FRAL: un programa que ningún trabajador puede votar

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El Frente Amplio de Liberación (Fral) dio a conocer su Programa y Declaración de Principios. El Frepu también se presentó, en 1985, como un acuerdo “principista”, lo cual, no le evitó quebrarse sin pena ni gloria y agotarse en la primera crisis política seria, como fueron los acontecimientos de semana santa. Lo que ocurre es que los partidos que forman el Fral, como también los que formaron el Frepu, entiendan por acuerdo principista lo que es su contrario, es decir, la amalgama Indiscriminada de las mis contradictorias concepciones políticas. Esto explica que el padre putativo de ambos frentes haya sido la improvisación y la gestación a espaldas de los militantes y del conjunto del activismo obrero. Un frente debe partir siempre de una delimitación de posiciones, es decir, de una constatación de las divergencias, porque es esto lo que permite circunscribir y precisar un pacto electoral o de acción, dándole así un carácter efectivo y de principios. La abusiva pretensión “principista” del Fral destruye, sin embargo, las reiteradas afirmaciones de la dirección del partido comunista, de que el acuerdo con el PH no pasaba de una conveniencia de carácter legal o de que no iba más allá de un pacto electoral... ¡cómo si los pactos electorales no tuvieran la mayor trascendencia política! El Fral no es un frente principista, por la simple razón de que los frentes principistas no se improvisan. El Fral es un frente oportunista, y es en este carácter oportunista que residen sus “principios”. Un examen incluso somero de su “declaración de principios", demuestra que este oportunismo domina completamente sus posiciones.
"Alternativa real"
¿En qué debería consistir una alternativa real en las próximas elecciones?
Si la historia de los últimos doscientos años y toda la teoría marxista no fueran suficientes, los sucesos de semana santa han servido para demostrar que el mecanismo representativo del Estado burgués es un engranaje completamente subordinado y sometido a los intereses de clase que dominan a este Estado y a los verdaderos centros de poder que los representan: el gobierno Imperialista yanqui, el clero, la camarilla militar. Como ya ocurriera con la deuda externa, los acuerdos con el FMI, las leyes de la dictadura, el ascenso de los militares, tos salarios, el destino de los jubilados, etc., el parlamentarismo reveló en semana santa su completa impotencia política; los representantes del electorado en el Estado fueron marionetas que actuaban según los dictados del gran capital, de los curas y de la embajada norteamericana. No hay que olvidar nunca que en esa crisis política los principales Estados imperialistas montaron una “red de seguridad” para evitar un imprevisto hundimiento de la “democracia” argentina. De todas estas comprobaciones elementales se desprende que sin la destrucción del imperialismo y del gran capital, y del desplazamiento de la burguesía del poder político —con su consiguiente desarme militar y “espiritual"—, no puede existir una alternativa real para las masas explotadas argentinas. En las próximas elecciones hay que impugnar, la capacidad de éstas para viabilizar alternativas reales y hay que denunciarlas como una ficción en términos de posibilidades de modificar la realidad del país. La campaña electoral y la tribuna parlamentaria deben servir para denunciar “la realidad de la política” y no para engañar a los trabajadores en las posibilidades del parlamentarismo. La intervención electoral y parlamentaria debe ser consistente con la preparación de la clase obrera para luchar por el poder a través de la acción directa, preparación cuyo, primer paso es la organización política independiente de los trabajadores.
