Políticas

28/3/2022

Kicillof, Máximo Kirchner y la crisis del Frente de Todos

Axel Kicillof y Máximo Kirchner el 24 de marzo

La presencia de Axel Kicillof en la marcha del 24 de marzo, convocada por Máximo y la Cámpora, fue resaltada por el cristinismo, por Hebe de Bonafini y varios medios de prensa como un triunfo del “kirchnerismo duro” sobre Alberto Fernández. ¿Se trata de otra voltereta del gobernador y su vuelta al liderazgo de la vicepresidenta del que viene alejándose desde la derrota electoral en las legislativas? Algunos diarios de los llamados “hegemónicos” aseguran también que la concurrencia de Kicillof a la movilización camporista equivaldría a una virtual ruptura con su reciente alineamiento con el presidente.

Que el “Kic” siga jugando a dos puntas es demostrativo de la crisis y desintegración de la coalición oficialista golpeada por la votación positiva del pacto colonial en el Congreso con más votos del macrismo que del peronismo. Y también de la falta de estructura territorial propia de Kicillof con vistas al 2023. Dividido el voto peronista, fue el derechista Juntos por el Cambio el que se presentó como garante del pago de deuda -ajuste mediante- al FMI y al capital financiero. Hasta último momento el gobernador bonaerense revistió en las filas de quienes sostuvieron la ratificación de la Carta de Intención del Fondo para no caer en el “default”.

Kicillof fue el primero de los jefes provinciales en respaldar el acuerdo infame y se diferenció del voto negativo de Máximo y de la abstención de Yasky. Aunque haya movilizado rodeado de pancartas de La Cámpora contra el FMI, Axel no repudia el pacto ajustador. Por el contrario, se limitó a declararlo “viejo” como si fuese una postal del pasado sin consecuencias en el presente. El pacto fondomonetarista que avaló y sigue avalando Kicillof es reforma laboral, ataque a las jubilaciones, paritarias a la baja de la inflación y salarios de pobreza. Una reducción del “déficit fiscal” que se paga con ajuste contra los trabajadores ocupados, desocupados y precarizados.

El 24 de marzo, Kicillof engrosó las filas de La Cámpora sin dejar de señalar que las tensiones y discusiones en el Frente de Todos son “lógicas”. Una de cal y otra de arena con el gobierno nacional. Ante la deserción del “albertismo”, y de los “movimientos sociales” enrolados con el presidente que se limitaron a un acto protocolar y abandonaron la calle, Kicillof sacó chapa de hijo de las Madres sin repudiar el “acuerdo” con el FMI y mientras encabeza su propio ajuste en la provincia de Buenos Aires bajo la estricta observación del Fondo y de los bonistas buitre (canje de deuda bonaerense mediante). Estas volteretas y maniobras no deben llamar la atención cuando la senadora chaqueña kirchnerista María Pilatti declaró que “si Juntos votaba en contra, yo votaba a favor (del pacto con el FMI), pero como los votos estaban garantizados….”. Todo el kirchnerismo explotó el margen de maniobra que dio un amplio voto dictado por todos los sectores de la burguesía.

Por el lado de La Cámpora, la gruesa movilización a 46 años del golpe genocida no oculta el retroceso político del cristinismo como pretendido primus inter pares en el Frente de Todos. Fuera de Kicillof y un contado número de intendentes alineados con Máximo, la ausencia del PJ y los barones del conurbano fue notoria en la marcha y una clara advertencia. Lo mismo ocurrió con el gabinete provincial de Kicillof, partido por el peso gravitante de Martín Insaurralde, jefe de Gabinete impuesto para marcarle la cancha al gobernador. Además del juego propio de Berni. La concurrencia unipersonal de Kicillof dice mucho de lo limitada de la maniobra.

La “épica” de La Cámpora, el pasado 24 de marzo, no pasa de la rosca interna y está a su entero servicio. Ni Máximo ni el Cuervo Larroque, como tampoco camporista alguno, amenazan con romper o retirarse del gobierno a pesar de la entrega al Fondo y de una crisis social imparable por la tolerada inflación récord que sepulta a la mayor parte de los salarios por debajo de la canasta de pobreza.

Elecciones del PJ bonaerense

Las recontraminoritarias elecciones internas del PJ bonaerense que “comanda” Máximo Kirchner fueron el fruto de un acuerdo previo con los intendentes pejotistas en 124 distritos de los 135 a favor de listas de “unidad” para que continúen los jefes comunales actuales o sus delfines. O sea los viejos o nuevos barones del conurbano. En una minoría de comunas, apenas once, hubo confrontación. Si bien Máximo Kirchner impuso sus listas en algunos distritos resonantes como San Isidro (le ganó a una lista apadrinada por Santiago Cafiero), 3 de Febrero o Mar del Plata, lo hizo aliado al massimo, la más reaccionaria y proyanqui de las líneas internas del FdT. Una línea en paralelo con la eliminación de las restricciones para la rerereelección de los alcaldes, aceptada por Kicillof. Es decir que después de entregar el timón del gabinete a los barones, el kirchnerismo bonaerense se entrelazó por completo al PJ y al massismo. Apuntemos un dato de interés, Massa ¿vuelve al PJ? De ser así, ¿lo hace aliado al kirchnerismo?

La diáspora en el Frente de Todos se va midiendo por la cantidad de autopostulados para el 2023. Mientras Kicillof surfea la ola, los barones del conurbano siguen condicionando al PJ bonaerense y piden un candidato a gobernador que salga de las filas de los intendentes (¿Insaurralde?), Massa va por el mismo camino. Berni, emigrado del Frente de Todos, se reunió con Losteau- como antes lo hiciera con Pichetto- y arma apoyaturas a su candidatura. Sergio Berni, quien sigue como jefe de la Bonaerense, choca con los intendentes del PJ y de Juntos por el Cambio por el control de las policías comunales. La continuidad del ministro de “seguridad” de Kicillof atiza el fuego de la crisis del peronismo.

Esta crisis política en la provincia de Buenos Airea es la expresión de una crisis social y económica capitalista que socava a los aparatos y coloca en primer lugar las reivindicaciones de las masas agobiadas por el ajuste capitalista. La tarea central del Partido Obrero en el Frente de Izquierda Unidad es encabezar la lucha contra el ajuste y el hambre para abrir una salida de independencia obrera y por un gobierno de los trabajadores.

No al acuerdo con el FMI, no al pago de la deuda externa y al canje y al ajuste 2022 de Kicillof.