La caída del Mirage, el incendio del Irízar
Presupuestos secretos y corrupción
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Un piloto de la Fuerza Aérea murió al estrellarse su avión, un Mirage, durante una exhibición en Tandil. Según Infobae (1/5), “la trágica escena vuelve a la polémica el tema de los controles y el mantenimiento en la aviación”.
Las denuncias sobre la descomposición acelerada en la cúpula de la Fuerza Aérea se acumulan. Hace ya un año, la película "Fuerza Aérea SA" demostró los ilícitos que cometía con el mantenimiento de los aviones militares y el control de la aviación civil.
Estas denuncias son sólo la continuidad de más de 15 años de maniobras dolosas documentadas: desde la asociación con Yabrán para el control de la Aduana de Ezeiza, hasta la participación en la Aduana paralela, pasando por la privatización de la Fábrica Militar de Aviones, las narcovalijas de Southern Winds, el curro con el combustible para los aviones, la sobrefacturación en el uso del avión presidencial y, últimamente, el desmantelamiento de los radares de Ezeiza.
El crecimiento exponencial de la inseguridad aérea casi provoca una tragedia el pasado 22 de abril, cuando un avión de pasajeros de Aerolíneas debió hacer una maniobra de emergencia para no chocar en el aire con una avioneta (Clarín, 28/4). En marzo pasado, un avión de pasajeros de la boliviana Aerosur pasó por la misma situación (Clarín, 16/4).
Almirante Irízar
La muerte del piloto del Mirage llegó poco después de otra catástrofe, que pudo haber costado muchas vidas: el incendio del rompehielos Irízar. El incendio se debió a la falta de mantenimiento: Clarín (13/4) denuncia que “en los últimos años ya se hablaba en la Armada de la necesidad de realizarle al rompehielos Almirante Irízar la renovación y modernización de fondo que se conoce como ‘media vida’. Este trabajo integral tampoco iba a hacerse este año”.
El gobierno ha salido a reemplazar al Irízar de manera improvisada, lo que refuta la tesis oficial esgrimida por la ministra de Defensa, Garré, de que “se sabía que el Irízar entraba en un mantenimiento de media vida ahora, por lo que no iba a estar en las bases de la Antártida” (Télam, 12/4). Brasil prestaría un barco, Inglaterra ofreció abastecer las bases antárticas argentinas con sus buques, y hasta se menciona la posibilidad de alquilar algún rompehielos.
De hecho, el director del Instituto Antártico Argentino contaba con el Irízar para las próximas campañas antárticas, tanto de invierno como de verano. El incendio, dijo, “nos obliga a trabajar como si el buque quedara inoperable. (…) Pero no podemos esperar a ver cuándo vuelve a zarpar porque quizás no lleguemos a preparar para el verano la próxima campaña antártica” (La Capital, 13/4).
Si el rompehielos no estaba en condiciones, no se podía enviar a más de 250 personas, incluidos civiles y niños, en él. Se trata de una irresponsabilidad mayúscula.
Ante estos “accidentes”, una parte del alto mando salió a reclamar mayor presupuesto para las Fuerzas Armadas.
Pero ocurre que los presupuestos vinculados a las Fuerzas Armadas se encuentran bajo el paraguas del secreto de Estado. Mayor presupuesto es más combustible para la corrupción.
La ciudadanía desconoce a cuánto asciende el presupuesto para el mantenimiento de los buques y aviones, y si estos presupuestos han sido ejecutados.
El ocultamiento y la mentira son prácticas habituales de los gobiernos civiles en defensa de las instituciones militares y de los negociados de sus comandos.