Izquierda Unida tomó partido por los “carapintadas”
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La conducta de Izquierda Unida y de cada uno de sus componentes ante los sucesos de La Tablada ha sido completamente contrarrevolucionaria. Izquierda Unida ha recurrido a todas las variantes del insulto y de la condena con respecto a la acción del MTP, pero no encontró nunca ni una sola palabra para condenar y caracterizar a la represión de los “carapintadas". El país asistió a la masacre de un conjunto de militantes populares embarcados en una acción de características foquistas, y sólo encontró de parte de Izquierda Unida el emblocamiento con los represores. En circunstancias en que los “carapintadas” han demostrado hasta el hartazgo que son la vanguardia de la reacción política burguesa, IU repudió “enérgicamente” el copamiento, pero no la acción de los fascistas, enteramente enderezada ésta a perpetrar una liquidación en masa de los que habían entrado al regimiento.
La esencia del suceso político de La Tablada no fue de ningún modo la operación del MTP, la cual era inevitablemente aislada, minoritaria, sin alcances ni perspectivas. La esencia de ese acontecimiento fue la represión criminal de los “cara-pintadas”, porque ella servía a la continuación de la política impulsada por tres levantamientos derechistas y por numerosos atentados y complots, apoyada desde el Estado, que apunta al reforzamiento sin límites de los aparatos represivos del Estado burgués. Aun en los más brutales amotinamientos carcelarios la izquierda y aun los sectores pacifistas de todo el mundo, se han preocupado siempre por impedir la represión masiva de los delincuentes comunes, a sabiendas de que si ello ocurría se fortalecía el aparato de represión que procura liquidar las libertades democráticas. Izquierda Unida no ha llegado, en La Tablada, ni a los talones de la izquierda más pacifista de cualquier país pues se ha solidarizado de hecho y de palabra con los autores de la desaparición de 30.000 argentinos. Izquierda Unida dice que la acción del MTP ha servido para “fortalecer las maniobras reaccionarias de la derecha civil y militar”, como si la masacre pudiera englobarse en el término de “maniobras” y como si ella no hubiera sido el hecho más relevante de todo la política de esa derecha civil y militar. Pero si IU acusa al MTP de ofrecer “pretextos”, ella ha hecho algo peor, pues ha justificado la represión militar y por lo tanto todas sus consecuencias. Brindar pretextos a un enemigo no significa todavía identificarse con él; justificarlo es ubicarse en su mismo campo político. La política “carapintada” necesitaba que se consumara una masacre; sobre este punto fundamental Izquierda Unida no dice nada. El Mas llega el extremo de endilgarle la masacre al MTP, pero sin demostrar nunca al servicio de qué política el MTP necesitaba una masacre (y encima la propia).
Por espectacular que sea el copamiento de un cuartel, ninguna acción aislada de este carácter puede comprometer la estabilidad de un Estado, por lo tanto no lo obliga a éste a responder con métodos de guerra civil. Fue eso, sin embargo, lo que hizo el gobierno con el apoyo del peronismo y de IU: poner en vigencia los métodos de la guerra civil. Automáticamente se ha justificado así la represión de la década del 70 y se ha venido abajo la tesis de la represión en el marco del Estado de Derecho. Se olvida que el Estado de Derecho vale también para un delincuente, y de que un policía no puede quitarle la vida ni siquiera al peor de los violadores si no media una situación de extrema necesidad. El ataque de dos mil efectivos contra cincuenta personas, incluido el empleo de tanques, sin que mediara siquiera una intimación de rendición corresponde a los anales de los asesinatos en masa. Para Alfonsín, Cafiero, Menem e Izquierda Unida la represión de La Tablada habría sido conforme al Estado de Derecho porque fue ejecutada por un Estado de Derecho. Esto nos hace recordar a la Libertadora, que se consideraba un gobierno democrático porque estaba compuesto de democráticos. En La Tablada el Estado de Derecho reprimió con los métodos de las dictaduras y del fascismo. Los “jueces de la democracia" llegaron al terreno de los acontecimientos sólo a la hora de contar los cadáveres; esto demuestra que hasta ese momento imperó el estado de sitio. La represión radical-cafierista fue así un hecho completamente ilegal y peor, anticonstitucional. Estuvo muy acertado el PO cuando en 1985 repudió la declaración del estado de sitio en forma inconstitucional, por parte de Alfonsín, con el pretexto de un complot derechista. Dijimos entonces que este recurso se ponía en práctica para aplicarlo con todo más adelante contra los movimientos populares.
