Políticas

11/4/1996|489

Hebe de Bonafini

En la edición de la semana pasada adjudicamos al discurso que Hebe de Bonafini pronunció el 23 de marzo en la Plaza, conceptos que en realidad desarrolló en una entrevista al diario La Capital de Mar del Plata, el 13 de febrero pasado. Los términos de ese reportaje fueron reproducidos en un folleto especial por la Asociación Madres de Plaza de Mayo. En la entrevista, Hebe descalifica a los trabajadores, es decir a la clase obrera, como “posibilidad de una salida” y reivindica a “la marginalidad… para que las cosas cambien”.


Estos planteos no nos sorprenden ni alarman, sólo los señalamos en el marco de una discusión con el Pts, que pretendía que el festival del sábado 23 correspondía a una “política distinta” a la del festival del 24 —sin reparar, claro, en el carácter despolitizador de los actos públicos que se reducen a festivales ni en el carácter político de la manifestación que precedió al festival del domingo.


De todos modos, lo dicho por Hebe de Bonafini importa porque representa a un movimiento político aunque actúe como representante de las Madres de compañeros desaparecidos; lo mismo vale para el flamante movimiento HIJOS. En la entrevista dice que “la actividad de Madres sigue siendo básicamente popular, ya que no creemos tanto en lo jurídico…sino en la fuerza de los que estamos en la calle…”. Es en esta condición que Hebe de Bonafini descalifica al proletariado como una alternativa política, a partir de “la hecatombe”, dice, a la que los “llevó la burocracia sindical (y) un peronismo que no les enseñó a pelear sino a esperar del sindicalismo que los entregó y negoció..”. Independientemente de la validez de la afirmación acerca de lo que enseñó y dejó de enseñar el peronismo, pretender que la clase obrera no peleó en este país es simplemente ignorar la historia más elemental; habría que decir más: que la clase obrera fue la única que jugó un rol protagónico de envergadura, incluso desde el surgimiento del peronismo.


La protesta contra lo que algunos llaman ‘marginación’ y otros ‘exclusión’, es común a un cambalache bastante amplio de corrientes políticas, no solamente de izquierda o centro-izquierda, sino incluso del peronismo y del radicalismo. Denuncian la marginación capitalista pero no la explotación capitalista; consideran un paria social al desclasado, pero no al obrero, al que casi ven como a un privilegiado, e incluso soslayan que la inmensa mayoría de los desocupados pertenece a la clase obrera.  Junto con el clero, promueven como solución la ‘asistencia social’ o el ‘empleo’, es decir la explotación, pero no denuncian la ‘flexibilidad laboral’ ni la reducción de los salarios. Proponen remediar los males del capitalismo pero no combatir a este régimen de explotación, simplemente porque ignoran que la pobreza creciente y la formación de un ejército de desocupados cada vez más numeroso son una consecuencia de las contradicciones de la acumulación capitalista, y no de una desmedida ambición de riquezas de unos pocos —como asegura Hebe de Bonafini en el diario marplatense.


La sustitución de la explotación por la marginación como el fenómeno sobre el que se asienta el actual régimen social,  conduce a privar de carácter de clase a la política de las masas, a privar a los desposeídos de un programa y, por lo tanto, a ponerlos a merced de los demagogos y de los arribistas. La marginación social sólo puede ser suprimida con la abolición de la explotación social, no al revés. La atenuación de la marginalidad bajo el capitalismo sólo ocurre como un fenómeno transitorio y localizado, es decir, en las naciones más ricas, y siempre como una consecuencia de las grandes luchas del proletariado. Los sectores sociales desclasados carecen de una perspectiva homogénea, por eso no podrían constituir nunca un gobierno propio y están obligados a depositar su lealtad política en el oportunista de turno, como lo han hecho con harta frecuencia en el curso de la historia. La conciencia de clase emerge (y sólo puede emerger) al cabo de una experiencia política, que sólo puede darla una lucha organizada. Es un grave error enfrentar a las diversas clases que son víctimas de la sociedad capitalista, con la clase obrera; hay que enseñarles, en cambio, que la superación de la crisis presente sólo es posbile por medio de un gobierno de trabajadores y de un Estado obrero. En esta medida, el planteo de Hebe de Bonafini es reaccionario.