Políticas

25/3/1999|619

Gran Jornada de lucha

Este año, el 8 de marzo Día In­ternacional de Lucha de la Mujer, en Plaza Congreso, la convocatoria superó los actos de los años anterio­res.


Las mujeres convocamos con un escenario y un documento común, que llevó un arduo debate desde enero, y fue firmado finalmente por 9 agrupaciones: Mujeres Libres, Mujeres de Izquierda, Comisión por el Derecho al Aborto, Plenario Autoconvocado de Mujeres Traba­jadoras, Amas de Casa del País, Comisión de Mujeres del Per, Muje­res del Mst, Mujeres del Pin y Ateps.


El mandato social impuesto a las mujeres como ‘envase’ para pro­crear hijos, como ‘objeto de placer´, ‘recluidas en el hogar1, ‘re­ceptoras pasivas’ de la violencia institucional y familiar que nos im­pone el sistema, condenadas a ser ‘sujetos’ de la explotación, y todo lo que se estigmatiza como ‘cosas de mujeres’, fue literalmente dado vuelta. Las mujeres, al frente de todas las luchas sociales, rompien­do el aislamiento, nos convertimos en convocantes, no sólo de las muje­res sino de todos los trabajadores y de todos los luchadores.


Lo que “Hoy denunciamos”, en el 8 de marzo, lo convertimos en “Exigimos”, con un programa de lucha que tiene vigencia hacia el 24 de marzo y hacia el próximo En­cuentro de Bariloche. Allí se mues­tra una visión y una posición de conjunto de las mujeres sobre la realidad social, sobre la crisis capi­talista, levantando un programa de lucha que tiene validez para todas las mujeres trabajadoras y lucha­doras del país, y para las masas explotadas.


Desde el principio, el Documento conjunto plantea: “Nos compro­metemos a continuar en la lu­cha, hasta lograr terminar con la discriminación y la opresión hacia las mujeres”.


Se denuncia a la cúpula de la Iglesia, al gobierno de Menem y a los gobiernos provinciales y munici­pales que aplican su misma políti­ca, las leyes contra los derechos de la mujer y el Día del No Nacido de Menem, reclamando nuestro dere­cho al aborto y a su práctica gratui­ta hospitalaria y en las Obras So­ciales. Se reclama la anulación del punto final, la obediencia debida y el indulto, cárcel y perpetua a todos los genocidas, juicio y castigo a los grandes ladrones, como los del con­trabando de armas y a violadores y golpeadores. Se rechazan los edic­tos policiales y toda forma de reactivarlos (como las modificaciones de los legisladores ‘opositores’ al Có­digo de Convivencia). Se reclama el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, como emergencia ocupacional y la prohibición de los despidos y suspensiones. Por la de­rogación de la reforma educativa y de salud, de las Art y de las Afjp, de la privatización del Pami y de todas las privatizaciones, y la reestatización de Edesur bajo control de los cuerpos de delegados de los trabaja­dores, previo pago a todos los afec­tados por los cortes. Se reclama la anulación de las causas penales a todos los luchadores y la libertad de todos los presos políticos.


El documento finalmente reivin­dica y proyecta al movimiento de la mujer como transformador de la sociedad: “Las mujeres, princi­pales protagonistas de todas las luchas que recorren el país, nos unimos y convocamos a profundizar el camino de lucha contra este sistema de explota­ción y de opresión”.


Este documento plantea la nece­sidad de la organización del movi­miento de la mujer a nivel nacional para llevarlo consecuentemente adelante.


La discusión de los dos meses previos estuvo centrada en el carác­ter de la convocatoria. Superado el problema de conmemorar el 8 de marzo, reivindicando la lucha de todas las mujeres, y superado el problema de que la mujer lucha individualmente o agrupada en sus propias organizaciones, por la nece­sidad de extender y profundizar las luchas, el debate giró en tomo de realizar un acto con oradoras o un festival sin oradoras.


Todas las presiones de los parti­dos políticos patronales y de los acuerdos objetivos y consensuados con ellos, avivaron la polémica con­tra el camino de independencia po­lítica y organización del movimien­to de la mujer.


Que las luchadoras tuvieran un micrófono abierto para expresar sus reclamos y que la convocatoria se expresara a través de diferentes oradores, lo que hoy impiden las tres centrales sindicales, se convir­tió en el meollo de la cuestión. Y el debate se centró entre las fracciones del Per de cuatro agrupamientos de mujeres, y la posición del Plenario de Trabajadoras. Las Mu­jeres de Izquierda (Psd y PC) y del Mst reclamaban oradoras y/o radio abierta. Para no partir la convocatoria se terminó acordando el Festi­val sin oradoras, con adhesiones.


La movilización


El 8 de marzo se concentraron en Congreso centenares de manifes­tantes, la mitad de ellos mujeres con una mayoría abrumadora de trabajadoras. A esa altura, Gracie­la Fernández Meijide había cancelado su acto en el Obelisco y el acto en lugar cerrado de la OTA, con Marta Maffei (Ctera) como oradora central, se convertía en un encuen­tro sin eco al servicio de las candidatas de la Alianza.


Grupos feministas no convocan­tes al festival, pero sí a la marcha, mesas de las agrupaciones convo­cantes, el Plenario de Trabajado­ras, y el PO, que hacían su agitación tal cual estaba previsto, y que agru­paban sus columnas para el festival y la marcha, se fueron congregando en la Plaza.


Cuando la CCC, que marchó pri­mero al Ministerio de Trabajo, llegó a Plaza Congreso, el Per inventó una “provocación” (que no expli­can por escrito en su periódico). A las 18.20hs. se retiraron de la Plaza abandonando el festival y rompien­do todos los acuerdos. Esta actitud divisionista reveló que el Per volvió sobre sus pasos, ante una convoca­toria que excedía su política de di­solver el movimiento de lucha de la mujer trabajadora en un bloque policlasista, amorfo en materia de rei­vindicaciones y a la medida de la oposición patronal.


A las 18.30hs, el Plenario de Trabajadoras convocó a encolumnarse a todas las organizaciones presentes e inició su marcha con centenares de compañeras, hasta el Obelisco, cumpliendo todos los obje­tivos del acuerdo.


Las trabajadoras del Plenario avanzamos en el último año de tra­bajo, en construcción de un movimiento de Mujeres y en la delibera­ción que nos llevó a sesionar en plenarios y debatir y votar resolu­ciones. Crecimos uniendo a las mu­jeres en lucha y elaborando un pro­grama para esa lucha.


El micrófono de la columna dio la palabra a las Mujeres por las bolsas de comida de Laferrere, a las del Hospital de Clínicas, a las maestras contra la reforma educativa, a las luchadores de la salud, a las jóvenes que luchan por los Centros de Estu­diantes, a las jubiladas contra la Privatización del Pami y a la Comi­sión por los Derechos Humanos de la Zona Sur, mientras seguían lle­gando compañeras para asistir al festival y ala marcha.


El documento firmado tiene ple­na vigencia, porque la lucha es el camino para terminar con el régimen de explotación y de opresión de las mujeres, y para las luchadoras que rompen con los partidos patronales. Es necesario levantar un mo­vimiento independiente de la mujer y construir junto con todos los tra­bajadores, una alternativa obrera independiente para todos los explo­tados.