Los “argumentos” de Izquierda Unida para apuntalar su posición criminal nos lleva muy lejos. Si a Malvinas la convertimos en La Tablada y al ejército de Galtieri en el MTP, encaja perfectamente el envío de la flota por la Thatcher en nombre de la defensa de los principios del derecho internacional. La acción de Galtieri fue “aventurera”, no servía para recuperar Malvinas, se había ejecutado a espaldas del pueblo. Los muertos del Belgrano, sin embargo, son víctimas de la imperialista Thatcher y no del dictador Galtieri, al margen de la “aventura”. Por la diferencia de principios que había entre la causa nacional argentina y la causa imperialista británica, la responsabilidad histórica por los crímenes de Malvinas recae enteramente en el imperialismo.
Izquierda Unida ha borrado toda diferencia entre los “carapintadas” y sus víctimas, no importa lo “inconciente” y “atropelladas” que puedan ser éstas. La defensa de los militantes contra la represión, sólo cuando estos son “responsables” y “concientes” es decir que apoyan a Izquierda Unida, retrata simplemente al cobarde político que apenas disimula su pasaje al campo de enfrente. El capitalismo y la “democracia" generan toda clase de rebeldías “incontrolables”, sólo un burócrata irrecuperable puede desconocer este hecho. El deber de un socialista es distinguir entre el victimario explotador y la víctima explotada y ayudar a la víctima a una lucha realmente seria y conciente contra el capitalismo. Izquierda Unida se ha escudado en el “alocamiento” de las víctimas para justificar a sus victimarios.
El partido comunista pretende justificar su absoluta falta de condena de los “carapintadas”, con el argumento de quo el terrorismo se justifica cuando va dirigido contra una dictadura, pero no así contra un régimen constitucional; el asalto al cuartel de Moncada es legítimo (aunque los stalinistas entonces lo calificaron de criminal), pero lo de La Tablada, no. El PC omite que Castro apoyó la guerrilla venezolana contra el gobierno constitucional de Betancurt y que Lenin se levantó en armas contra el gobierno democrático de Kerensky y de que después disolvió a la democrática Asamblea Constituyente. Es decir que para el PC la democracia es el estadio último de la evolución política de la humanidad, donde desaparecen las acciones y soluciones de fuerza. Esto explica que el PC apoye al régimen actual, es decir al capitalismo. Pero en La Tablada no se trataba de justificar al MTP, aliado del PC en la promoción de la candidatura de Molinas. De lo que se trataba era de denunciar la masacre “carapintada” del gobierno constitucional. Para el PC, la solidaridad con el sistema constitucional llega al extremo de aliarse a los fascistas encubiertos por este sistema, contra los que protagonizan un acto de rebelión contra él, no importa que en este hecho no hayan seguido una política revolucionaria. La defensa de las posibilidades políticas del régimen constitucional le sirve al PC como pretexto para justificar su posición contrarrevolucionaria. Lo mismo ocurrió con Lanusse, que era una dictadura -pero aperturista; con Isabel, que era “popular”; y con Videla que representaba una supuesta posibilidad “institucional" contra Suárez Masón o Menéndez.
