Políticas

23/7/2022

Crisis del bloque

La agonía del Mercosur

En una cumbre vaciada, Uruguay ratificó su intención de un acuerdo bilateral con China, y Brasil logró la reducción del arancel externo común.

El gobierno argentino carece de toda perspectiva para asalir del impasse.

La agonía del Mercosur, retratada en la reciente cumbre realizada cerca de Asunción, es una manifestación de una crisis muy profunda. La reunión estuvo atravesada por el reciente anuncio de que avanza la firma del tratado de libre comercio entre Uruguay y China, rompiendo el acuerdo básico del bloque sudamericano de que los acuerdos bilaterales se pacten en común. Lo que ahora se expresa como un desmembramiento es el resultado de un largo impasse del Mercosur, de las tendencias centrífugas de la guerra comercial y sobre todo el fracaso de las burguesías criollas en desarrollar a los países del cono sur, por su subordinación al imperialismo.

El mandatario uruguayo Luis Lacalle Pou no firmó el documento final de la cumbre. El brasileño Jair Bolsonaro ya había comunicado públicamente que no pensaba asistir a la cita. Lo mismo hizo Gabriel Boric, para desaire de la especulación de Alberto Fernández sobre que el nuevo gobierno chileno le brindaría mayor respaldo en la región. En esta cumbre vaciada, Uruguay refrendó su intención de avanzar en el acuerdo comercial con el gigante asiático, lo cual abre muchos interrogantes sobre el futuro del bloque.

Lacalle Pou se negó a poner su firma en la declaración final aduciendo que no contemplaba su pedido de avanzar en la flexibilización de las normas del Mercosur. Su voluntad de avanzar en el tratado comercial bilateral con China, principal comprador de sus exportaciones, es un golpe en el corazón del bloque. Esto porque tras tres décadas de existencia no hubo desarrollo industrial alguno, sino que ahora tenemos a los cuatro países que lo componen compitiendo por venderle a la nación oriental soja, carnes y lácteos. Uruguay no solo obtendría con un TLC ventajas competitivas para exportar, sino que carece de un parque industrial como el argentino o brasileño que se vea empujado a competir con las manufacturas chinas.

Incluso, las confederaciones industriales paulista y argentina vienen manifestando a coro su rechazo a estas tratativas, ya que una mayor apertura a las importaciones desde China amenaza con barrer ramas enteras sin capacidad de competir. Más aún, la cumbre acordó una reducción de un 10% del arancel externo común que grava las importaciones de productos industriales (que ya había sido resuelta unilateralmente por el gobierno carioca) y se comprometió a revisar las reglas de origen, lo cual complica a varios sectores manufactureros. Lo explosivo de la cuestión se zanja por el momento eximiendo a una minoría de ramas (como automotriz o química).

Los pulpos del agro, en cambio, están entre los principales beneficiarios de una flexibilización comercial que desgrave sus exportaciones. Eso es lo que busca incentivar el anunciado acuerdo comercial Mercosur-Singapur, un destino exclusivamente de productos agrarios, aunque de todas maneras la iniciativa promete terminar empantanado como el tan publicitado acuerdo con la Unión Europea. Los Estados del bloque son incapaces de protagonizar una reinserción en el mercado mundial, y ese impasse se expresa en las tendencias a la disgregación regional, como muestran las resoluciones unilaterales que afectan los pilares de funcionamiento del mercado común.

El dislocamiento comercial, por otro lado, ha revertido lo que tenía de favorable para la Argentina. En el primer semestre del año, el intercambio con el Mercosur arrojó un déficit superior a los 2.600 millones de dólares, especialmente por el rojo de la balanza comercial con Brasil, y… ¡por la importación de porotos de soja! Lo mismo sucede con el intercambio bilateral argentino-brasileño de las multinacionales automotrices, que arroja otro rojo importante. Las quejas de Alberto Fernández hacia el gobierno uruguayo y su defensa del bloque carece de toda perspectiva para salir de este atolladero; es una pose defensiva y de parálisis, que puede hacerse extensivo a toda la burguesía nacional.

Los planteos “aperturistas” como el de Lacalle Pou o Bolsonaro tampoco abren una vía de desarrollo, en medio de un mercado mundial a las puertas de la recesión, pánico bursátil, enfrentamientos comerciales y la guerra. Más aún, la suba de las tasas de interés de la FED y el Banco Central Europeo acicatean una tendencia a la repatriación de capitales que abandonan los llamados países emergentes. El tratado de libre comercio en el tapete entre Uruguay y China reproducirá las pautas semicoloniales de exportación de ramas primarizadas e importación de manufacturas industriales, pero en este caso quebrando los acuerdos con Estados sudamericanos; y se enmarca en la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda. Al mismo tiempo que esto presionaría por acuerdos comerciales del gigante asiático con el resto del Mercosur, recalentaría por eso la ofensiva del imperialismo yanqui para bloquear esa penetración.

La reunión del Mercado Común del Sur, muy cerca de donde fuera fundado hace más de treinta años, es el diagnóstico de un paciente que agoniza. En las disputas por flexibilizarlo y reducir los aranceles comunes no hay una confrontación ideológica entre liberales y proteccionistas, sino choques entre Estados e incluso fracciones capitalistas unas contra otras dentro de las mismas fronteras, en un cuadro de crisis y dislocamiento regional, y sometidos a la presiones cruzadas especialmente entre Estados Unidos y China. Una prueba de ello es que las tratativas por un TLC fueron comunicadas desde Pekín hace seis años por el frenteamplista Tabaré Vazquez. Al fracaso de la integración regional capitalista, solo puede superarlo la intervención de los trabajadores contra los gobiernos ajustadores. Es la única clase que puede verdaderamente unir a América Latina, en una federación de Estados socialistas.