La impunidad en el discurso presidencial
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Menem dixit
“Ahora, por tu bien, pienso y veo claramente que debes seguirme: yo seré tu guía y te sacaré de aquí para llevarte a un lugar eterno, donde oirás aullidos desesperados; verás los espíritus dolientes de los antiguos condenados, que llaman a gritos a la segunda ‘ muerte; verás también a los que están contentos entre las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un puesto entre los bienaventurados”.
Dante Alighieri, “La Divina Comedia”, 1321
“Síganme, no los voy a defraudar”
Carlos Saúl Menem, Slogan electoral, 1989
La “Paz”, la “Reconciliación” y la “Unidad Nacional”, en versión del presidente Carlos Menem, son ‘chalets’ discursivos que ha construido y deconstruido con cimientos tan disímiles como la justicia y la impunidad.
Las siguientes son algunas de las contradictorias declaraciones que Carlos Menem ha ido formulando a lo largo de su carrera política, referidas a las leyes de Punto Final, Obediencia Debida y al Indulto — que él mismo finalmente concediera—, corolario de la impunidad de las violaciones a los derechos humanos cometidas por quienes comandaron y ejecutaron el ‘Proceso’ militar.
El 30 de noviembre de 1986, siendo gobernador de La Rioja, Menem afirmó que “el único punto final que hay que respetar es el fallo de la justicia (…) Los argentinos queremos la paz, pero, no hay paz sin justicia”. Y remarcó: “No soy partidario del Punto Final ni de la amnistía”.
El 17 de julio de 1988, ocho días después de haber sido consagrado como candidato a presidente de la Nación en las internas justicialistas, declaró al matutino español Diario 16: “No habrá amnistía para los militares (…) El único que puede perdonar es Dios. Quiero la estricta aplicación de la ley. No soy partidario ni de la ley de punto final, de la obediencia debida, ni de la amnistía”. En el mismo reportaje añadía que su meta era “la plena vigencia de los derechos humanos a partir de la justicia”.
En su discurso ante la Asamblea Legislativa, al asumir la presidencia de la Nación, el 8 de julio de 1989, Menem insistió: “No puede existir una real unidad sin justicia”. Sin embargo, inmediatamente insinuó su posterior viraje, al considerar que “tras seis años de vida democrática, no hemos logrado superar los crueles enfrentamientos que nos dividieron hace más de una década. A esto yo le digo basta. A esto el pueblo argentino le dice basta, porque quiere mirar hacia adelante”. Y consideró imprescindible “un gesto de pacificación, de amor, de patriotismo (…) No vamos a agitar los fantasmas de la lucha; vamos a serenar los espíritus”.
- Tres días después fue más explícito: “No se puede gobernar contra las Fuerzas Armadas”.
- El 10 de setiembre de 1989, el presidente anunció oficialmente el Indulto y manifestó: “Esta es la única salida para una Argentina que quiere terminar con viejos pleitos y con históricas frustraciones (…) Hay quienes están con la pacificación y quienes están en contra. Yo asumo toda la responsabilidad y asumo todos los costos (…) Los que no estén de acuerdo conmigo, mala suerte, aún gente de mi propio gobierno”.
- El 9 de octubre siguiente, el presidente Carlos Menem firmaba la primera parte del indulto a favor de 39 militares procesados por violaciones a los derechos humanos, 64 guerrilleros y 174 militares amotinados durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
- El 29 de diciembre de 1990 eran indultados los ex comandantes del Proceso de Reorganización Nacional, los ex jefes de la Policía bonaerense Ramón Camps y Pablo Ricchieri, el ex jefe del Primer Cuerpo de Ejército, Guillermo Suárez Masón, el jefe montonero Mario Firmenich y otros procesados y condenados por la justicia, medida que provocaba el rechazo de la opinión pública nacional e internacional.
- El último eslabón de esta ezquizofrénica cadena fue la decisión del presidente de destituir de la Armada al torturador Alfredo Astiz no por sus hechos sino por sus dichos. Toda una muestra de que en nuestro país, como demostró aquel ‘lapsus’ del gremialista Luis Barrionuevo (“Nadie se gana la plata trabajando”), parece ser más grave el hablar de la infamia que la infamia misma. Aunque algunos gozan de impunidad también en el terreno del discurso. Quizás el Dante haya destinado para ellos algún círculo de su infierno.