Políticas

26/3/1998|578

La impunidad en el discurso presidencial

Menem dixit


“Ahora, por tu bien, pienso y veo claramente que debes seguirme: yo seré tu guía y te sacaré de aquí para llevarte a un lugar eterno, donde oirás aullidos desespera­dos; verás los espíritus dolientes de los antiguos condenados, que llaman a gritos a la segunda ‘ muerte; verás también a los que están contentos entre las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un puesto entre los bienaventurados”.


Dante Alighieri, “La Divina Co­media”, 1321


“Síganme, no los voy a defrau­dar”


Carlos Saúl Menem, Slogan elec­toral, 1989


La “Paz”, la “Reconcilia­ción” y la “Unidad Nacional”, en versión del presidente Carlos Menem, son ‘chalets’ discursi­vos que ha construido y deconstruido con cimientos tan disími­les como la justicia y la impuni­dad.


Las siguientes son algunas de las contradictorias declara­ciones que Carlos Menem ha ido formulando a lo largo de su ca­rrera política, referidas a las le­yes de Punto Final, Obediencia Debida y al Indulto — que él mis­mo finalmente concediera—, co­rolario de la impunidad de las violaciones a los derechos huma­nos cometidas por quienes co­mandaron y ejecutaron el ‘Pro­ceso’ militar.


El 30 de noviembre de 1986, siendo gobernador de La Rioja, Menem afirmó que “el único punto final que hay que res­petar es el fallo de la justicia (…) Los argentinos queremos la paz, pero, no hay paz sin justicia”. Y remarcó: “No soy partidario del Punto Final ni de la amnistía”.


El 17 de julio de 1988, ocho días después de haber sido con­sagrado como candidato a presi­dente de la Nación en las inter­nas justicialistas, declaró al ma­tutino español Diario 16: “No habrá amnistía para los mili­tares (…) El único que puede perdonar es Dios. Quiero la estricta aplicación de la ley. No soy partidario ni de la ley de punto final, de la obedien­cia debida, ni de la amnis­tía”. En el mismo reportaje aña­día que su meta era “la plena vigencia de los derechos hu­manos a partir de la justi­cia”.


En su discurso ante la Asamblea Legislativa, al asumir la presidencia de la Nación, el 8 de julio de 1989, Menem insistió: “No puede existir una real unidad sin justicia”. Sin em­bargo, inmediatamente insinuó su posterior viraje, al considerar que “tras seis años de vida democrática, no hemos logra­do superar los crueles en­frentamientos que nos divi­dieron hace más de una déca­da. A esto yo le digo basta. A esto el pueblo argentino le dice basta, porque quiere mi­rar hacia adelante”. Y conside­ró imprescindible “un gesto de pacificación, de amor, de pa­triotismo (…) No vamos a agi­tar los fantasmas de la lucha; vamos a serenar los espíri­tus”.


  • Tres días después fue más explícito: “No se puede gober­nar contra las Fuerzas Arma­das”.
  • El 10 de setiembre de 1989, el presidente anunció oficial­mente el Indulto y manifestó: “Esta es la única salida para una Argentina que quiere terminar con viejos pleitos y con históricas frustraciones (…) Hay quienes están con la pacificación y quienes están en contra. Yo asumo toda la responsabilidad y asumo to­dos los costos (…) Los que no estén de acuerdo conmigo, mala suerte, aún gente de mi propio gobierno”.
  • El 9 de octubre siguiente, el presidente Carlos Menem firma­ba la primera parte del indulto a favor de 39 militares procesados por violaciones a los derechos humanos, 64 guerrilleros y 174 militares amotinados durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
  • El 29 de diciembre de 1990 eran indultados los ex coman­dantes del Proceso de Reorgani­zación Nacional, los ex jefes de la Policía bonaerense Ramón Camps y Pablo Ricchieri, el ex jefe del Primer Cuerpo de Ejérci­to, Guillermo Suárez Masón, el jefe montonero Mario Firmenich y otros procesados y condenados por la justicia, medida que pro­vocaba el rechazo de la opinión pública nacional e internacio­nal.
  • El último eslabón de esta ezquizofrénica cadena fue la de­cisión del presidente de desti­tuir de la Armada al torturador Alfredo Astiz no por sus hechos sino por sus dichos. Toda una muestra de que en nuestro país, como demostró aquel ‘lapsus’ del gremialista Luis Barrionuevo (“Nadie se gana la plata trabajando”), parece ser más grave el hablar de la infamia que la infamia misma. Aunque algu­nos gozan de impunidad tam­bién en el terreno del discurso. Quizás el Dante haya destinado para ellos algún círculo de su infierno.