Políticas

12/3/1991|324

La demolición menemista

La tercera etapa hiperinflacionaria no se ha cerrado. El viernes 1° el gobierno tuvo que vender 250 millones de dólares, ante una concertada corrida cambiaría orquestada por los banqueros. Para hacerle frente, Cavallo aumentó en forma espectacular los fondos que los bancos depositan obligadamente en el Banco Central y les ofreció una suculenta tasa de interés. Como a su vez los bonos del Estado, que tienen en sus manos esos bancos, se ajustan también por la tasa de interés, el ministro Cavallo “paró” la trepada del dólar mediante el acrecentamiento de la deuda pública. Mientras los diarios exaltan la “jugada fuerte” del ministro, soslayan que Cavallo les paga beneficios extraordinarios a los banqueros responsables del “golpe económico”.

A cambio de estas ganancias, los bancos han arribado a una “tregua” con el equipo económico encabezado por Cavallo, tregua que se armó con el patrón del Citibank, John Reed. En el encuentro, Reed le señaló a Cavallo el recorrido que deberá seguir: acelerar algunas privatizaciones, dejar éstas como coto cerrado de la gran banca, aumentar los pagos de la deuda externa y negociar un paquete completo con el FMI. Cavallo pidió un respiro, para llevar adelante esta política. Los banqueros accedieron y han colocado a Cavallo en “vigilancia”.

Esta “tregua” se asienta, además, en otra “bicicleta financiera”, puesto que Cavallo largó una especie de “tablita cambiaria” (aseguró que el piso del dólar a fin de mes será de australes 9.700), lo que permite a los grandes bancos y especuladores levantar en menos de un mes una tasa en dólares del orden del 15/20%, lo que en los mercados internacionales se consigue en un año y medio o dos.

Con este acuerdo provisorio con la banca en la mano, Cavallo se largó a anunciar unos aumentos de salarios, con la intención de bloquear el poderoso movimiento a la huelga que anidaba en vastos sectores de trabajadores, y que podían confluir con los fraternales y docentes. Los aumentos no compensan las pérdidas salariales de los meses anteriores y sirven sólo para unos días, pero la burocracia se lanzó desesperada a exaltarlos a fin de bloquear la tendencia a la lucha.

La crisis de las privatizaciones

Aunque Cavallo desmontó transitoriamente la subida del dólar y la extensión del movimiento huelguístico, la crisis política y del régimen menemista están al rojo vivo.

Las privatizaciones atraviesan una crisis pavorosa. Después de anunciar que ingresarían 1.000 millones de dólares por la entrega de las áreas centrales de YPF, el gobierno se tuvo que desayunar con ofertas menores a los u$s 400 millones. Para salvar la entrega petrolera, Cavallo anuló la licitación de un área, pero con esto —de mantenerse las otras tres— solamente ingresarían 200 millones de dólares.

La privatización de Aerolíneas está empantanada. Se deshizo el consorcio adjudicatario (se fue Pescarmona) e Iberia no tiene el dinero para cumplir con los títulos de la deuda ni con los avales. Para evitar su “caída”, el gobierno le prorrogó los plazos, y “comprende” las dificultades de los adjudicatarios, lo que significa que se dispone a hacerles otro considerable descuento.

Lo de ENTel no está cerrado, porque John Reed declaró que el Citibank capitalizó por Telefónica Argentina 250 millones de dólares en títulos de la deuda. Entonces ¿de dónde sacó los otros u$s 2.250 millones? Tuvo que entregar, a cambio de ellos, acciones preferidas, que tienen un alto rendimiento. Pero el Citibank, un banco “en rojo”, no tiene cómo pagar estos rendimientos y espera sacarlos de Argentina, algo por demás problemático dada la crisis financiera y económica. Por de pronto, esto condiciona todo tipo de inversiones por parte de Telefónica.

Cavallo también tuvo que dar marcha atrás en el peaje y abrió un frente de crisis con la Unión Industrial en torno a la “apertura económica”. Ahora se ha jugado a una “buena” recaudación fiscal para hacer frente a los pagos financieros. Se trata de una pura ilusión, en la que fracasaron sus antecesores.

Toda la clave “cavallista" pasa por el acuerdo con el FMI, que exigirá condiciones rigurosas y toda clase de prebendas en materia de pagos por la deuda y por privatizaciones. La suerte de Cavallo depende por entero de los banqueros y acreedores.

Crisis política

La debacle menemista se ha puesto nuevamente de manifiesto en la pelea del binomio presidencial en torno a la candidatura de Duhalde para la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Menem lo candidateó a Duhalde en Buenos Aires no para ganar las elecciones sino para sacarlo de la línea de sucesión presidencial. El clan Menem ve su reinado agarrado con alfileres y por eso Carlitos quiere tener a su hermano Eduardo en la línea sucesoria, a fin de evitar “cortocircuitos” desagradables. Con la crisis del “clan Saadi” y las denuncias judiciales en España de tráfico de drogas por parte del “clan Yoma”, el “clan Menem” ha comenzado a tomar las providencias del caso.

Pero todo eso es en vano, desde el momento en que la demolición del gobierno avanza a pasos agigantados. El gobierno ha fracasado como árbitro entre los distintos sectores capitalistas y frente a las masas. Las distintas acusaciones de corrupción, en la que lógicamente sectores del gobierno están involucrados, son una manifestación de que no puede disciplinar a los grupos rivales.

Pero la gran huelga de los fraternales no ha podido ser quebrada ni por el desgaste del tiempo, a pesar de que el gobierno ensayó la provocación y recurrió a los oficios de los “mediadores” ubaldinistas. El gobierno se ha revelado completamente débil y no ha podido superar esa debilidad contra la huelga. Los explotadores han tomado debida nota de esta debilidad del régimen menemista puesto que una derrota rápida de la huelga constituía la única posibilidad del gobierno de levantar sus acciones ante los explotadores.

Todo esto se puede apreciar en la multiplicidad de candidatos, partidos, frentes y alianzas electorales patronales que ya se disputan los despojos menemistas. En estas condiciones, la gran burguesía y, por supuesto, el imperialismo esperarán a ver el resultado de todos estos realineamientos y jugarretas políticas, antes de decidir poner un mango. La ley de lemas es un intento desesperado por contener toda esta disgregación (ver nota).

La cuestión clave para el movimiento obrero sigue estando en la huelga de los fraternales. El rechazo de los compañeros a un pre-acta trucha armada por los “mediadores” revela que la huelga sigue firme y que existen sobradas energías para derrotar a este gobierno impotente, en crisis y disgregación.