Políticas

23/5/2023

Grabois justifica su incoherencia con una caricatura de la dialéctica

Una “delimitación” con la izquierda revolucionaria, reivindicando el seguidismo al nacionalismo burgués.

Acto de Juan Grabois.

El dirigente social y ahora precandidato a presidente por la interna del Frente de Todos, Juan Grabois, se refirió despectivamente a la izquierda revolucionaria y justificó la integración del gobierno del ajuste reivindicando lo sano de la contradicción. Pero su intento no pasó de una loa al eclecticismo -doctrina que intenta combinar distintos elementos sin un enfoque preciso- y al seguidismo del “progresismo” al nacionalismo burgués en bancarrota, que hoy lidera el ajuste.

Como parte de su discurso de lanzamiento con un acto en Ferro, Grabois expresó que “no nos tienen que asustar las contradicciones. Lo enseñó el filósofo Hegel. Lo enseñó el revolucionario Marx. Lo enseñó el Papa Francisco. Y la vida misma es una contradicción”.

La combinación interesada de Hegel, Marx y… el Papa Francisco es solo a los fines de generar confusión en el auditorio para justificar que la solución entre la “tensión entre la organización popular de base y la lucha política” responde a contradicciones complejas, lo que convalida armados políticos eclécticos e injustificables como la integración “popular” del gobierno del ajuste y el FMI.

No toda contradicción conlleva un enfoque dialéctico

Grabois reconoce algo evidente, la contradicción de pertenecer a la formación política que acuerda y desenvuelva la orientación política del FMI. Pero lo hace en función de elevar el eclecticismo y el seguidismo político a los partidos patronales como método, incluso encontrando algo de “marxismo” en ello.

Resulta que no toda contradicción resulta en un enfoque dialéctico. Para el caso de Grabois solo sirve a postular una amalgama ecléctica que lo lleva a ubicarse en ambos lados del mostrador (las orgas sociales y el Estado), aunque con una política funcional a la continuidad de los intereses sociales vigentes: los de la clase capitalista.

Grabois se envalentona y afirma que “el que quiere vivir sin contradicciones (vaya) a Marte, o a una biblioteca o a uno de esos partidos que hablan de revoluciones que nunca van a hacer”, tratándose de delimitar de la izquierda revolucionaria que sí articula un método dialéctico, y que plantea una superación de las contradicciones sociales por medio de un gobierno de los trabajadores.

Lo que la izquierda revolucionaria no comparte no es la existencia o no de contradicciones sino el carácter de las mismas: algunas, como la organización el movimiento de desocupados que pretende terminar con la desocupación, son progresivamente dialécticas; lo mismo que la lucha salarial de los trabajadores desenvuelta también por un partido obrero que se propone terminar con el trabajo asalariado; mientras que otras, la integración de las organizaciones sociales al Estado que condena a millones a la pobreza, son negativamente eclécticas.

Una cosa es enunciar las contradicciones dialécticas de la realidad y otra las contradicciones de una política que carece de dialéctica, ofreciendo un curso de acción subordinado a la defensa del status quo de las cosas: es decir, sin transformación social alguna para este caso. Lo de Grabois es una contradicción de tipo “personal”.

Por ejemplo, éste anuncia que no va a bajar su candidatura “en el Frente de Todos”, al menos que se presente Wado de Pedro: ahí no hay dialéctica que valga, ni mucho menos cita a Marx, ya que Wado sería el candidato de la actual vicepresidenta en funciones, que apadrinó la candidatura del ajustador Alberto Fernández.

Lo que Grabois intentó justificar es lo que más adelante, en su discurso, supo llamar “los dos polos de la contradicción”. El primero en referencia a su formación dentro de un espacio que indicaba que “había que cambiar el mundo sin tomar el poder. Construir poder popular, con horizontalidad”. El segundo, en la combinación de esta “autonomía” con “la conciencia de que el Estado estaba en disputa” debido a la asunción de gobiernos de tipo nacionalista burgués en el subcontinente.

Para Grabois “esa dialéctica de la contradicción hizo avanzar la historia. Fue esa dialéctica de la contradicción la que llevó al poder a Evo, a Lula, a Correa, A Mujica, a Néstor, a Cristina”. Pero se trata justamente de lo contrario: la integración de los movimientos autonomistas e izquierdistas al Estado, a falta de la formulación de un programa político de independencia de clase, solo colaboró a la negación de una superación revolucionaria en términos dialécticos.

Solo alguien temerario puede exclamar el “avance de la historia” en un país con el 40% de personas en la pobreza, endeudamiento histórico, salarios y jubilaciones de pobreza e indigencia, uno de cada dos chicos pobres, malnutrición, etc.

Que exista un conflicto entre conceptos o elementos es una premisa necesaria para la contradicción pero no suficiente para la dialéctica, que examina esa contradicción como parte de un proceso de cambio y desarrollo. El pensamiento de Grabois es más propio del eclecticismo, buscando conciliar contradicciones irreconciliables y sirviendo como bloqueo de los procesos de transformación social.

Dicho lisa y llanamente, Grabois quiere evitar que el fracaso kirchnerista que convierta en una adhesión a la izquierda revolucionaria y a los planteos transformadores de la izquierda. No se lo permitiremos.