Políticas

10/11/2015

La lucha por el voto en blanco


En el curso de la campaña electoral 2015, el escenario político ha cambiado varias veces, incluso de forma abrupta. Es un reflejo de la ruptura de los equilibrios políticos preexistentes, que ya eran precarios. En las porteñas de julio pasado Macri estuvo a punto de perder las elecciones en la segunda vuelta, que sin embargo había ganado holgadamente en la primera. En el caso de Santa Fe fracasó en imponer a su candidato Del Sel. Aunque temió, más tarde, no llegar al balotaje presidencial, un movimiento de último momento del electorado le entregó la provincia de Buenos Aires, obtuvo un resultado enorme en Córdoba y quedó a un tiro de derrotar a Scioli el 22 de noviembre próximo.


 


Tendencia


Con características muy diferentes – es cierto – el escenario volátil se vuelve a presentar en la segunda vuelta. La tendencia natural a la polarización ha sobredimensionado la importancia del voto en blanco, porque podría convertirse en un fiel de la balanza en el resultado final. El votoblanquismo ha quedado inscripto como una tendencia tanto por razones estrictamente electorales como políticas. De un lado, la votación expresiva de un tercero en discordia, Massa, que superó el 21%, deja a disposición del voto en blanco a una fracción que rechaza a los dos finalistas. Varios referentes del massismo han dado a entender que no votarían ni a Scioli ni a Macri, y lo mismo ocurre con el PS gobernante de Santa Fe. De acuerdo a las encuestas que se han dado a conocer, aunque de dudosa validez como ya se ha comprobado, un 15% del electorado de Massa votaría en blanco. El FIT aparece reteniendo para el voto en blanco a un 35 de su electorado – con un 45% para Scioli y un 20% para Macri. Si esto fuera así, el voto en blanco sobrepasaría el millón de votos, con el aporte de otros sectores y de la franja que impugna el voto.


 


El lugar especial que ocupa el voto en blanco está determinado por la importancia que ha adquirido la agenda del ajuste, que hasta ahora había sido barrida debajo de la alfombra por los candidatos capitalistas. El tema del ajuste, o sea la devaluación del peso, el tarifazo y la promoción de un reendeudamiento internacional en gran escala, ocupa todo el escenario de la segunda vuelta. Los términos de la campaña del Partido Obrero y del Frente de Izquierda, caracterizando la profundidad de la crisis capitalista y el propósito de que la paguen los trabajadores, han quedado completamente validados.


 


Macri y Scioli, por su lado, ocupan todo su tiempo en negar que este ajuste vaya a tener lugar; el primero diciendo que ya lo hizo el kirchnerismo y que, por lo tanto, una mega devaluación solamente daría transparencia a lo que ya ha ocurrido; el segundo asegurando que sería indoloro e incluso innecesario. Este despliegue inescrupuloso del engaño expresa la preocupación por la reacción popular que provocará la ejecución de esos planteos. Un desarrollo del voto en blanco expresará la conciencia popular acerca del golpe contra el pueblo que representan los planes de ajuste, y servirá como instrumento para atenuar la polarización entre los dos candidatos del gran capital.


 


Syriza , no


A la luz de esta caracterización, la campaña por el voto en blanco debe desarrollarse sobre una base programática homogénea, o sea de desarrollo de la independencia de clase. Una coalición frenteamplista por el voto en blanco sería oportunista, no solamente con referencia a sectores del massismo o del centroizquierdismo, sino incluso a la izquierda ajena al Frente de Izquierda. La ocasión para esa coalición fue en la etapa de las Paso, cuando, en el caso del Partido Obrero, discutimos y delimitamos posiciones con varias corrientes de izquierda para apoyar la campaña electoral del Frente de Izquierda. Una coalición entre corrientes con principios y estrategias opuestos, que se manifestaron en listas rivales en la campaña electoral, sería utilizar el voto en blanco para parir otro frente político con corrientes que reivindican la colaboración de clases bajo la forma del ‘pluralismo’ estratégico y no tienen por objetivo elevar a la clase obrera a una plena independencia política. Una coalición de ese tipo sería el comienzo de una Syriza de Grecia o un Bloco de Esquerda de Portugal en el ámbito local. Un frente de esta característica ya existe en América Latina, no solamente en Europa, como el PSOL de Brasil, que incluye desde trotskistas hasta corrientes clericales. En el escenario de la izquierda mundial, el Frente de Izquierda y los Trabajadores se distingue, precisamente, por reivindicar la lucha de clases, y no el pluralismo ideológico, como método político para arribar a un gobierno de trabajadores. En esto ha consistido su fuerza.


 


Jorge Altamira (10/11/2015)