Políticas

21/10/2004|873

La iglesia contra los trabajadores

La Iglesia reclamó, que el "gobierno re­emplace progresivamente el plan Je­fas y Jefes de Hogar desocupados por un subsidio para madres de familias indi­gentes cuyo monto dependa de la cantidad de hijos” (Clarín, 17/10).


Casaretto, obispo presidente de Cáritas, ya había tratado de vagos a los benefi­ciarios. Hace poco se le sumó Héctor Aguer, el derechista obispo de La Plata. Ahora Pe­dro Olmedo, obispo de Humahuaca y her­mano de Jesús Olmedo, el cura piquetero, dice que el plan “ha hecho mucho daño”. Cartón lleno. La institución capitana de la Mesa de Diálogo Argentino, donde se armó el Consejo Consultivo de Duhalde, que re­partió las planillas de los planes Jefes, ha decidido terminar con la asistencia a los de­socupados.


Aguer dice que el plan Jefes “desalien­ta la cultura del trabajo” y Olmedo profun­diza: “Hay mucha gente que no trabajó nunca, ni sigue trabajando(…) mantenien­do el clientelismo y la dependencia, tanto política como gremial”.


Eduardo Serante, director de Cáritas, da una pista muy fuerte del origen de se­mejante ataque contra casi dos millones de compañeros: “La pobreza(…) se mantendrá alta durante mucho tiempo; frente a un problema estructural debemos ir hacia un plan que llegue a las familias más necesi­tadas sin afectar la cultura del trabajo”.


A confesión de partes, relevo de prue­bas. Como el capitalismo no tiene ninguna chance de terminar con la desocupación masiva, ni se lo propone, terminemos con el subsidio a los desocupados que “distor­siona el mercado laboral”. Efectivamente, ese fue oportunamente el reclamo de la Cá­mara Argentina de la Construcción y de los terratenientes, los cuales entienden que el plan “obstaculiza” el ingreso de trabajado­res que no ganan mucho más que el plan, esto en jomadas enteras en algunos casos de sol a sol y en negro, como ocurre con la mayoría del trabajo rural y gran parte de las obras de construcción. Si están en blan­co, cuando el trabajo es temporario no re­cuperan, con el cese de éste, el “plan”.


La clase capitalista quiere tener las ma­nos aún más libres en el mercado laboral y eliminar la mayor partida de gasto social, que abarca a casi dos millones de familias, para pagar deuda externa u obtener más subsidios al capital. Por sobre todo quiere eliminar al movimiento piquetero, que re­clama antes que nada el subsidio a los de­socupados. Las “familias indigentes” de las que habla la Iglesia son, según La Nación, unas 400.000, y se pretende una asistencia reducida a niños y ancianos. Atacan lo que es apenas una mueca del seguro al parado, que ha sido la gran conquista social de las clases obreras de los países avanzados des­pués de la última guerra mundial.


Se trata de recuperar para la Iglesia y las ONGs que financia el imperialismo el control de la red contra el hambre, un co­losal instrumento de manipulación y so­metimiento de los explotados. Las críticas al clientelismo son cháchara, porque el clientelismo se acaba universalizando el subsidio a todos los desocupados, pero a eso se oponen como a la peste.


El planteo de los obispos lo repiten Carrió, López Murphy y Angel Rozas. Kirchner ha eliminado 400.000 planes desde que subió; así lo blanqueó el primer ministro Al­berto Fernández (La Nación) en oportuni­dad del debate por el presupuesto, que arrojó una enorme sub-ejecución del gasto social. Las partidas han ido a parar, superpoderes mediante, a una cuenta de más de 2.000 millones de dólares en el Banco Nación para la deuda externa.


Kirchner y su hermana Alicia ofrecen la salida laboral de los microemprendimientos (programa “Manos a la obra”). Una línea que ha servido para cooptar al Esta­do y al frente kirchnerista a la FTV y Ba­rrios de Pie, pero que ha sido absoluta­mente impotente para crear un puesto de trabajo. La otra línea es “Techo y Trabajo”, pero se trata sólo de 1.040 cooperativas que emplean en negro a 16.000 trabajadores por dos años y que son el odio de las sec­cionales combativas de la Uocra, porque compiten a la baja y sin libreta contra el trabajador de la construcción.


De manera creciente, usando artima­ñas, el gobierno Kirchner está demoliendo en forma progresiva los planes.


Pero hay también nuevas propuestas. El fiscal Marijuán, que acumuló más de 7.000 casos de curros del Estado con las Fuerzas Armadas y otros sectores (sin pro­cesar a nadie), propone un “reempadrona­miento”. Lo mismo impulsa Chiche Duhal­de: “Hay que reempadronar y orientar la ayuda a las mujeres que son más respon­sables y cumplen con la prestación” (Cla­rín, 20/10).


Del reempadronamiento sabemos mu­cho. Cafiero despidió a 22.000 personas con este recurso, lo que llevó a marchas y cor­tes de rutas con centenares de procesados, que lograron reincorporar a algunos miles; a los demás los partió un rayo, e igual­mente a nosotros nos quedaron cantidad de compañeros en el camino.


Se trata de conjunto de una movida de fondo de toda la clase capitalista. Duhalde largó la señal: “Habrá que ir modificando el sistema, aunque no se pueda hacer de golpe” (Clarín, 20/10). El punto es que to­man a los cinco millones de desocupados co­mo una realidad inmodificable. En lugar de reorganizar la sociedad y la economía para que no haya desocupados, pretenden aca­bar con las medidas de emergencia toma­das al calor del Argentinazo, cuando tem­blaron todas las bases de la dominación ca­pitalista.


Después de la bancarrota capitalista se pretende estabilizar una nueva situa­ción, con una más que sideral deuda ex­terna, un 47% de la economía en negro, una participación de los asalariados del 21% en el Producto Bruto (30% menor que en el 2001) y millones y millones de de­socupados. El objetivo es siempre políti­co: acabar con el movimiento piquetero.


No pudieron hacerlo mediante el Consejo Consultivo de Duhalde, no pudieron con la cooptación kirchneriana, no pueden con la represión y la cárcel; la emprenden contra todas sus conquistas para barrer el principio de organización independien­te y de clase que armaron las asambleas barriales y los cuerpos de delegados del movimiento piquetero, factor de organización, de lucha por todas las reivindica­ciones y de disputa política, territorio por territorio, a los punteros y a las parro­quias.


Más que nunca, subsidio a todos los de­socupados de 350 pesos, reparto de las ho­ras de trabajo disponibles sin afectar el sa­lario, plan de obras y viviendas populares bajo gestión obrera, no pago de la deuda ex­terna.