Políticas

26/9/1996|512

Fuera Menem

Que un Congreso de bases de los trabajadores se haga cargo de la direccion economica y politica del país

La huelga de 36 horas del jueves y el viernes no solamente responde a la necesidad de impedir que el gobierno concrete su proyecto de liquidar salarios, convenios, indemnizaciones por despido, condiciones de trabajo, o de arancelizar y privatizar la salud, o imponer la ‘reforma educativa’.


La huelga de 36 horas es tambien el reflejo del completo empantanamiento en que se encuentra el país, de la inmensidad de la pobreza de las masas y de la gigantesca tasa de desocupación. Los trabajadores no vislumbran ninguna salida bajo este régimen —por eso sale  la huelga de 36 horas.


Si no ¿cómo explicar que finalmente el paro se haga, a pesar de las  infinitas postergaciones, de las  provocaciones, de las numerosas negociaciones para levantarlo y hasta de los anuncios de que después del paro la CGT se va a sentar a negociar con el gobierno, aun cuando no ha recibido ninguna aceptación de las reivindicaciones del movimiento obrero y sí reiteradas afirmaciones de Menem de que no va a aceptar ninguna de esas reivindicaciones?


La huelga de 36 horas refleja que el gobierno no tiene ninguna salida que se mida con la amplitud de la gigantesca crisis. Su política agrava esta crisis cada día más. Su permanencia en el poder se ha transformado en la causa principal de los violentos ataques contra los derechos de los trabajadores y en la causa principal del desmoronamiento nacional.


El menemismo como gobierno se ha derrumbado. Los Cavallo, los Béliz, los Kirchner abandonan el barco y ya anuncian lo mismo los Cafiero y los Lorenzo Miguel; hasta los Alsogaray han empezado con sus ‘críticas’.


Es necesario poner fin al régimen que ha destruído conquistas de un siglo del movimiento obrero y que preside el completo hundimiento nacional. Estamos ante una lucha reivindicativa de la mayor importancia, de una importancia histórica. Pero estamos tambien ante una crisis nacional provocada por este gobierno, por su política capitalista y por el capitalismo.


Nuestros adversarios ven esta realidad de frente. Los políticos patronales, los banqueros, los capitalistas, los funcionarios, los diplomáticos —todos están discutiendo las alternativas y las opciones, desde una represión violenta que demore la caída de Menem, hasta la formación de gobiernos de coalición que prosigan la misma política por otros medios.


Los trabajadores tenemos que plantarnos ante esta realidad con nuestra política.


Uno. Hay que luchar hasta el final; ninguna ‘negociación’ parará la ‘flexibilidad’ ni pondrá fin a la desocupación. Necesitamos paritarias, libremente elegidas, para imponer convenios de trabajo con nuestras reivindicaciones de salarios, condiciones laborales, desempleo. Huelga general.


Dos. Tenemos que tomar la dirección de la lucha en nuestras manos. En lugar de una dirección que no responde ante nadie, burocrática, necesitamos una dirección que sea elegida en un congreso de delegados de base y que sea responsable y revocable ante las bases.


Tres. Fijar nuestra posición ante la crisis política y el descalabro nacional. El gobierno menemista está incapacitado para dar una salida porque es un rehén de los acreedores y los explotadores. Es necesario un nuevo gobierno, para aplicar otra política. La clase obrera, los trabajadores pueden candidatearse al gobierno, y deben hacerlo, mediante un congreso de delegados de bases que elabore un plan económico y político de salida para las mayorías nacionales, que lo ejecute y que controle su ejecución.