegrecer.
Las gomas
buscan algo que las encienda;
la teoría en papel
no logra escaparse.
El humo
ahuyenta bicharracos
y aclara la vista.
Un bondi escolar
se arrima
al nuevo territorio.
El radiador entre dientes
materializa los cánticos:
“¡Unidad…!”
El capot modula
como corista viejo:
“¡…y al que no le gusta…!”
Vestidos de humo
los uniformes se mimetizan,
las almas tímidas aplauden;
detrás de los barrotes
cauta,
la angustia nos mira oblicua.
Ya las almas
se hacen palmas,
jugando a acariciar el cielo.
La quema
parece reclamar que la fe
no la alimentan los dioses,
ni las palabras altivas,
ni las urnas desfondadas,
sino nuestro amigo Pocho,
y nuestra amiga Tere,
nuestros compañeros incasables,
sino lo huérfano del dolor
y el acumular de quimeras,
sino las capacidades ancladas
y los bastones fláccidos,
sino los sueños de ser y tener,
pero todos.