La Alianza es un nido de corrupción
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Chacho Alvarez acaba de decir que la baja de la Alianza en las encuestas obedece a que el gobierno de De la Rúa es un nido de “procesistas y corruptos”. Juan Pablo Cafiero subió el tono aún más: “no nos fuimos del PJ para esto, si De la Rúa no cambia, no hay elección interna” y Graciela Fernández Meijide declaró: “sin acuerdo previo (para la interna), lo hablado hasta ahora me importa tres pitos y nos vemos en el ballotage” (Clarín, 13/9).
¿Pero se trata solamente de una pelea feroz por las candidaturas?
Es lo que opina la prensa: “Alvarez parece haber decidido que es el momento de ejercer un poco de presión” (La Nación, 18/9); “en la Casa del Frente Grande (afirman) que ‘el radicalismo sólo negocia bajo presión: lo demostraron con el Pacto de Olivos y con la misma Alianza; la única manera de llegar a un acuerdo es cuando De la Rúa vea que tambalea su candidatura’…” (Clarín, 18/9).
Para un analista ya existiría un pacto Alfonsín-Alvarez que le otorga a Fernández Meijide la candidatura de la Provincia de Buenos Aires en caso de perder y contra el que se ha rebelado De la Rúa (Ambito, 17/9).
No estamos, sin embargo, sólo ante un bullicio por el reparto de los cargos. La Alianza (y el Frepaso, en particular) ha entrado en una fase de crisis política aguda que se manifiesta en la caída de 10 puntos en la intención de voto.
No es la corrupción
No son solamente los ‘negocios’ de los punteros radicales de De la Rúa lo que ha hecho caer la imagen de la Alianza sino, por sobre todo, la brutal menemización de la Alianza que, en el caso de Graciela Fernández Meijide, alcanza un extremo grotesco.
El primer derrumbe significativo de la Alianza en las encuestas se produjo cuando la coalición UCR-Frepaso planteó co-gobernar con Menem luego del fracaso de la re-reelección.
La pérdida de intenciones de voto de la Alianza sigue después de la aprobación de la reforma laboral. Porque aunque la Alianza (y el Frepaso) no dieron quórum, todo el mundo sabe que ello obedeció al reclamo de la gran patronal en relación de que mantuvieran los contratos precarios hasta tanto se eliminaran los aportes patronales. Fernández Meijide acaba de apoyar, necesariamente, la posibilidad de que Menem dicte un decreto de necesidad y urgencia del gobierno para reducir a la mitad los aportes patronales de las empresas que incorporen nuevos trabajadores (compromiso que, como se sabe, nadie controlará) o que decidan blanquear personal en negro (Clarín, 17/9).
Para un encuestador, la conducta de la Alianza ante la reforma laboral “demostró que… está virtualmente paralizada, precisamente en los temas sociales, que deberían constituir su más clara ventaja competitiva” (El Economista, 4/9). En una reciente encuesta, los entrevistados consideraron”poco importante” o “nada importante” el papel de la coalición frente al desempleo.
Es necesario recordar, además, que la Alianza dio su voto al proyecto de ley impositiva. Fernández Meijide también ha declarado que está dispuesta a apoyar todo lo que decida el gobierno menemista frente a la crisis económica internacional.
Es esta política rabiosamente capitalista lo que está hundiendo a una velocidad inusitada las perspectivas electorales de la Alianza.
La crisis de la Alianza refuerza las evidencias de que hay que romper con los partidos patronales, porque pone de manifiesto el total empantanamiento de la política de la CTA y del MTA, que consiste en obtener algunas candidaturas en sus listas.