Políticas

23/11/1990|318

“Jornada” del 15: Las viudas de Menem

Las conclusiones políticas del PO

La “Jornada” del pasado 15 fue una verdadera estafa política, que por supuesto no sorprendió en absoluto a quienes comprendieron la anticipada caracterización que hizo el Partido Obrero del acto “trucho”. El tendal de víctimas que dejó este “ilícito” político-sindical fue enorme en términos de siglas, claro que no de masas, las que le dieron la espalda al fraude anunciado. La carnicería golpeó a los seguidores de De Gennaro y Mary Sánchez, al partido comunista, a los 8, a los centroizquierdistas y hasta a un enjambre de grupúsculos descompuestos que sienten particular atracción por las políticas podridas.

Vaciamiento (I)

Hasta los más furiosos partidarios del “truchaje” reconocen que los sindicatos  y los obreros de los sindicatos estuvieron completamente ausentes. ATE apenas logró formar un grupo de menos de mil personas, esto a pesar de que cuenta con decenas de miles de afiliados golpeados por la ofensiva oficial, y a pesar de que su dirección es la más “izquierdista” de las que integran el pantano de la burocracia sindical. Y ATE fue el más numeroso —de la CTERA de la Mary Sánchez, ni hablar, o de los combativos telefónicos de Buenos Aires, que estuvieron ausentes. La sola mención de que el descompuesto PI, un partido menemista hasta cinco minutos después de iniciado el acto, fue el que congregó mayor concurrencia, tipifica el carácter no obrero de la “Jornada”, la que se pareció por sobre todo a una reunión de las demoradas víctimas de las ilusiones perdidas en la “revolución productiva” y el “salariazo”. Toda esta gente fue a la Plaza en función de otra ilusión más, a saber de que Ubaldini los sacaría de la impotencia. Este espejismo fue sin duda la fuerza motriz más poderosa que movilizó el entusiasmo de la cúpula del PC —la cual precisamente por esto llevó… unas pocas decenas de militantes.

La “jornada” demostró el acierto de la caracterización del PO con relación a que la CGT no es hoy expresión de un movimiento obrero real, y Ubaldini es todavía menos expresión de las ilusiones de las masas. Un partido obrero o revolucionario tiene que estar presente siempre allí donde se encuentran los explotados (¡qué duda puede caber a este respecto!), y es precisamente por esto que debe fustigar, ridiculizar y denigrar a los aparatos burocráticos que pretenden invocar la representación de los trabajadores, pero en los cuales éstos no se reconocen ni en forma genuina ni en forma engañosa. No es cierto que el Partido Obrero habría tenida una actitud abstencionista que, por una cuestión de método, sería equivocada. Los abstencionistas fueron los burócratas y su séquito, que fingieron protagonizar una “jornada” que no querían ni podían impulsar, esto porque ella era ajena, en el contenido y la forma, al interés de los trabajadores.

Vaciamiento (II)

El partido comunista se jacta, por ejemplo, de que fue a plantear la huelga general, sin percibir naturalmente que es un planteo “trucho” a la medida de la “jornada”, o quizás precisamente por eso. Si Ubaldini les hubiera hecho caso, se habría dado la patética situación de un cacique sin indios convocando a un malón contra los blancos. La huelga general la van a protagonizar las masas, y por este motivo debe estar dirigida hacia las organizaciones y direcciones en la que esas masas están actuando o se reconocen —no a los cascarones vacíos e impotentes. Se puede forzar a una dirección burocrática  a tomar una medida real de lucha, y esto ha ocurrido millones de veces, pero a condición de que resulte de una presión de las masas que actúan en las organizaciones burocratizadas. Ubaldini no representa a nadie y esto no lo puede remediar un acto aislado, sin objetivos reivindicativos y una metodología a la que hasta la palabra burocrática le queda grande.

Pobre partido comunista, sufre “abandonos de uno y otro tenor” (Leonardo Freidemberg en Sur, 19/11); de parte de Ubaldini, que después de la “jornada” pidió hablar con Menem, y de parte del PO, que mucho antes de la “jornada” condenó su carácter no obrero y no popular en términos de masas, y antiobrero y antipopular en términos de política. Reducido a un puñadito de militantes que va a la Plaza para defender una ilusión pero plagado de desengaños, denuncia el “automarginamiento” del PO (ídem), tipifica a nuestra política como “alianza consigo mismos”, y a nuestra óptica o caracterización como “superestructural”. ¿Es posible tanta miopía? Superestructural es confundir a Ubaldini con los trabajadores a los aparatos con las masas, a la ilusión con la realidad. Por eso la concurrencia a la Plaza no fue más que una amalgama de “automarginados” que suponen que las alianzas entre ellos equivalen a una unidad de las masas. Lo que pretende el PC en realidad, al igual que Ubaldini, es sustituir a las masas por los aparatos de centro-izquierda. ¡Esto es típicamente superestructural!

