Políticas

20/1/2000|653

La desintegración del Mercosur

Hasta hace un año, el Mercosur era presentado por la burguesía mundial y los países involucrados como el ejemplo de una “integración exitosa” y como un proyecto de expansión económica imparable.


Desde Prensa Obrera, sin embargo, denunciamos que el Mercosur era una falsa unión de países hipotecados; que no existía integración económica sino prebendas para los grandes pulpos, especialmente los automotrices; y que esos subsidios profundizarían la bancarrota de los países de la región.


Bastó que Brasil, un año atrás, devaluara el real como consecuencia de su hipotecamiento, para que el Mercosur entrara en una etapa de desintegración.


Hay choques a diario en todas las ramas de producción, sea autos, siderurgia, energía, papel, calzado o textiles. Las pugnas son de tal magnitud que los gobiernos no consiguen arbitrar entre los intereses enfrentados. Una parte de las industrias radicadas en la Argentina se está desplazando hacia Brasil; el gobierno brasileño dispone, además, de un fondo para subsidiar esos traslados.


Durante un año y medio se dijo que era “inminente” la firma de un nuevo régimen para la industria automotriz, pero en vísperas de fin de año lo ‘inminente’ fue su caída. Sólo sobre el filo del 31 de diciembre los gobiernos de la Argentina y Brasil acordaron prorrogarlo por 60 días, lo que claramente crea mayor incertidumbre. Esta impasse está llevando a los pulpos a levantar parcialmente sus inversiones hacia México, para aprovechar sus nuevas prebendas y subsidios.


 


Autos


El Mercosur nació y se estructuró en torno al acuerdo automotriz, por eso ahora se desestructura también alrededor del mismo.


Las prebendas otorgadas para que las grandes automotrices se radicaran en la región provocaron ‘sangrías’ imparables tanto en Argentina como en Brasil. Entre 1992 y 1997, las automotrices obtuvieron en la Argentina una renta extraordinaria, por subsidios, de 5.250 millones de pesos, porque pudieron importar autos terminados y autopiezas con aranceles preferenciales, y vender los autos que producían en el Mercosur con una protección de casi el 35% (IEFE. Costos y perspectivas de la Industria automotriz, mayo de 1999). Como las automotrices dicen que invirtieron 5.000 millones de dólares, resulta que toda la inversión que se acreditan los pulpos corresponde al dinero de los consumidores.


Para aprovechar a fondo estas ‘rentas’, las automotrices importaron a más no poder, a tal punto que entre 1992 y 1998 el déficit comercial del sector fue de 17.000 millones de dólares. Esto explica la crisis del sector autopartista, desplazado por la importación.


Es decir que el déficit externo y el déficit fiscal argentino se explican, en gran parte, por todos estos colosales beneficios otorgados a las automotrices. Ahora, con las arcas vacías, tanto el gobierno de la Argentina como el de Brasil quieren eliminar esos aranceles preferenciales. La respuesta de las terminales automotrices fue clara: si hacen eso, levantamos las inversiones y nos concentramos en Brasil (algo que de todos modos ya están haciendo), donde procederían a una fuerte racionalización de la industria autopartista. Pero esta reestructuración acabaría con el Mercosur.


 


De la Rúa


Para enfrentar esta crisis, De la Rúa, con el apoyo de Ruckauf, De la Sota y Reutemann, ofreció otorgar “reembolsos a la exportación y la creación de un régimen especial de admisión temporaria de importaciones” (La Nación, 27/12). “He visto con mucho agrado -declaró el ‘mandamás’ de Fiat, Vincenzo Barello- la idea de la Secretaría de Industria sobre la promoción de exportaciones” (Página 12, 31/12). De la Sota no se quedó atrás y dijo que, en beneficio de Volkswagen, “la provincia no cobrará los impuestos municipales ni los provinciales e instalará una línea de generación eléctrica” (La Nación, 30/12).


La salida de De la Rúa acentuó el choque con Brasil. “Existe una clara sensación, entre los negociadores brasileños, de que la Argentina no quiere un régimen común y sí mantener su régimen interno de incentivos, que prevé beneficios arancelarios a las importaciones y ventajas fiscales para atraer inversiones” (Gazeta Mercantil, 3/1).


Todo esto revela que los planteamientos actuales no apuntan a poner fin al parasitismo existente y a la hemorragia financiera que significan los pulpos automotrices, sino que los acentúan.


Otro ángulo para profundizar las prebendas es la devaluación del peso. “Si seguimos así, Argentina, en lo que se refiere a la industria automotriz, no es competitiva con Brasil”, dijo el ‘patrón’ de Fiat (Página 12, ídem). Pero si no es ‘competitiva’ con Brasil, tampoco lo es con el resto del mundo. Para Fiat, entonces, si el gobierno argentino no renueva las prebendas, debe devaluar. Por eso, cada vez que habla un directivo de Fiat, sale otro a aclarar que “fue un malentendido” y que la Fiat no quiere la devaluación (Idem).


El choque envuelve a la siderurgia y a las autopartistas, porque el mantenimiento de un arancel privilegiado de importación de insumos para las automotrices desplaza a la chapa que provee Techint. Por esa razón, Techint salió a reclamar un arancel de importación para sus productos en línea con los aranceles automotrices.


Las burocracias sindicales tanto de la UOM como del Smata se han alineado con las distintas patronales en el reclamo de incentivos y prebendas. Pero esta salida es financieramente inviable y desintegrará a las economías nacionales.


El fracaso del proyecto internacional más importante de la burguesía nacional plantea que la clase obrera asuma la lucha por la unión política y socialista de América Latina.