Los partidos del Fral, que son los partidos que más se rompieron los dientes en sus ilusiones en el régimen democratizante; que llegaron al extremo (todos ellos) de firmar en semana santa las “actas democráticas”, para terminar, comprobando que los propios partidos “parlamentarios” de la burguesía eran cómplices activos del indulto, la amnistía y la obediencia debida; estos partidos del Fral ven la cosa de otra manera. La “declaración de principios” dice que ellos se presentan como “una alternativa que permita elegir superando la falsa opción” (de justicialistas y radicales). Repiten que “es Imprescindible presentar al electorado una alternativa real, verdadera”, sin abrir la boca una sola vez para desenmascarar al falso régimen representativo patronal y para decir que esa “alternativa real” debe ser la lucha revolucionaria por el poder, ya que fuera de ella todo es ficción, engaño y cretinismo. Los partidos del Fral no dicen ni una sola vez que un crecimiento electoral y parlamentario de las fuerzas de izquierda no significará de ningún modo un acrecentamiento de las posibilidades del régimen parlamentario sino, por el contrario, su más rápido agotamiento, en la medida en que la burguesía le va a comenzar a ver como un marco de desarrollo político de la “subversión” y los trabajadores van a comprobar rápidamente las limitaciones del parlamento como medio de transformación. Es falso lo que dice el Fral, que se pueda “elegir” en términos de “alternativas reales” de carácter parlamentario, o de que haya que actuaren función del “electorado” como sujeto de transformación. Las elecciones permiten, naturalmente, al “electorado” “elegir” entre diferentes partidos o frentes, pero de ningún modo modificar las posibilidades del Parlamento para transformar al Estado en beneficio de las masas. No es al “electorado” que debe apuntar la agitación político-electoral, sino a la clase obrera y a las masas explotadas, para sostener la necesidad de su organización política independiente. No es casual que la “declaración” del Fral no se refiera ni una sola vez a la crisis de semana santa, y esta omisión no se explica solamente por su objetivo de ocultar la firma de las “actas” reaccionarias, sino por la completa incapacidad del Fral para denunciar el completo hundimiento de las llamadas “instituciones representativas” en esas jornadas. No se debe omitir nunca que en tanto que las “cúpulas” democratizantes de derecha e izquierda pactaban en la Casa Rosada su sometimiento a la solución dictada por Gildred, la Sociedad Rural y Rico, el pueblo comenzó a desplazarse a los cuarteles, comprendiendo mejor que toda la izquierda del Fral, dónde se encuentra el poder político y cómo se lo debe combatir.
El fomento de las ilusiones parlamentarias es un planteo típicamente antirrevolucionario; en el cuadro de la enorme crisis política y militar actual, constituye un crimen político. Estas posiciones desnudan el carácter ficticio del Fral como alternativa nada menos que de “liberación nacional y social". ¡Qué clase de “liberación nacional y social” puede siquiera imaginarse sin el derrocamiento político del imperialismo y del gran capital!
La mentada “declaración de principios” culmina en un claro caso de “cretinismo parlamentario” cuando plantea la “revocatoria”, es decir la posibilidad para el electorado de sustituir a su representante parlamentario cuando lo considere conveniente, dentro de los marcos del Estado burgués. El Fral quiere aplicar los principios de la Comuna de París y de los Soviets de 1917-23... pero sin sacarse de encima a la burguesía. Se debe suponer que, para el Fral, las limitaciones históricas del parlamento patronal (el cual no es, en última instancia, más que una forma de coerción sobre la lucha de clases del proletariado), podrían superarse mediante una reforma electoral. Ni qué decir que, si esa reforma llegara alguna vez a ver la luz, lejos de acentuar las posibilidades del parlamentarismo las arruinaría para siempre, esto porque el marco deliberativo y ejecutivo que crearía la revocatoria chocaría de inmediato con el poder del Estado y desataría la guerra civil. El “cretinismo parlamentario” del Fral lo ubica a éste en el campo de la demagogia, de la frase de efecto y de la impostura, y por sobre todo en el limbo de la realidad.
Las elecciones deben servir para decir a las masas la verdad sobre el Estado, y no para exponer las mentiras piadosas de pequeño burgués atemorizado ante la inventada “opinión pública”. La campaña electoral debe consistir en un combate de la ilusión parlamentaria y en un constante llamado a la organización Independiente de los trabajadores. Olvidarse de este “principio” elemental, avalado por todas las luchas victoriosas de los pueblos, en momentos en que la “policía brava” gatilla a pobladores y piquetes de huelga por expresa orden del aparato de Estado, es simplemente apuñalar los esfuerzos de organización de los explotados.
Programa
Sobre la base de semejante “declaración de principios”, está claro que el llamado “programa” que le sigue a continuación, no es más que un conjunto de propuestas de reformas parlamentarias, que en tanto que tales no tendrán ningún porvenir. Sin embargo, algunas de ellas nos hablan mucho de la completa bancarrota política de esta flamante coalición.
Es así que, siguiendo en esto la escuela del Frepu, el programa del Fral no plantea la ruptura con el FMI, algo llamativamente consistente con el hecho de que países como Hungría, Polonia, Yugoslavia, se esfuerzan por seguir dentro del Fondo y por sobre todo cumplir con sus planes. Los “economistas” renovadores del PC argentino (Félix Marcos) han justificado públicamente que no se plantee la ruptura con el Fondo. El Fral ha tenido la rara virtud de liquidar uno de los pocos planteos antiimperialistas del PH, convirtiendo el “minga al FMI” en un “minga al PH”.
