Políticas
25/8/2021
¿La deuda en pesos es inofensiva?
Sobre los dichos del oficialismo acerca del endeudamiento bajo el mandato de Alberto Fernández.
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En las últimas semanas tomó relevancia el contrapunto entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos sobre el asunto de la deuda. Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, en sus declaraciones públicas, sostuvieron que el gobierno de Alberto Fernández se viene endeudando a un ritmo mayor que la anterior gestión presidencial. Frente a esta acusación, el oficialismo se escudó en el hecho de que la emisión de deuda en dólares fue superior durante el macrismo, aduciendo una supuesta inocuidad del endeudamiento en moneda local bajo el gobierno actual. Lo que demuestra esta disputa es que los representantes de ambos lados de la “grieta” son responsables del hipotecamiento del país, dando como resultado un incremento de la pobreza y la profundización del ajuste.
Lo cierto es que durante el gobierno de Macri la deuda del Tesoro se incrementó en 66.150 millones de dólares mientras que la deuda del Banco Central, compuesta por pases y Leliqs, aumentó en 45 mil millones de dólares entre 2015 y 2019. Por otro lado, en los primeros 18 meses de gobierno de Alberto Fernández se emitieron bonos del Tesoro por 30 mil millones de dólares y el BCRA sumó un pasivo de 33,6 mil millones de dólares (Chequeado, 24/8).
Se equivoca Emmanuel Álvarez Agis cuando dice que la deuda en pesos no importa porque el BCRA la puede emitir para afrontar los vencimientos. Es que si el BCRA emite sin límites para asistir al Tesoro corre el riesgo de llevar al país a una hiperinflación (sigue)
— Gabriel Solano (@Solanopo) August 24, 2021
Por lo tanto, el promedio de colocación de deuda es superior en la gestión del Frente de Todos con respecto al gobierno anterior. No obstante, Macri contrajo un porcentaje mayor de deuda nominada en moneda extranjera. Estos dólares no fueron invertidos para desarrollar al país sino dirigidos a financiar la fuga de capitales y el giro de dividendos al exterior, con el levantamiento del cepo cambiario y la bicicleta financiera montada a partir de las altas tasas de interés del Banco Central, dando como resultado un default a finales del gobierno de Macri. Este desenlace marcó el fracaso de las premisas cambiemistas, que planteaban la vuelta de Argentina al mercado de crédito internacional como el inicio de un ciclo de crecimiento. Alberto Fernández, por su parte, vocifera contra la deuda heredada del macrismo pero se compromete a pagarla sin quita, tanto al FMI como a los bonistas.
Ahora bien, es preciso advertir sobre las consecuencias del endeudamiento en moneda local al cual acude el actual gobierno. Se trata de títulos del Tesoro linkeados al dólar (dólar linked) o indexados a la inflación (bonos CER), con lo que no podrán ser licuados mediante una devaluación. Esta práctica resulta una verdadera bomba de tiempo, considerando el contexto inflacionario en el cual nos encontramos y la presión constante que existe sobre el tipo de cambio, debido a que el récord de ingreso de divisas por exportaciones se consumió en pagos de deuda a los organismos internacionales.
Para atraer a la banca y a los fondos de inversión a que “inviertan” en estos títulos en lugar de inclinarse hacia la compra de dólares, las tasas que se ofrecen son altísimas y los plazos cada vez más cortos. Sin ir mas lejos, en la última licitación de deuda en pesos los bonos otorgaban un rendimiento del 40% anual y vencimientos pautados para octubre de este año. Como se ve, el gobierno sostiene una precaria “pax-cambiaria”, en función de preservar las divisas para utilizarlas en el pago al FMI, a costa de incrementar la deuda pública a tasas usurarias.
A su vez, los títulos del Tesoro tienen la finalidad de financiar el déficit fiscal, provocado por la erogación de sumas millonarias de fondos públicos para subsidiar a las petroleras, mientras se ajusta a los salarios, las jubilaciones y la asistencia social. Es decir, el endeudamiento del gobierno “nacional y popular” está al servicio del rescate de los acreedores internacionales y de complacer al gran capital.