Vaciamiento (III)

Pasó desapercibido, y sus protagonistas tienen cuidado de no hacer bandera, el debut político de los “disidentes” del PC, cuya “renovación” consiste en repetir, en forma considerablemente más vulgar pero con un lenguaje menos inteligible, la estrategia democratizante y de colaboración de clases del maestro de sus maestros— Victorio Codovilla. A fuerza de despotricar contra el “sectarismo” congénito que tendrían las posiciones revolucionarias y militantes, debutaron en un desfile de solteronas, sin posibilidad por lo tanto de poder disfrutar del placer de una lucha real y compartida. Lo mismo vale para sus socias del grupo de alfonsinistas desilusionados que integran Piccinini, Caamaño y Carolina Lister — que tiene la indecencia de propugnar un partido de trabajadores con la pretensión de defender una política de colaboración de clases. La “jornada” del 15 fue una sesión de almas en pena pero que persisten en su natural pretensión de explotar la credulidad del pueblo.

El Mas no estuvo presente en el cortejo, solo por accidente. Hasta las vísperas del encuentro de la CGT Azopardo con Menem, el Mas era concurrencista: “frente a la jomada del 15, decían (S.S., 1/11), llamamos a todos los trabajadores a reunirse y discutir y decidir democráticamente que posición toman frente a la convocatoria ubaldinista”. En otro lugar decían “que la concentración de Plaza de Mayo puede aparecer objetivamente para muchos compañeros como una forma de luchar contra Menem”. (En Tierra del Fuego, Neuquén, Trelew, donde domina el sector de De Gennaro llamó directamente a concurrir, lo cual prueba de paso la inconsistencia de su posición). Pero luego de la entrevista en Olivos (y luego naturalmente de la declaración del PO), el Mas no esperó la deliberación democrática de nadie para fijar su posición. Es que concurrir hubiera agravado considerablemente la tendencia de sus militantes a repudiar lo que entienden es la “política socialdemocrática” de su dirección Pero ahora resulta que el Mas, que había planteado que las “bases decidan”, ataca al PC. Cuyo único pecado ha sido, desde este punto de vista, haber seguido precisamente la orientación del Mas de que cada uno decida de acuerdo a su propio criterio. La dirección del Mas se encuentra más empeñada en borrar las huellas de su política que en el propósito de esclarecer a la vanguardia obrera.

La “jornada” del 15 ha servido para detectar el síntoma de un vaciamiento de Izquierda Unida, en tanto bloque en el cual depositaban sus ilusiones un sector de activistas obreros y de la juventud que rompían con el peronismo y hasta expresaban la radicalización del conjunto de los trabajadores.

Vaciamiento (IV)

En la línea de los vaciamientos políticos que la “Jornada” puso en evidencia, la más sintomática fue la del propio grupo de los 8, que se suponía que sería el principal beneficiario del acto. Pero de los 8 fueron 6, en protesta porque Ubaldini no los recibió, y dos estuvieron ausentes con aviso. Más significativo aún, no llevaron ni la mitad de gente que participó del acto del pasado 17 de octubre. Decididamente, la Plaza permitió apreciar el pasado 15 la verdadera miseria política de todo el bloque de centro-izquierda, el cual soberbiamente se presenta como la quintaesencia de la “modernización” política, luego de haberse comido todos los buzones que aún se venden en Buenos Aires.

El desguace de la centroizquierda

Los “economistas” del grupo de los 8 aprovecharon la “oportunidad” de la “jornada” para publicar en el centroizquierdista Página 12 un programa alternativo. Lo que estos economistas (Lozano y Feletti) dicen en síntesis es que hay que meterles más impuestos a los “capitanes de la industria” para para… ¡pagar la deuda externa!… de modo de “garantizar cierta neutralidad de este sector dominante (la banca acreedora) en el diseño de la política interna”.