Los hechos de La Tablada han puesto de relieve la enorme demagogia, que siempre significa hipocresía, de Izquierda Unida. Toda la lucha de estos años por la “aparición con vida”, se refería a compañeros foquistas o vinculados al foquismo, y no importaba esta diferencia política sino el combate por el aplastamiento político de sus represores, que más allá de su “guerra antisubversiva” apuntaban a establecer un sistema de terror contra el pueblo. Está claro que para IU esto era la explotación electoral de un tema hondamente popular y democrático, y para Luis Zamora más que para nadie. Los Echegaray y compañía se llenaban sus abultadas papadas con el grito de “Evita, Guevara” o “Chile, Chile, arriba los fusiles”, sólo para capitular miserablemente ante el primer disparo del cañón "carapintada".
Alfonsín y sus “carapintadas” no actuaron con la biblia constitucional sino con el precepto jesuítico que dice que el “fin justifica los medios”, algo que la propaganda imperialista le ha imputado al marxismo. Una buena masacre podía brindar la oportunidad de mantener una posibilidad abierta en mayo o por lo menos para hacer pasar el COSENA. En esta masacre no sólo están involucrados como víctimas los compañeros del MTP sino los propios soldados y aun los oficiales “carapintadas”, pues todos murieron como consecuencia de la política pactada por Alfonsín y el alto mando militar. ¡Claro que nada humano me es ajeno y que quitar la vida del prójimo es un acto inhumano no importa quién sea el que la pierde! ¡Pero esto no justifica equivocarse de campo y presentar a las víctimas como victimarios o a los victimarios como víctimas! Todos los muertos son el producto de un sistema en descomposición y de una política criminal que quiere salvar a este sistema a pesar de las tragedias que ocasiona. El Mas puede “compartir el dolor de las víctimas más allá de Ias diferencias políticas o de clase que tengamos”, pero no puede, como sí lo ha hecho, borrar las diferencias de clase entre los “carapintadas” y el Estado, de un lado, y los militantes del MTP, del otro, cuando se trata de caracterizar los hechos y pronunciarse sobre ellos.
Para Izquierda Unida el máximo “pecado” de los asaltantes del cuartel es haber dado un “pretexto” a la derecha; cualquiera sabe que esto es una estupidez. Cuando un pretexto no existe se lo inventa; hubo tres levantamientos militares con sus respectivos pretextos. Pero lo que aparece como una crítica a los “sanguinarios terroristas” (que involuntariamente mataron sólo a un soldado) es en realidad una crítica a la revolución proletaria en general, que es un “pretexto” de la contrarrevolución y al mismo tiempo su superación. ¿Qué mayor “pretexto" que ésta puede esgrimir la derecha? Si usó los métodos de la guerra civil contra cincuenta personas; ¿qué no hará ante un levantamiento popular? Izquierda Unida se ha valido del MTP, no para criticar al foquismo, sino al movimiento obrero revolucionario. Es por eso que cuando defiende la “movilización obrera” contra los métodos del MTP, guarda un piadoso silencio sobre el carácter de la “movilización obrera”, no defiende la movilización de las masas de carácter revolucionario. Izquierda Unida contrapone así el derecho al pataleo dentro de la democracia a la acción individual. Pero ésta se nutre del notorio fracaso e impotencia de la otra. Ahí está para probarlo el MTP, un típico movimiento democratizante que cayó en la desesperación como consecuencia de su desilusión inconciente en la democracia.
La historia se repite. El PC y el Mas tuvieron frente al gobierno de Isabel y al gobierno de Videla la misma posición que tienen hoy frente a Alfonsín y los “carapintadas”: denuncia de los foquistas y justificación de los represores. Los intentos “autocríticos” fueron vanos porque no pasaron de lo superficial, y esto la historia, la política y la lucha de clases no lo perdona: circunstancias similares los ha llevado a las mismas posiciones. El asesino siempre vuelve al lugar del crimen.
Romper con Izquierda Unida es un deber político y moral. Al foquismo sólo lo puede superar el movimiento independiente de las masas en su lucha revolucionaria contra el capital.