Ahora: ¿qué decir del planteo de “no pagar la deuda externa”, de parte de un Frente que insiste en la no ruptura con el Fondo? Está claro que, si el Fral aspira a compatibilizar ambas posiciones, el “no pago" queda en la nada. Pero esta posibilidad que surge del programa del Fral, fue una sistemática realidad en el Frepu, quien sustituyó el “no pago” por la “moratoria”, y luego sustituyó a esta última por la “moratoria a lo Alan García”, “a la Sarney” o “a la Ubaldini”. Ninguna de estas “moratorias” fueron tales y todos sus mentores terminaron claudicando ante el FMI y la banca internacional. Considerando esta realidad, el llamado “no pago" del Fral no tiene ningún significado político.
Cualquiera puede comprender que la reivindicación del “no pago de la deuda externa" se presta muy fácilmente a la demagogia. La puede usar cualquier caza votos; no compromete a nadie, y la propia burguesía echa una mirada de benevolencia cuando ve que el planteo no tiene consecuencias efectivas y más aún si sirve al negocio de algún vivido. Por este motivo, el deber mínimo, elemental, irrenunciable, de. cualquier frente antiimperialista es señalar que entiende al “no pago", no como una reivindicación parlamentaria o electoral, sino como una reivindicación que solo puede realizarse mediante un plan de lucha, impugnando toda presentación diferente como algo que corresponde al charlatanerismo. Sin embargo, todas las reivindicaciones del programa del Fral tienen un alcance exclusivamente parlamentario y en ningún caso constituyen el punto de partida de una acción de masas. Los franeleos del Frepu con los “26 puntos” de la CGT, donde el “no pago” no figuraba y donde la “moratoria” tenía un carácter indefinido, y por sobre todo donde estaba ausente un plan de lucha para Imponer esa reivindicación, demuestran que el reclamo del Fral sobre la deuda externa es pura impostura.
¡Pero qué decir de todo este asunto cuando en el programa del Fral se lee el reclamo de la “sanción de una ley de inversiones extranjeras que (¡por supuesto!) privilegie el desarrollo nacional independiente...”! ¡Los muchachos del Fral no terminaron de desconocer la deuda externa y ya están solicitando las “inversiones extranjeras"! Las “exigencias" del Fral de que la inversión extranjera promueva el “desarrollo" y no capte "el ahorro nacional", nos muestra a un pretendido frente antiimperialista que desconoce lo que es el imperialismo, y que pretende comenzar la “liberación” por el dictado de una ley de radicación de capitales. Las prioridades del Fral son sintomáticas: antes que definir cómo lucharemos contra el boicot y la agresión imperialista que serán la consecuencia Inevitable de la “liberación nacional”, la. nueva “alternativa real” se preocupa por los términos de una colaboración con él imperialismo.
En todos los puntos del programa del Fral se manifiestan estas descomunales contradicciones; un frente de este tipo no puede tener perspectivas* progresivas, necesariamente constituye un freno a la evolución política de los activistas y del conjunto de los trabajadores. Llega a plantear la oposición a “toda forma de Pacto Social que perjudique los intereses de los trabajadores”, formulando de este modo la hipótesis de un “pacto social” capaz de satisfacer a obreros y capitalistas. Luego de desconocer la naturaleza del Imperialismo, el programa del Fral confiesa no conocer la naturaleza del capital y de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Es evidente que el programa del Fral tiene, entonces, características directamente reaccionarias, en el sentido elemental de esta palabra: de pretender frenar el proceso de la lucha de clases. En el lenguaje del Fral se delata la intención de encontrar un terreno común con la burocracia sindical, la cual ha hecho del “pacto social" su caballito de batalla, y no se va a encontrar ningún escrito de ella donde diga que el “pacto” perjudica a los trabajadores. Está completamente claro, en definitiva, que el Fral opone a la independencia del proletariado, su colaboración “igualitaria", “equilibrada”, “sin perjuicios" con la burguesía. Llega a reclamar que el Estado dicte una “ley de asociaciones profesionales”, es decir, que intervenga en la organización de los sindicatos, pero que "prohíba la injerencia estatal en su vida interna”. El contrasentido es total, pero la idea central está a salvo: reemplazar la organización independiente de los trabajadores por la estatización de los sindicatos. Todo planteo de "democracia participativa” dentro del Estado burgués es, por otra parte, una posición de estatización de las organizaciones populares, pues éstas no podrían “participar” dentro del Estado organizado por los explotadores si no es permitiendo la “participación” de este Estado en las organizaciones populares.
En definitiva, el programa del Fral no llega a ser ni parlamentarista ni constitucional, en lo que éstos podrían tener de limitadamente progresivo —es decir, en la no injerencia corporativa en las organizaciones obreras, que se expresa en pactos sociales y leyes de asociaciones profesionales, las cuales violan el principio de libre asociación establecido en la constitución.
