La clase obrera en pie de huelga no delega en los políticos patronales la solución a sus reclamos

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A diez días de las elecciones del 6 de septiembre el país está cubierto por una oleada de huelgas generales y de otro tipo de luchas sindicales, que constituyen toda una definición de la clase obrera en relación a esos comicios. En tanto que la pretensión de los políticos patronales democratizantes es que los trabajadores les deleguen a ellos por medio del voto la solución de los problemas apremiantes e impostergables, la clase obrera adopta el otro camino, el camino de la lucha y de la acción directa, lo que significa que toma la solución de sus problemas en sus propias manos y no los delega, como no los debe delegar, en manos de nadie. La ficción del democratismo burgués salta de este modo por los aires, pues estas huelgas reflejan la profunda desconfianza que ese democratismo ha suscitado entre los explotados como medio de satisfacción de sus reclamos clasistas y nacionales. La democracia de la clase obrera opera, precisamente, en un sentido completamente opuesto al de la democracia patronal, pues la democracia obrera se basa en la deliberación y acción directa de los trabajadores, que no admiten ser sustituidos por la emisión ocasional de una simple papeleta de voto. El enfrentamiento entre las clases no se ha zanjado nunca, ni se zanjará jamás, por otra vía que no sea la de la lucha, de modo que querer convertir al voto en una vía alternativa es simplemente un engaño y una estafa. Los comicios del 6 de setiembre y sus resultados ya están heridos de muerte, porque con anticipación los trabajadores están diciendo que no reconocerán otra legitimidad que la de sus reivindicaciones satisfechas. El partido patronal que pretenda valerse de los comicios para imponer su política después del 6 de setiembre ya está advertido que va a un choque frontal con el movimiento de las masas. La concurrencia del Partido Obrero a las elecciones tiene por objetivo, pública y reiteradamente proclamado, reforzar las posiciones de lucha de los trabajadores, en función de un desenlace victorioso de los combates que ya se han empeñado.
La seguidilla de luchas y conflictos obreros es realmente impresionantes petroleros, ferroviarios, Gas del Estado, Correos, Elma, Administración General de Puertos, pilotos, Casa de la Moneda, docentes, personal civil de las Fuerzas Armadas, Junta Nacional de Granos, Tribunal de Cuentas de la Nación, judiciales, YCF, Hidronor, Municipales (Hospital Rawson y Dirección General de Rentas). Estamos en presencia de una verdadera huelga general no declarada de los trabajadores estatales contra la miseria salarial. A esto se suman las luchas de los sanatorios y talleres gráficos y de innumerable cantidad de talleres y empresas dispersas.
La burocracia sindical ha cumplido en estas luchas un papel camero. La izquierda democratizante se ha sumado a ella allí donde tiene una responsabilidad dirigente (como en el Hospital Español). Sin embargo, el hecho políticamente fundamental es que la burocracia (y la izquierda cuando la acompaña) ha sido superada y desbordada en toda la línea por la movilización (petroleros, telefónicos, Hospital Español).
La clase obrera ha comenzado a romper el bloqueo burocrático en un cuadro de aguda descomposición económica, que devora en pocos días cualquier mejora parcial. La quiebra del dique de contención burocrático es el preanuncio de nuevos combates de masas contra la miseria salarial y del surgimiento y consolidación de una nueva dirección sindical, antiburocrática y consecuente con la lucha. Este es el elemento clave de la situación política.
La aceleración de la escalada huelguística ha polarizado la situación. Alfonsín ha salido en dos oportunidades a criticar a los huelguistas y a defender a la burocracia. Ninguno de los partidos patronales que hacen ruido con sus “criticas” a la política económica oficial, ha defendido las luchas obreras. Cuando el contubernio del gobierno con los burócratas fracasa, éste no tiene ningún empacho en utilizar a la Gendarmería. La burocracia y el conjunto de los partidos patronales, en primer lugar, el peronismo renovador, se han alineado detrás del gobierno en esta salida de fuerza contra los trabajadores.
La movilización obrera ha condenado de antemano a las “paritarias’’ prefabricadas de Sourrouille y de Alderete. La alianza entre el gobierno y la burocracia está en la picota, y su destino dependerá del desenlace de la crisis política que seguirá a las elecciones.
El movimiento salarial en curso es el preludio de poderosas movilizaciones obreras y populares contra el desastre económico preparado conscientemente por el gobierno y los patrones. Para vencer es necesaria una acción enérgica y decidida, cuyo reclamo fundamental sea el de un salario y una jubilación mínimos de ₳ 700 indexados; fuera las paritarias regimentadas, plan de lucha por los ₳ 700!
El ascenso de la movilización huelguística acentuará, aún más, el papel antiobrero y progubernamental de la burocracia sindical. Es necesario, entonces, en toda lucha realizar la asamblea general y comités de huelga para darle una dirección consecuente a la lucha que surge de abajo.
El carácter catastrófico de la situación económica y de la escalada inflacionaria en marcha harán inútiles las luchas parciales. Es necesario encarar una lucha de carácter general y unificada del movimiento obrero: hay que comenzar a poner en pie Coordinadoras de Lucha por gremio y regionales para preparar la huelga general.