Estos hijos del nacionalismo burgués se han vuelto contra sus padres, la burguesía nacional, y en un caso de verdadera patología síquica se encomiendan al imperialismo contra los explotadores nativos. La pequeña burguesía despechada por las frustraciones sufridas a manos de la burguesía nacional, dirige su mirada al imperialismo. El programa de los economizas de De Gennaro, y los 8 es un modelo de 1960, pues ya el presidente Kennedy proponía (y fracasó) en su Alianza para el Progreso, golpear a las oligarquías nativas con impuestos, para favorecer la penetración extranjera. Ni qué decir que lo de Lozano y Feletti se encuentra varios kilómetros a la derecha de Kennedy, porque aspiran a pagar una deuda externa usuraria que hace tres décadas era insignificante. Esta posición coincide letra por letra con las innumerables bravatas lanzadas por el capital financiero norteamericano contra sus socios “argentinos” —por ejemplo cuando el Wall Street Journal atacó a Techint y a la Fortabat, hace más de dos años, cuando Alfonsín comenzó a atrasar el pago de los intereses de la deuda, con el objetivo de demostrar que a la burguesía argentina le sobraba plata para pagarla (pero no pudieron sacarle nada).

La posición de los asesores de De Gennaro expresa como ninguna otra la descomposición del nacionalismo burgués, que se transviste en directamente imperialista, y que pretende promover una “reactivación” económica dando garantías de sometimiento colonial. Los asesores de De Gennaro no plantean anular las “privatizaciones, ni dicen nada sobre la “capitalización de la deuda”. Esta es la gente que está a la “Izquierda” de Ubaldini y que defiende a las empresas del Estado, y que opina naturalmente que el PO es “sectario”.

¡Ubaldini y De Gennaro con Miguel!

Pero qué bien explica todo esto la posición que fijó la CGT de Azopardo inmediatamente después de la “gran jornada”. En un comunicado “reclamó la participación de los trabajadores en el proceso de reestructuración del Estado” (La Nación, 18/11), que es el lenguaje oficial para designar la entrega. Reclamó también “no hacer de la privatización una ideología”, es decir no reducirla a un negocio exclusivo de “liberales” o “menemistas” sino involucrar también a los hombres del pensamiento “nacional y popular”. Se ofreció igualmente como socia activa del “ajuste” al plantear que “la economía y la sociedad vayan de la mano, pues es lo único que ofrece confiabilidad a los inversores”.

Estas posiciones demuestran qué lejos están de la verdad los que suponen que se ha producido una diferenciación entre Ubaldini y Miguel. Cuando éste se abrió de la “jomada” con el argumento de que Menem le había dado el 70% de lo pedido, aludía precisamente a participar del “ajuste” y de sus “beneficios”, y a la posibilidad de que el gobierno tome medidas de reactivación que favorezcan las “inversiones”, es decir a los exportadores y a la industria. Miguel integra con los industriales de la UIA el Codepar, un grupo de presión para obtener medidas de reactivación. Además de los varios millones para Obras Sociales que le tiró Barrionuevo, Miguel constató que el gobierno volvía a estatizar parcialmente el comercio de trigo, para favorecer a los “productores nacionales” de la Sociedad Rural, la que, como se ve, no hace de la reforma del Estado una “ideología”, tal como lo pide la CGT de Azopardo, porque cuando le conviene es “liberal” y cuando le conviene es “estatista”. En este revuelque y en esta confusión enormes, la labor clarificadora del Partido Obrero es una espina clavada en las postrimerías de la espina dorsal de muchos intereses, incluidos especialmente los más chiquitos y cuán mezquinos de la pequeña burguesía y de la burocracia.

Una lucha de clases más intensa

El dique sindical de la burocracia no puede detener el vendaval de las luchas populares, las cuales la desbordan y se transfiguran en otras formas de organización y que oportunamente volverán a poner a los sindicatos bajo su presión directa y a expulsar a la burocracia sindical. La tarea política de la hora es poner claridad en la vanguardia de la clase obrera y orientarla firmemente a la relación con el movimiento de masas tal como realmente se expresa, para organizado en una perspectiva independiente.

Hay que partir de la evidencia de que las andanadas de medidas entreguista de Menem son por sobre todo resoluciones ficticias al impasse capitalista y al agravamiento de la situación de las masas. Las “privatizaciones” han agravado y no resuelto o atenuado la hipoteca de la deuda externa: la “apertura” ha agravado y no resuelto la asfixia comercial del país de parte de los monopolios internacionales; la política “antiinflacionaria” no ha reducido la hipoteca del Estado sino que la ha elevado, pues desde el plan Bonex hasta hoy se ha creado una deuda interna de 20.000 millones de dólares a una tasa usuraria de interés.

¡Y las masas, en Catamarca, Tucumán, Jujuy, Salta, Chubut, Neuquén, Salta, Chacabuco y tantos lugares más luchan!