La jactancia de Martín Guzmán cuando afirma, en referencia al gobierno del cual forma parte, que “nosotros nunca nos endeudamos en dólares” es una verdadera impostura. El ministro omite que la razón por la cual no toma deuda en dólares en sencillamente porque el crédito internacional está vedado para Argentina, donde las tasas llegan al 22% debido al alto riesgo país, del orden de los 1.600 puntos. Esto es el reflejo de la insolvencia nacional, no a pesar de sino como producto del rescate de una deuda usuraria. Por otra parte, no hay que olvidar que en abril de este año, el gobierno realizó la subasta del bono por 750 millones de dólares para que los fondos de inversión Pimco y Templeton puedan abandonar sus tenencias en pesos.
El exfuncionario kirchnerista, Emmanuel Álvarez Agis, también relativizó el impacto de la deuda nominada en pesos que contrajo el gobierno actual, bajo el planteo de que el Banco Central puede emitir para afrontar los vencimientos. Ante esta afirmación, Gabriel Solano, candidato del Frente de Izquierda Unidad a legislador porteño, le respondió al economista a través de su cuenta de Twitter, indicando que “si el BCRA emite sin límite para asistir al Tesoro corre riesgo de llevar al país a una hiperinflación”; además señaló que esos pesos sobrantes irán directo a la compra de dólares, desatando una corrida.
El gobierno es perfectamente consciente del riesgo inflacionario que representa la emisión monetaria. Este es uno de los motivos por los que Guzmán decidió reemplazarla por emisión de deuda en pesos para cubrir el déficit fiscal. Por otra parte, la emisión de Leliqs y pases del Banco Central a una tasa del 38%, que comenzó siendo una medida para absorber los pesos sobrantes del mercado, y, al mismo tiempo, desalentar una corrida hacia el dólar, terminó convirtiéndose en una bola de nieve, ya que el BCRA se ve obligado a emitir pesos para cancelar los vencimientos (con sus consecuencias inflacionarias ), o bien, renovar dichos instrumentos, aumentando el caudal de deuda que posee la entidad.
Debido a esto, el gobierno busca reemplazar las Leliqs y pases por títulos del Tesoro, transformando la hipoteca del Banco Central (que alcanza los $4 billones) en deuda pública. “Es una medida clásica de ajuste, ya que el Tesoro debe afrontar estos pagos con su presupuesto (a diferencia del BCRA que tiene capacidad de emisión), en detrimento de otros gastos”, enfatizó Solano. Como vemos, evitar la emisión monetaria está en el centro de las preocupaciones oficiales por más que los voceros del Frente de Todos la intenten presentar como inofensiva.
Lo anterior supone otro peligro: el de una corrida bancaria. Sucede que para lograr que los bancos cambien sus instrumentos del BCRA por bonos del Tesoro se les permitió utilizar estos últimos como encajes bancarios, que respaldan los depósitos de los depositantes.
Por otro lado, incrementar la deuda del Tesoro requiere, como hemos mencionado, ofrecer cada vez mayores tasas de interés, lo cual encarece el crédito profundizando las tendencias recesivas. Ocurre que los bancos utilizan cada vez más cantidad de dinero en comprar instrumentos que brindan altas tasas de interés, y cada vez menos en otorgar créditos a la producción o personales, encareciendo y dificultando el acceso a estos últimos.
En definitiva, mientras entre los partidos políticos que gobiernan y gobernaron se enfrentan para ver quién ha sido más irresponsable en materia de endeudamiento, es necesario poner de relieve lo inconducente de esta política. Macri tomó deuda para pagarle a los buitres y financiar la fuga de capitales, mientras que Fernández se endeuda para utilizar las reservas del país en el pago al FMI, al Club de París y a los bonistas privados, con la perspectiva de acceder al crédito internacional y reanudar un nuevo ciclo de endeudamiento. Esta orientación tiene como contrapartida un retroceso cada vez más pronunciado de las condiciones de vida de las mayorías. Sin ir más lejos, las garantías que exige el FMI para arribar a un acuerdo, no son otra cosa que un ajuste generalizado y las mentadas “reformas estructurales”.
Resulta necesario emprender el camino opuesto: romper con el FMI, repudiar la deuda usuraria y nacionalizar la banca bajo control obrero para detener la sangría de divisas y destinar el ahorro nacional en el desarrollo del país y en dar respuesta a las necesidades populares.
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