Políticas

25/10/2023|1679

Kicillof explotó a fondo la debacle de Juntos

Desde 2015, el FIT-U no consagraba diputado nacional en una ejecutiva

Integrante de la banca rotativa conquistada en segundo lugar

Foto: Fede Imas

Con siete puntos menos que en 2019, con caídas de más del 10% en Matanza o Florencio Varela, Kicillof, sin embargo, se alzó con una victoria más resonante que en aquella ocasión en la que el peronismo recuperó la provincia en manos de Vidal. Es más significativo porque fue la clave de la victoria de Massa que logró la friolera de 1,1 millón de votos más solo en el conurbano.

Un dato no menor es que la participación escaló del 70,22 al 79,14%. Juntos por el Cambio pasó de ganar la segunda sección a salir tercero, pero la clave del triunfo panperonista fue la tercera, allí pasó de del 37 al 50%. El gran avance respecto de las Paso fue homogéneo entre la fórmula presidencial de Massa y la de gobernador: 43/45%. Kicillof no gana por corte de boleta a gobernador, gana porque Massa canalizó el voto anti-Milei imponiendo un fuerte derrumbe de Bullrich.

La debacle de Bullrich y el macrismo le costó 16 intendencias a Juntos por el Cambio que en la debacle arrastró viejos bastiones del radicalismo, o del PRO como Olavarría donde Galli salió tercero. Más impactante fue la derrota en distritos como Lanús, patria de Grindetti, el candidato a gobernador de Bullrich. La designación de Grindetti -gerente de negocios de Macri- en lugar de Santilli, que perdió asociado a Larreta, ayudó a la debacle de Juntos. La maniobra divisionista del peronismo y de Massa en particular, ayudando a formar las listas de Milei le funcionó sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Con la particularidad casi quirúrgica de que los facholibertarios no embocaron una sola intendencia con sus candidatos recolectados con la ambulancia entre los lúmpenes marginales de la “casta política”. Ganó por goleada la casta, versión pejotista.

Es superficial decir que electorado bonaerense votó a favor de la corrupción, teniendo en cuenta los paseos de Insaurralde por Marbella o el caso “Chocolate”. La realidad es que, comprometidos todos en la corrupción de Estado, el electorado se valió del peronismo para enfrentar a Milei, ganador de las Paso. Y votó aún a Otermín, el socio y heredero de Insaurralde, presidente de la Legislatura de la parálisis y los ñoquis. Kicillof, rápido de reflejos, echó a Insaurralde, disolvió la Jefatura de Gabinete, prometió una reforma constitucional con legislatura unicameral y tras la victoria anticipó cambio total de gabinete. La cuestión de la corrupción del pejota bonaerense dará que hablar todavía, los negocios del juego y el lavado de dinero estarán arriba de la mesa.

Kicillof, desmintiendo a todos los que lo acusaban de “soviético”, gobernó con la patria inmobiliaria y contratista, con la UIA bonaerense, en particular los sectores Pymes, dejó correr a su antojo al capital sojero contaminante y se metió en el bolsillo a toda la burocracia sindical. Las grandes luchas como las de la docencia bonaerense o el neumático, en su momento las autoconvocatorias de choferes, los asentamientos reprimidos por Berni o el combativo movimiento piquetero, son las que escaparon, justamente, al control de la burocracia sindical. Kicillof mantuvo a Berni, responsable de la desaparición de Facundo Castro, hasta el último minuto, a pesar del levantamiento policial que rodeó Olivos o la paliza de los trabajadores de la UTA por sus compañeros asesinados. El “mano dura” kirchnerista investigado por lavado de dinero fue el encargado de actuar de delegado de la ‘maldita policía’ para preservar sus negocios y evitar desbordes. Con Kicillof se siguieron tapando humedales como en la Nordelta de Massa, continuó penetrando el narcotráfico y avanzó la pobreza en el conurbano, donde dos tercios de los pibes son pobres. Nuestra campaña puso de relieve esto en cada rincón de la provincia.

La frase de Máximo Kirchner “ahora es el momento de la Argentina, después tendremos que arreglar los problemas del peronismo” augura las tormentas que vendrán. Con Massa y Kicillof con cierta capacidad de arbitraje, el peronismo tiene ahora doce intendencias camporistas, el clan Insaurralde golpeado, Espinoza a jugar su partido con Magario y terribles derechistas como Granados o Gray que sacaron el 60 y 48%, respectivamente. Zamora que sacó el 50% y se le paró de mano Malena. Y, desde luego, una Cristina corrida de escena, pero que hará valer lo suyo en cuanto pueda. La lucha de clases y su profundidad dirán la última palabra.

El Frente de Izquierda consagró su quinto diputado nacional, tercero por la provincia, con el 4,33%. Un porcentaje similar al obtenido en 2015, también con corte de boleta, como ahora. Fue, desde el punto de vista electoral, una línea de resistencia en un cuadro de estancamiento de la izquierda y de amplio dominio de la burguesía, con una agenda dominante de ataque a los trabajadores. En el haber hay que anotar que se repitieron los mejores porcentajes superiores o cercanos al 5% en La Matanza, Merlo, Berazategui, Hurlingham, Morón, Tres de Febrero o Vicente López. Mejoramos en el primer cordón pero mantuvimos el voto en los distritos más proletarios. Lo mismo en Bahía Blanca o La Plata. En el interior bonaerense, de amplio dominio de la oligarquía, bajamos pero vamos extendiendo un trabajo que permitió sostener un porcentaje que derrotó el piso proscriptivo del 3% del padrón.

Las reivindicaciones más desesperantes en la provincia desatarán luchas que tendrán al proletariado ocupado y desocupado del conurbano como protagonista, como en 2001 y en todas las grandes gestas nacionales. Al servicio de ese objetivo pusimos la militancia del PO y el Polo Obrero, de gran protagonismo en estos resultados. Algo que se vio reflejado en los 4.200 fiscales que desplegamos el 22.

https://prensaobrera.com/politicas/pitrola-vamos-a-otro-desenlace-de-una-crisis-historica-del-capital-en-la-argentina