Políticas

12/6/2014|1318

Ida, de Pawel Pawlikowski

CINE

Ida, de Pawel Pawlikowski

Polonia, 1962. Ida, una joven monja, recibe un consejo de la Madre Superiora: antes de tomar los votos definitivos, debe visitar a su única pariente viva, la tía Wanda. Conocida como “la Roja”, cuya existencia la novicia desconocía, Wanda es una jueza que se destacó a comienzos de los 50 por haber mandado a la muerte a varios “enemigos del pueblo” durante las diversas purgas del régimen estalinista polaco. Apenas se encuentran, Wanda le revela una pequeña novedad a su sobrina: “eres judía”. Juntas emprenden un viaje al campo (que Wanda no se había atrevido a hacer) para conocer el destino de sus padres.

Tía y sobrina no pueden ser más diferentes: una ha vivido encerrada en un convento y se apresta a tomar el hábito; la otra es una estalinista desencantada y cínica, que goza de algunos privilegios, adicta a la bebida y al tabaco, que cambia de hombre todas las noches. Wanda no cree ya en nada, pero se siente acosada por un afán de justicia o venganza que la lleva a internarse en un terreno espinoso, que muchos polacos (en especial judíos) relacionaban con los campos de muerte.

Ida (dirigida por Pawel Pawlikowski, 2013) está filmada en blanco y negro y en el formato de la época en que transcurre la historia. Este largometraje de menos de 80 minutos se destaca, entre muchas otras cosas, por su concisión (en los primeros diez minutos ya conocemos a los principales personajes y sus búsquedas), porque no sobra ni falta nada, por la fuerza de su historia y la gran emotividad. El ambiente es plomizo y gris, pero Ida no es una película oscura. Hay humor negro y hasta un historia de amor y jazz.

Los rostros de los personajes de Ida suelen ocupar la parte baja de la imagen, mientras que arriba, en las tres cuartas partes de la pantalla, vemos los árboles del bosque, la decoración de los departamentos o las rejas de un balcón, como si los seres tuvieran un peso enorme sobre sus cabezas. ¿Será el peso del drama histórico que Ida cuenta? La segunda guerra mundial, los campos de exterminio, el estalinismo gobernante, el antisemitismo siempre presente, la Iglesia como un refugio opresivo: el film de Pawlikowski muestra un cruce de caminos donde una adolescente debe decidir su futuro a partir de un conocimiento de su pasado. El personaje que más brilla es, con sensualidad y decadencia, Wanda (interpretado por Agata Trzebuchowska), un verdadero símbolo de las “democracias populares” impuestas por Stalin en Europa oriental, regimenes policiales prácticamente descompuestos desde el orígen.


Nicolás Rijman

“Ida”, estrenada en la última edición del Bafici, se podrá ver en los próximos días en los cines tradicionales.