Políticas

6/9/2019

Fernández toma lecciones de los precarizadores portugueses

Cerrando su gira por la Península Ibérica, Alberto Fernández se reunió hoy con el primer ministro de Portugal, António Costa, adonde habría ido a tomar lecciones de la gestión de su gobierno y de sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.


Las políticas de la coalición centroizquierdista que gobierna el país luso desde 2015 han sido caracterizadas por el candidato a gobernador bonaerense Axel Kicillof como “un ejemplo de salida con crecimiento”, mientras CFK ha hablado de ir a una renegociación con el FMI “a la portuguesa”.


En sus reseñas sobre la reunión, colmaron de elogios al “modelo portugués” desde Clarín hasta Página12, en sintonía con los que en el pasado le habían llegado desde los referentes de Frente de Todos hasta Christine Lagarde, presentándolo como un ejemplo de que se puede hacer compatible la recuperación económica con el pago de la deuda externa a los organismos del capital financiero.


El diario de Víctor Santa María, por ejemplo, sentencia enfáticamente que “desde que asumió la dirección del Gobierno, Costa ha logrado recuperar la economía” (Página12, 6/9), buscando contraponerlo a los gobiernos de signo derechista que estuvieron antes de esta coalición entre la centroizquierda y la izquierda integrada al régimen.


Lo cierto es que, como hemos señalado en Prensa Obrera, el llamado “milagro” de Portugal se sostuvo justamente sobre los poderosos ajustes ejecutados en la primera parte de esta década por sus antecesores, como parte de los mandatos del FMI, la Unión Europea y el Banco Central Europeo. Las conquistas de los trabajadores sufrieron retrocesos en sus conquistas históricas que nunca han sido recompuestas, e incluso –como en el caso de la inversión en salud y educación- se han colocado por detrás de esos años.



La expresión más contundente de este proceso fue el mantenimiento por parte del gobierno de Costa de la reforma laboral de 2011-2014, que facilitó los despidos y redujo las indemnizaciones, destruyó la estabilidad horaria y avanzó contra el seguro de desempleo y sobre el poder de negociación de los organismos obreros. Esta golpiza ha convertido al país luso en un infierno de precarización laboral, con particular dureza sobre la juventud.


Fernández ha ido a tomar apuntes, cuando Costa viene en estos meses de negociar una nueva legislación laboral con la misma orientación flexibilizadora con la derecha –y el aval de las patronales-, y de movilizar al Ejército contra la huelga de transportistas, que ha sido uno de los más recientes emergentes de un importante reguero de luchas populares en el período reciente contra las políticas de ajuste.



A su turno, “Fernández afirmó que Portugal, España y Argentina debían trabajar conjuntamente para concretar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea” (ídem), un pacto que recrudecería la opresión semicolonial sobre los países sudamericanos y cuya eventual llegada ha servido a los capitalistas locales para insistir en que es necesario, para poder competir con los empresarios del norte, reventar los convenios colectivos de trabajo –el modelo de Vaca Muerta que Fernández viene elogiando.


Los trabajadores argentinos pueden ver en el ajuste, la flexibilización y la militarización de la huelga un anticipo de lo que representa una gestión “nacional y popular” de pago de la deuda.