La caída del BCP, la “conexión púrpura” y los “pecados capitales”
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Si la caída en ‘desgracia’ de Yabrán puso al rojo vivo sus ‘relaciones carnales’ con el cardenal Primatesta y Cáritas Argentina, la del ‘grupo Trusso’ y el Banco Crédito Provincial (BCP) involucró al cardenal Quarracino, el otro gran ‘dinosaurio’ de la Iglesia católica argentina. Por sus “pecados capitales”, dice Noticias (4/10), la Iglesia está “acorralada desde hace un mes por el más grave escándalo financiero de su historia”. El de fines de los ‘80 del obispo de Venado Tuerto, con una ‘mesa de dinero’ y la catedral como ‘prenda’, son un poroto al lado del ‘affaire BCP’.
Este escándalo “alcanzó al Vaticano. Francisco Trusso (padre) fue el embajador argentino ante la Santa Sede del gobierno de Carlos Menem. Y su hijo Francisco Javier, presidente del intervenido BCP, sigue siendo uno de los asesores financieros del Vaticano en el exterior. Ambos mantenían una relación de estrecha confianza y conveniencia con el arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino. A éste y a su pareja de secretarios -el religioso y el laico- Roberto Toledo y Norberto Silva, respectivamente, el BCP les pagaba, entre otras cosas, los abultados saldos de sus tarjetas de crédito. Entre otras devoluciones de favores, Quarracino y Toledo llevaron al Vaticano para encontrarse con el Papa, con los gastos pagos por los Trusso, a los principales dirigentes de la Sociedad Militar Seguro de Vida, institución financiera de militares retirados. Luego, los uniformados realizaron un depósito y otorgaron un préstamo por un total de unos 25 millones de pesos al BCP” (Página 12, 14/10). Esos “fondos frescos (resultaron vitales) para mejorar su ya deteriorada situación patrimonial” (la del banco) y fueron obtenidos merced a “la firma de Quarracino” en el contrato, que éste ahora dice que es apócrifa (ídem), pero sobre la que sospechosamente nunca “realizó una denuncia penal por falsificación de firma y estafa” (ídem).
Con total impunidad y sobre la base de más de 20 mil créditos ‘truchos’ (inexistentes), el banco que regenteaba la familia “del ex-candidato a la oficina de Etica Pública y …ahijado del cardenal Antonio Quarracino” (La Nación, 13/10) montó una estafa que se ha transformado ya en “el mayor escándalo financiero que conmueve a la City desde que culminó la crisis del tequila” (Página 12, 14/10).
Como manotazo de ahogado, el desahuciado candidato justicialista Octavio Frigerio acusó a Gustavo Béliz-’Opus Dei’ de “estar financiando su campaña con fondos de esa entidad financiera” y de haber tenido “como asesores” cuando fue ministro a directivos del ‘grupo Trusso’ (Ambito, 9/10). Como si no fuera el gobierno que defiende Frigerio el principal responsable de este escándalo. Los Trusso siguen gozando de plena libertad y uno de ellos “pasa los días encerrado con los abogados del estudio de Jorge Anzorreguy, el hermano del jefe de la SIDE” (Tres Puntos, 2/10).
El gobierno montó ahora una licitación para ‘vender’ el banco, fingiendo perseguir el resarcimiento de los damnificados. “La sombra del Vaticano se hizo presente en la operación”, informó El Cronista (9/10). Lo hizo a través de un consorcio que integra la banca Monte di Pasche di Sciena, “reconocida por tener un fuerte vínculo con el Vaticano” (ídem). Pero sintomáticamente, el consorcio fue desplazado a favor de un grupo chileno. El viernes 10, esto último “derivó en un escándalo y denuncias judiciales” (El Día, 11/10) del grupo ‘testaferro’ del Vaticano. Ese consorcio, apadrinado por el ex-mano derecha del ex-ministro Cavallo, Horacio Tomás Liendo, a pesar de hacer una oferta menos onerosa para el Estado (es decir, que lo obligaba a cargar con menos pasivos), habría sido descartado porque resultaba ser un último intento de los Trusso por retener el banco a través de un hombre del Vaticano, el “broker Confuorti”, a quien “los Trusso habrían incorporado desde principios de año a un órgano de conducción de la entidad paralelo al formal pero con amplios poderes” (ídem). El fracaso de esta maniobra habría precipitado una grave crisis dentro de la Iglesia argentina y en las relaciones diplomáticas del gobierno con el Vaticano. Esos “intereses eclesiásticos se están preguntando cómo van a recuperar su dinero” (Página 12, 12/10), que se cifra en aproximadamente diez millones de dólares.
Encima, el reemplazante de Francisco Trusso en el Vaticano, el actual embajador Caselli, que también tiene “como padrino espiritual” (La Nación, 13/10) al mismo cardenal primado de la Argentina, “fue vinculado a la venta de armas a Croacia, a Yabrán y al BCP” (Página 12, 12/10) y “montó una maniobra política desde Europa para evitar que cayera” el banco (ídem).
“La conexión púrpura que tejieron Caselli y Trusso” hizo posible el “récord internacional” de “condecoraciones que recibieron (del Vaticano) el propio jefe de Estado, Carlos Ruckauf, Hugo Anzorreguy y Eduardo Bauzá” (ídem).
‘Il padrino’ Trusso inició su carrera ‘empresaria’ junto a ‘pajarito’ Suárez Mason saqueando las arcas de YPF bajo la dictadura, cuyo directorio integró durante su gestión; luego, “como asesor” de José Rafael Trozzo, el titular del Banco de Intercambio Regional (BIR), que alcanzó el ‘estrellato’ a fines de los 70 y que también, ‘curiosamente’, fue “custodio de buena parte del dinero eclesiástico durante la última dictadura militar hasta que logró fugarse del país tras la quiebra del banco” (Tres Puntos, 2/10).
El escándalo del BCP ha desatado una polémica pública sobre los recursos de la Curia. Por la constitución de 1853, el Estado argentino financia a la Iglesia católica, pero ni siquiera “el Episcopado tiene conocimiento” de cómo se distribuye la mayor parte del dinero y “la sospecha de varios obispos … es que termina en manos de los obispos más amistosos y frecuentadores de la quinta de Olivos” (ídem). La Nación (4/10) denunció que a los “8 millones de pesos” que se entregan al Episcopado (sin considerar los ‘subsidios’ a las instituciones ‘educativas’), “se agrega una cantidad equivalente al doble de esa suma, destinada a ‘arzobispados, obispados y parroquias’”, es decir, entregados directamente a los ‘amigos’ Quarracino, Primatesta, Ogñenovich, Di Stéfano, etc.
Cuando los ‘socialistas’ a lo Bravo-La Porta se entregan al contubernio ‘aliancista’ con los chupacirios ‘chacho-marysanchistas’, el Partido Obrero hace suya, una vez más, la vieja bandera del Partido Socialista formulada ya en sus orígenes: Independencia del Estado de la Iglesia, basta de subsidios al sostenimiento del culto católico, investigación y castigo de todos los chanchullos de los ‘banqueros de Dios’, ninguna prerrogativa especial a la Iglesia. La religión debe ser un asunto privado.