Políticas

26/5/2017|1459

La gira de Macri en China, una remake del kirchnerismo


La gira de Mauricio Macri por China no se caracterizó por la originalidad. Los anuncios de inversiones realizados por el gobierno, del orden de los 15.000 millones de dólares, repiten lo que Néstor y Cristina Kirchner hicieran en 2004 y 2010, respectivamente. En esas oportunidades, los números también eran impactantes. Pero de los 20.000 millones de dólares anunciados por NK y de los 10.000 millones anunciados por CFK se vio poco o nada. Barrida la hojarasca, sólo quedó un intercambio comercial basado en la venta de productos primarios, en primer lugar de soja, para engordar a los chanchos chinos. Los que embellecían los acuerdos en nombre del impulso a la exportación de productos industriales con alto valor agregado debieron reconocer que no pudieron vender ni proteínas. Así, el déficit comercial con China adquirió niveles siderales.


 


Así las cosas, el periplo chino de Macri se limitó, en lo esencial, a reafirmar los acuerdos ya firmados por Cristina Kirchner en 2010 y que nunca se llevaron a la práctica. De este marcar el paso surgieron dos paradojas: Macri debió olvidar su promesa de campaña de revisar los acuerdos con China, a los que acusaba de falta de transparencia y de dificultar la competencia. Entretanto, el kirchnerismo, por boca de Axel Kicillof, salió a mofarse de que Macri reafirmaba lo hecho por ellos. No se percató de que la denuncia al actual Presidente era, a su vez, una autoincriminación.


 


Macri, sin embargo, no pudo ofrecer las garantías que China reclamaba. Sucede que un punto fuerte de los anuncios estuvo concentrado en negocios energéticos, entre los que se destacan las represas de Santa Cruz y dos centrales nucleares. Las represas patagónicas están cuestionadas por el impacto ambiental que supondría su construcción sobre los procesos naturales de los glaciares Perito Moreno, Spegazzini y Upsala. Esto, junto a la desaparición de gran parte de ese río mediante sendos embalses y la modificación de una geografía virgen, donde se encuentran importantes yacimientos arqueológicos.


 


Todas esas agresiones movilizaron a una parte de la población local, y recibieron severos cuestionamientos por parte de científicos y especialistas, que culminaron a fines del año pasado con la decisión de la Corte de suspender la construcción de las presas hasta que se determine el impacto ambiental que puedan generar. Ante el gobierno chino, Macri se olvidó de la “Justicia independiente” y pidió un par de meses para que, apriete mediante, la Corte autorice la construcción de las represas.


 


De conjunto, las inversiones anunciadas están centradas en obras de infraestructura que China requiere para asegurarse la provisión de materias primas. Pero esas obras las pagará el Estado argentino, mediante un enorme endeudamiento que recaerá sobre las espaldas de la población de nuestro país. Se trata de un modelo similar al que China aplica en Africa, para obtener minerales necesitados por sus industrias. Por esta vía el país verá agravada la tendencia a la primarización de su economía.


 


El otro gran anuncio estuvo referido también al sector energético: China propuso construir dos centrales nucleares, una en Atucha y la otra en Río Negro. Además de los múltiples cuestionamientos a repetición que reciben en todo el mundo este tipo de centrales, y que han llevado a una desaceleración o a la suspensión de nuevas usinas de ese tipo, está en cuestión el tema de cuál sería la tarifa redituable para justificar las inversiones.


 


Al respecto, el columnista Carlos Pagni, del ultraoficialista diario La Nación, se pregunta: “¿Cuál sería la tarifa que habría que cobrar para que esa inversión se justifique? Hay expertos que aventuran que sería cinco veces la actual”. Y acota: “Es muy probable que China saque provechos extraordinarios si estos proyectos se concretan”, entre otras cosas porque -dice- los acuerdos establecen que los costos de las obras no podrán superar los equivalentes de nuestro país, pero -aclara- los de China son mucho menores, es decir que el margen de ganancia sería considerable (18/5).


 


Los acuerdos firmados por Macri admiten el condicionamiento que ya había aceptado Cristina Kirchner ante Beijing. Este exige que “a cambio de financiamiento barato de bancos estatales, las empresas chinas, que también son casi todas del Estado, se adjudican obras sin licitación” (ídem). Macri denunciaba que esa prerrogativa otorgada a China, que implicaba el pago de sobrecostos, era el resultado de un país aislado del mundo. La aceptación de esta exigencia muestra el fracaso de la política exterior del gobierno.


 


El carácter farsesco de los anuncios se mostró al abordarse la cuestión de la balanza comercial, ampliamente deficitaria para la Argentina. Los funcionarios chinos obviaron cualquier referencia a medidas para lograr un equilibrio y la delegación argentina sólo se atrevió a plantear la posibilidad de sumar exportaciones de arándanos y algunos otros productos marginales, mientras Macri aportó la presencia de Daniel Angelici. Es que, además de soja, Macri se propone vender jugadores de fútbol.