Políticas

10/3/2011|1167

¿Fin a un símbolo proletario?: le robaron la bicicleta a Aurelio Díaz

El vehículo que fuera ícono de la militancia del dirigente del Partido Obrero fue sustraído. "Mi error fue dejarla todos los días en el mismo lugar. Ojalá la pueda encontrar", dijo Aurelio.

Extraído del Diario “Chaco día por día”

«Si algo identifica a Aurelio Díaz, además de sus bigotes de otro siglo y su defensa enfática del ideario socialista, es su bicicleta. La fiel compañera que siempre lo llevó a reuniones de militantes, a piquetes, a marchas populares y a las obras en que trabajó como un obrero más. “Ahí también pasearon nietos y fui al juramento de mi hijo como abogado”, agrega él. Pues bien, esa bici repleta de historias fue robada.

Aurelio la tenía desde el año 2003. Antes había tenido muchas otras, que le habían durado muy poco. “Me las robaban seguido, era una cosa de locos, que me llamaba la atención. A veces, dejaba mi bici entre un montón de otras, y cuando volvía la que se habían afanado era la mía”, recuerda.

El dirigente del Partido Obrero tuvo entonces una idea que acabó plasmando. Visitó a su bicicletero de cabecera y le pidió que le construyera una bici de modelo exclusivo. “Hacémela bien fulera”, encargó Aurelio, confiado en que cuanto más fea fuese, menos tentaría a los ladrones de la ciudad. El encargado de la misión la cumplió al pie de la letra.

El resultado fue un biciclo desprovisto de toda gracia, sin adornos y pintado con uno de esos colores tristes de las salas de los hospitales. La cenicienta de todas las bicis del universo. Aurelio se preguntaba si el conjuro funcionaría. El tiempo le dio la razón. Los años pasaban y cada vez que él volvía allí donde había encadenado a su compañera, ella lo estaba esperando. Fea pero leal, pensaba, satisfecho.

Últimamente, solía dejarla frente a la Librería de la Paz, en la avenida 9 de Julio. Tenía que recorrer barrios de Barranqueras y Vilelas, y ante el calor era mejor tomarse colectivos desde el centro hacia esos municipios. Pero hace unos días, la peor sorpresa lo aguardaba. La bici no estaba. “Me la afanaron, nomás”, se dijo.

“Yo creo que me la venían junando”, contó Díaz ayer a Norte. “Mi error fue dejarla todos los días en el mismo lugar. Ojalá la pueda encontrar”. Pero, consciente de la astucia de los delincuentes locales y de su rapidez para descuartizar bicis y motos, Aurelio se resigna a pensar un Plan B. “Si hace falta -confiesa-, voy a tener que mandar a hacer otra, más fea todavía”.»

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