La gira de Alberto Fernández a Rusia y China, o el remate del país para pagar deuda
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Alberto Fernández zarpó en su gira oficial hacia Rusia y China en medio de la crisis política que siguió al acuerdo con el Fondo Monetario. El objetivo del viaje es buscar financiamiento internacional e inversiones, en momentos en que el ingreso de capital al país esta paralizado.
Entre los rubros en los que el gobierno intenta promover inversiones, especialmente de China, figuran importantes obras viales y ferroviarias, infraestructura energética como la reactivación de las obras de las represas hidroeléctricas de Santa Cruz o la anunciada construcción de una cuarta central nuclear con uranio enriquecido, gasoductos y hasta de fibra óptica y telecomunicaciones entre las que se incluiría especialmente el despliegue de la tecnología 5G -lo cual es resistido por el imperialismo norteamericano, embarcado en una carrera en este terreno contra las compañías orientales.
Incluso trascendió la intención de la comitiva argentina de negociar una ampliación del swap chino, que hoy representa ya más de la mitad de las reservas internacionales del Banco Central, aunque su utilización efectiva está muy condicionada. Se trata de 20.000 millones de dólares pero suscritos en una cuenta en yuanes, cuya conversión a divisas no es sencilla y activaría una tasa interés del 7%. Ahora pretenden incrementarlo en 3.000 millones de dólares más, aunque por estos motivos al momento solo aparece como un artilugio contable para disimular la sequía de las reservas. Una opción es que sean empleados para saldar el déficit comercial con el gigante asiático, pero además de representar un nuevo endeudamiento ello sería habilitado en función de ofrecer mayores prerrogativas a capitales de China.
De hecho, las versiones periodísticas mencionan la posibilidad de que Alberto Fernández firme con el gobierno de Xi Jinping un memorándum para la integración de Argentina en la llamada Nueva Ruta de la Seda, la iniciativa china para garantizarse abastecimiento clave en materia energética y alimentaria y copar rubros clave que garanticen el intercambio comercial y la penetración de capitales orientales en diversos continentes. Es el interés en la construcción de centrales eléctricas a costa de despachos de energía, o la tentativa de instalar las ruinosas granjas industriales de cerdos para asegurarse carne -tras el sacrificio de millones de animales por la proliferación de la Gripe Porcina Africana, debido a este insalubre y contaminante método productivo.
Es aquí donde entra un juego de presiones con Estados Unidos, que además de la batalla por el 5G tiene otros capítulos como la resistencia a que la Hidrovía, por donde transita la mayor parte del comercio exterior argentino, quede concesionada a una empresa china -y que mandó al freezer la licitación internacional, además de ponerla bajo la órbita de la OCDE. Ello porque una cosa es que el gigante asiático se haya convertido en el principal destino de las exportaciones, pero otra distinta es que la infraestructura clave de ese comercio quede en manos de Pekín. En los últimos años, empresas chinas han ido copando buena porción de la cadena de valor de los agronegocios, la minería y hasta en el rubro de los hidrocarburos; pero todavía son los capitales estadounidenses los que dominan en cuanto a inversión extranjera directa en el país, es decir quienes embolsan los beneficios de este comercio colonial.
Sectores del oficialismo aducen, basándose en este cuadro de confrontación en el mercado mundial, que un mayor alineamiento a Rusia y China representaría una vía alternativa que proporcionaría un margen de independencia frente al FMI y el imperialismo yanqui, pero nada hay de cierto en ello. La propia China suspendió los desembolsos de créditos pactados y la concreción de otras inversiones a la espera de que se firmara una renegociación con el organismo financiero, ya que finalmente pretende asegurarse sus retornos. Por lo demás, amén de su potencia económica, el reino celeste no ha logrado erigirse como polo hegemónico alternativo, como se expresa en la incapacidad de convertir a su moneda en una divisa de circulación internacional. El carácter incompleto de la restauración capitalista la coloca a su vez como objeto de presión por una mayor apertura al capital imperialista.
Un desarrollo nacional no provendrá de rematar los activos del país al mejor postor, en busca de revertir la parálisis de inversiones tanto extranjeras como locales. El cumplimiento con el pago al FMI a fuerza de mayor colonización del capital extranjero solo expone a Argentina a los vaivenes de la guerra comercial y las tensiones que dominan el mercado mundial.
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