Llama la atención el enojo presidencial ante los elogios de Eugenio Zaffaroni al “parlamentarismo”. En primer lugar, porque la modificación del régimen político es un problema que está instalado en la agenda política (como lo demostraron los comentarios en el sepelio de Alfonsín) e incluso se encuentra parcialmente inscripta en la estrategia del gobierno. Zaffaroni no ha querido invalidar la estrategia oficial de adelantamiento de las elecciones y sus ‘candidaturas testimoniales’, sino justificar un método que puede salvar el “sistema democrático”. Así se refiere a las rebeliones populares que han tenido lugar en el continente: “Latinoamérica en los últimos 25 años no ha tenido golpes de Estado, pero ha tenido una veintena de presidencias interrumpidas, muchas violentamente, con muertos. Ha llegado el momento de empezar a pensar a pasar a un sistema que permita cambiar de gobierno sin matar a nadie” (Clarín, 14/4).

Zaffaroni hace de Maquiavelo: aconseja a la burguesía cómo mantenerse en el poder frente a la rebelión de los explotados.

Claudia Ferrero