Políticas

22/4/2022

Faltante de medicamentos y déficit comercial industrial, ejemplos del bloqueo al desarrollo

Algunas consecuencias de las restricciones a las importaciones y la brecha cambiaria en la producción.

El acuerdo con el FMI agravará la recesión.

Las restricciones a las importaciones -que el FMI promueve reforzar para atesorar divisas como garantía de repago de la deuda- y el cepo cambiario son el resultado de la bancarrota del Banco Central, donde prima el “síndrome de la sábana corta”, fruto de la fuga de capitales incesante. Además de los efectos recesivos de ambas políticas, de ellas se desprenden un sinfín de problemáticas. Por ejemplo, la industria farmacéutica viene advirtiendo que se espera un faltante de medicamentos durante el año ante la imposibilidad de los laboratorios de acceder a los dólares necesarios para importar ciertos insumos.

A su vez, crece la brecha cambiaria, hoy del 74%, donde la cotización del dólar blue y el Bolsa, luego de experimentar un descenso tras la suba de tasas del BCRA, retomó su tendencia alcista. Lo anterior impacta en la inflación por dos motivos: en primer lugar, porque fomenta expectativas de devaluación promoviendo una mayor remarcación en las góndolas, y, a su vez, frente a los cupos de importación muchas patronales realizan sus compras en el exterior con dólares paralelos trasladando al precio final esos costos más elevados. A su turno, la brecha cambiaria incentiva tanto el acopio por parte del capital agrario a la espera de una devaluación, como la subfacturación de exportaciones a manos de los pulpos que se resisten a liquidar el dinero de sus ventas al exterior al precio del dólar oficial, agravando la crisis de reservas.

Otro problema que se desprende de ello es que el 30% de las exportaciones de servicios del 2021 se cobraron al dólar blue, por fuera del circuito oficial, lo que significó una fuga de USD 1.800 millones y se espera que este año llegue a USD 2.400 millones. Los datos fueron recabados por Argencon, la cámara que nuclea a las empresas de la llamada “economía del conocimiento”. Sucede que los profesionales argentinos de esta rama que trabajan para empresas radicadas en el exterior reciben su sueldo en dólares pero no lo liquidan en el país, en todo caso aprovechan la brecha cambiaria para vender esos dólares en el mercado paralelo y así obtener más pesos.

Así las cosas, el drenaje de divisas constante y las consecuentes trabas para importar son factores de dislocamiento de la economía Argentina que profundizan la recesión, puesto que la industria local es altamente dependiente de los componentes importados. Sin ir más lejos, los bienes de capital, las piezas y accesorios para bienes de capital y los insumos para la producción (bienes intermedios) representaron el 72,1% de las importaciones del mes pasado. Incluso, el crecimiento interanual de las cantidades importadas (16,6%) superó el de las exportadas (4,9%) y la única razón que explica el superávit comercial de marzo 2022 de USD 279 millones es que los precios de los bienes que exporta el país aumentaron en un 22,6% en términos interanuales, mientras que los precios de los productos que importamos subieron en menor medida (13,7%).

Ahora bien, la balanza de pagos hubiera sido deficitaria sino fuera por los altos precios internacionales de los productos primarios que exporta Argentina, que, de conjunto, crecieron un 21,6% interanual, permitiendo que ingresaran USD 2.106 millones por esa vía. Por el contrario, los términos de intercambio de la industria del país viene en declive: según un informe de la Fundación Observatorio Pyme (FOP) “el año pasado, el precio de los bienes que las fábricas necesitan importar para mantener su actividad subió 29%, mientras que el precio del producto final de lo que venden al exterior había crecido 13%” (Ámbito, 22/4). Un escenario que se agravará durante el 2022, a la luz del encarecimiento de los fletes internacionales, cuyo precio ascendió un 81,9% de un año a otro, y la disparada del precio mundial de la energía que importamos. Como se ve, todos factores que presionan sobre las alicaídas reservas del BCRA y hacen incumplible la meta de acumular USD 5.000 millones que impuso el FMI.

La ausencia de un desarrollo nacional autónomo y el alto grado de primarización económica genera que, en caso que mermen los precios de las commodities del agro, la situación de las reservas se vuelva aún más explosiva. Basta mencionar que la matriz importadora de la industria argentina llevó a que en 2021, tal como indica un informe elaborado por FADA, solo tres sectores productivos presentaran un balance cambiario positivo (cadenas agro, minería e informática), mientras que el resto terminaron el año con un saldo comercial en rojo, es decir, demandaron más dólares al Banco Central de los que ofrecieron.

En definitiva, corresponde transitar un rumbo opuesto, donde se frene la sangría de divisas nacionalizando bajo control obrero la banca y el comercio exterior, rompiendo con el FMI y rechazando la deuda usuraria, en función de destinar el ahorro nacional al desarrollo productivo del país orientado a resolver las necesidades de las mayorías populares. Un programa de los trabajadores que ofrece la única salida positiva a la crisis en curso.