Políticas

18/7/1995|456

Hay una salida a la desocupación

En los últimos seis meses, la desocupación creció un …¡45%!  Los primeros informes oficiales muestran que pasó del 13.1 al 19%. Para el ministro de Trabajo, Caro Figueroa, la economía (cavallana) se ha transformado en “destructora de empleos”.


La sub-ocupación también está muy alta, un 12%, aunque “la encuesta oficial está superada por subregistros que oficialmente no se computan” (La Nación, 12/7). Desde principios de año perdieron su empleo 283.000 trabajadores.


¿Cuáles son las causas y cuáles las soluciones?


La existencia de una masa de desocupados es una necesidad del régimen capitalista para presionar a los trabajadores a mayores esfuerzos y a la baja de los salarios. Pero el desempleo masivo de un cuarto de la población obrera, es un hecho excepcional que corresponde a la crisis del capitalismo, es decir, a su incapacidad para dar empleo a las fuerzas productivas ya creadas y a las susceptibles de crearse en forma inmediata.


Entre 1950 y 1970, la economía capitalista mundial creció a una tasa promedio del 5% anual; desde entonces, no logra superar el 2.5%. Japón, que crecía a tasas desorbitantes, es hoy una economía en depresión. En consecuencia, la tasa de desocupación se ha duplicado o triplicado en los países desarrollados. El carácter social general de este fenómeno se demuestra en que afecta por igual a los trabajadores de todas las calificaciones técnicas.


Durante la vigencia del “plan” Cavallo, la economía creció un 34%, lo que coincide punto por punto con la sobrevaluación del peso, es decir que es un fenómeno monetario que desaparecería con una devaluación. Más real es el dato que dice que, entre 1984 y 1994, la producción industrial creció un 13.5%, cuando la población aumentó un 20%. Es decir, ¡6,5 puntos por debajo de la tasa de crecimiento de la población!


Los capitalistas se dotaron de una política para hacer frente a la crisis de su régimen social. Las leyes de flexibilización laboral, de empleo, de accidentes de trabajo y la privatización de las jubilaciones, fueron todas armas para producir el desempleo en masa y descargar la crisis del capitalismo sobre los trabajadores. El éxito de esta política en producir los resultados que se pretendían, pone al desnudo el fracaso del capitalismo como régimen social. Con  el derrumbe del “plan” Cavallo, esta política lleva a las masas a la desesperación y desenmascara su rabioso carácter anti-popular.


Pretender superar la desocupación masiva, o siquiera atenuarla, sin medidas anti-capitalistas, es un soberano engaño. Los capitalistas podrían dar trabajo usando los beneficios que fueron acumulando durante los últimos años, pero ninguno de ellos estaría dispuesto a hacerlo. Es necesaria una acción colectiva y coactiva de los trabajadores.


Por ley debe imponerse, efectivamente, la prohibición de suspensiones y despidos. Los capitalistas y el Estado están en condiciones de pagar los salarios correspondientes usando su fondo acumulado y desconociendo las deudas externa y pública usurarias. Pagar salarios a trabajadores activos es mucho más progresivo que la destrucción de riqueza que han significado las fugas de capitales desde principios de año y los cierres y quiebras de empresas.


Por ley debe imponerse también el reparto de los horas disponibles de trabajo entre todos los que están en condiciones de trabajar. La reducción que resultaría en el horario de trabajo individual sería financiada por los beneficios capitalistas.


Todas las provincias y municipalidades deben votar planes de obras públicas, bajo control de los trabajadores, financiadas con impuestos a las grandes fortunas o beneficios. Con carácter de emergencia deberían proveerse tickets-canasta a los trabajadores desocupados con vigencia en todos los comercios. El gobierno Menem-Cavallo endeudó al país en 7.000 millones de dólares para financiar la salida de capitales y el rescate de bancos en quiebra; por objetivos socialmente superiores hay que aplicar una suma como esa y más, retirada de los superbeneficios capitalistas y del pago de la deuda externa.


Establecer el pleno empleo por ley “es inviable” para la lógica capitalista, que consiste en defender a rajatablas el beneficio privado; no lo es desde el punto de vista de las mayorías nacionales, cuya tarea histórica es, precisamente, la reorganización de la economía, el estado y la sociedad, para hacer prevalecer los intereses sociales del conjunto.