Dos cuestiones decisivas
¿Es posible después de todo lo ya dicho que aún queden en el programa del Fral cuestiones que puedan ser caracterizadas como “decisivas” en relación a las anteriores? Sí, porque son cuestiones políticas esenciales y porque la confusión reinante sobre ellas es la mayor y la más peligrosa.
Uno de los puntos del programa del Fral plantea: “Defensa popular del orden constitucional, contra cualquier intento golpista o presión militar, mediante la movilización, el paro activo y los recursos institucionales y constitucionales”.
Se nota que los autores del párrafo citado han puesto todo su cuidado por parecer combativos (“defensa popular”, “paro activo”) y mesurados a la vez (“recursos constitucionales”). Lamentablemente, el empeño por el aspecto diplomático del programa no hace sino resaltar aún más su incongruencia de fondo.
Si hay un punto en que los trabajadores deben prestar la mayor atención es, precisamente, éste relativo al golpismo, ya que la demagogia y la frase hueca en torno a este problema son las responsables de las principales derrotas de la causa de la democracia y de la clase obrera de los últimos 60 años.
La emergencia de los golpes militares con posibilidades de victoria o como fenómeno de fondo, es una manifestación irrefutable del agotamiento del “orden constitucional” para operar como árbitro de la lucha de clases; dicho de otro modo, es una manifestación de una auténtica crisis política, en el sentido de que no tiene solución en el marco de la organización política existente. Esto vale también para el caso inverso, una tendencia a la movilización revolucionaria de las masas, aunque lo “normal” en toda crisis política de fondo, es que coincidan ambos fenómenos opuestos. Por eso es un descomunal error plantear que la perspectiva de la lucha contra el golpe sea el sostenimiento (por “popular” que se quiera) del sistema que ha sido incapaz de prevenir ese golpe o, de un modo general, de encauzar las contradicciones que hacen eclosión en el golpe militar. La consecuencia de una victoria “constitucional” contra cualquier golpe, en esas condiciones, es siempre un segundo golpe, mejor preparado esta vez, con un respaldo más decidido de la burguesía, y con un pasaje más decidido también hacia el golpismo por parte de los políticos que, en el “primer golpe”, aun conservaban sus vestiduras constitucionales. Esto ocurrió en Argentina en junio y setiembre de 1955; en setiembre de 1962 (primer intervención de Onganía) y junio de 1966; en diciembre de 1975 y marzo de 1976; y en Chile, en mayo y setiembre de 1973.
Todas las primeras victorias “constitucionales" contra el golpismo, terminaron con la victoria final del golpismo contra los regímenes constitucionales.
Es indudable que es excepcional el caso de un régimen político que se hunde de modo tan fulminante que no da un tiempo para aprovechar los medios de que aún dispone para enfrentar el golpe; el Partido Obrero hizo una agitación a favor de esta utilización durante semana santa, cuando reclamó un comité multipartidario con el gobierno para organizar la ocupación de las centrales de comunicaciones por parte de los trabajadores. Pero ya aquí el uso del régimen constitucional tiene un carácter extraconstitucional, que expresa precisamente su agotamiento como marco político del enfrentamiento entre las clases sociales. Qué decir entonces de la perspectiva política general: agarrarse a un régimen burgués que la burguesía abandona, es querer superar un naufragio con un salvavidas pinchado. Plantear semejante política es ordenar que los trabajadores se larguen a navegar sin decirles que se aseguren sobre la consistencia de sus propios salvavidas.
El programa del Fral es más “preciso” que el del Frepu, el cual se limitaba a plantear “contra todo golpe”, pero precisamente esta “precisión” termina por poner de relieve el carácter derrotista y de seguidismo a la burguesía que ya tenía aquél. En la lucha contra el peligro gol- pista, la clase obrera debe reforzar el carácter independiente de sus organizaciones y desnudar los lazos entre el régimen constitucional y los militares porque éstos son los primeros en apoyarse sobre todo lo válido del régimen constitucional para ellos (su carácter de clase, la solidaridad de principio que une a sus componentes, la garantía que da en todo momento de que el monopolio de las armas seguirá en manos del cuerpo de oficiales), para preparar con el máximo cuidado el golpe. El primer acto de la lucha contra el peligro golpista es denunciar al régimen constitucional; el Fral por el contrario comienza asegurando que en toda lucha contra el golpe será solidario con la constitución. Pero el segundo acto de la lucha contra el golpe es liberarse aún más de cualquier compromiso con el régimen constitucional o de ilusión en él, para poder apelar a todo método extraparlamentario de lucha, que será el único que dará cuenta de los golpistas. El tercer acto de la lucha contra el golpe es sacar la conclusión que la impotencia del régimen constitucional, demostrada por el solo hecho de la insurgencia militar, y demostrada consecuentemente por la intervención extraparlamentaria de las masas, plantea la preparación sistemática de la toma del poder por la clase obrera. No el “retomo” a la constitución sino la dictadura del proletariado. La tarea esencial contra todo golpe no es la “movilización o “el paro activo”, como si las medidas aisladas pudieran enfrentar un golpe militar, sino el empleo de todos los medios de propaganda, agitación y organización, para separar a la tropa de los sublevados y armar a los trabajadores.
El planteo del Fral es una defensa encubierta de la política capituladora de sus partidos en semana santa, cuando acompañaron sin críticas a la “movilización” radical y cuando utilizaron el “recurso institucional” (pero no “constitucional") del “acta democrática”. El programa del Fral constituye, por todo esto, una declaración anticipada de subordinación política ante la burguesía y de derrota, frente a un futuro golpe militar. Los campeones de la democracia se muestran, así como sus enterradores; la defensa de la democracia, por el contrario, contra el régimen burgués y él imperialismo, solo puede hacerse de un modo revolucionario.
El otro punto sobre el que hay que llamar la atención es sobre la novedosa reivindicación que dice: “Efectivo ejercicio de la soberanía en las zonas de frontera”. ¿Es así como el Fral supera la cuestión militar? ¿Es así como' elimina la “doctrina de seguridad nacional”? ¿Es éste el núcleo de la ley de defensa que propone el PC, revelando con ello que pretende modificar sustancialmente a las fuerzas armadas por vía parlamentaria?
Enviar a las fuerzas armadas a la frontera (si vale la expresión) es un miserable planteo contrarrevolucionario, porque lo que tenemos en la frontera argentina son tos pueblos uruguayo, brasileño, paraguayo, boliviano y chileno, de cuya unidad revolucionaria depende la emancipación nacional. La “soberanía de frontera” por parte de Argentina es un planteo reaccionario; el único antiimperialista es la unidad socialista de América Latina. La crítica pequeño burguesa a la doctrina de seguridad nacional “olvida” simplemente la colaboración “fronteriza” que impuso esa doctrina, la cual superó así el viejo “nacionalismo” en materia de represión. La alternativa del Fral, de la “soberanía en la frontera”, es una confesión de la total impasse de los democratizantes a la hora de querer encontrarle una salida a la cuestión militaren el marco constitucional.
Ni qué decir que esta "soberanía fronteriza” nada tiene que ver con Malvinas, donde no hay una frontera que cuidar sino un territorio que recuperar. El Fral reclama esa recuperación, creyendo que con esto se saca la credencial de antiimperialista, pero el planteo es común a todos los partidos patronales proimperialistas. Lo esencial sobre Malvinas no está dicho: su recuperación solo será posible como consecuencia de la unidad socialista de América Latina, es decir, como consecuencia de la superación de las divisiones “fronterizas” (en realidad políticas) entre los trabajadores de América Latina. La “soberanía en la frontera" del Fral da por eso la espalda a la gran cuestión territorial argentina donde está vigente la lucha por la independencia nacional.
Conclusión
El programa del Fral contiene un número sin precedentes de reivindicaciones entre capítulos, puntos e incisos. Esto no indica que haya elaborado mucho; al contrario, es un índice inconfundible de la voluntad de sus redactores de disimular al máximo la concepción política única, central, que debe caracterizar a un programa. El programa es un cuidadoso trabajo de despiste.
Si se tiene en cuenta la abrupta quiebra del Frepu, es indudable que el Fral aparece como el último intento de cohesionar a los elementos pequeño burgueses y democratizantes de la izquierda argentina, por eso es más derechista que los ya olvidados 23 puntos en los que se inspira. Naturalmente, semejante tentativa choca con la evolución francamente revolucionaria que caracteriza al activismo de izquierda y sindical. En la lucha contra el Fral se juega la perspectiva de este activismo y de la izquierda: es decir entre la derecha que la quiere integrar al Estado burgués y la izquierda que quiere que se transforme en el eje del reagrupamiento revolucionario de masas hacia el que apunta el conjunto de la crisis argentina. La oposición entre ambas perspectivas está formulada en la lucha entre el Frente de Trabajadores y el Fral, por eso el primero está conquistando a numerosos activistas sindicales y de izquierda y por eso su formación responde directamente a la necesidad de conjunto de estos activistas de dotarse de una dirección y organización revolucionarios.