Políticas

10/5/2022|1644

EDITORIAL

La Marcha Federal del pueblo trabajador

Paro nacional y plan de lucha a la orden del día

La Quiaca - Jujuy. Willy Monea @ojoobrerofotografia

Al unísono, el martes 10 de mayo, al momento de escribir estas líneas, desde La Quiaca y Ushuaia, desde Cuyo y la Mesopotamia, desde Córdoba y Santa Fe, desde las provincias patagónicas y el interior bonaerense, partió la Marcha Federal convocada por la Unidad Piquetera. Su llegada a Plaza de Mayo, estimada por los organizadores en más de 150 mil personas, más una movilización que al menos la duplica en todos los puntos del país, la ha colocado en el centro de la situación política.

El apoyo, tanto en sus puntos de partida, en los actos intermedios, como en su llegada a la Plaza de Mayo por parte de decenas de sindicatos, seccionales y cuerpos de delegados combativos, da cuenta de su carácter de punto de referencia de toda la clase obrera. Con sus más de 50 contingentes que arribarán al centro del poder político con el reclamo de “trabajo y salario, contra el hambre y la pobreza”, pone en la calle las reivindicaciones más sentidas de todo el pueblo trabajador. Esta es la marcha de los silenciados de la tensa situación social del país, los que no tienen trabajo, los que trabajan en negro sin derecho alguno, los millones de monotributistas precarizados al extremo, los que siendo trabajadores formales están en la pobreza como la mayoría de los asalariados y jubilados del país. Pero sus reclamos son también una referencia para los que siendo formales, teniendo un convenio y una escala salarial, son devorados por la inflación. En las últimas horas se han sumado también distintos centros estudiantiles.

En resumen, podríamos llamarla la Marcha Federal del pueblo trabajador sin temor a equivocarnos, porque ocupa el lugar que dejan vacante las centrales obreras, tanto la CGT como las CTAs, autointegradas al gobierno.

Esta Marcha Federal, en otro contexto político, supera en número a las gestas de este tipo que encabezó el Bloque Piquetero en los años inmediatos al Argentinazo. Y su programa supera largamente los límites de las marchas federales del centroizquierda a fines de los ’90, una corriente hoy desmembrada y cooptada por este peronismo del FMI y del ajuste. El documento político de convocatoria, aprobado en un plenario de 3.500 delegados de todo el país, realizado en la Plaza de Mayo el 11 y 12 de marzo, cuestiona de raíz el programa pactado por el gobierno y la oposición patronal con el Fondo. Llama al no pago de la deuda. Convoca un plan de lucha contra el ajuste con el objetivo estratégico de derrotar el plan colonial fondomonetarista mediante la acción conjunta de ocupados y desocupados, o sea en la ruta de una salida de los trabajadores para que la crisis la paguen los capitalistas.

El propio despliegue de masas de la Marcha ha derrotado en los hechos la enorme ofensiva política contra los piquetes y movilizaciones obreras que desataron todos los sectores del arco político con los fachos libertarios a la cabeza y su fantasmal “movimiento antipiquetero”. La llegada masiva de los contingentes a la Plaza de Mayo será el testimonio de que se trata de un movimiento imposible de parar con un batallón de infantería. En el medio estuvieron las batallas contra la represión y por la libertad de los luchadores en Jujuy. El gobierno se vio obligado a echar lastre con los bonos a desocupados y jubilados.

Por ello, esta marcha nacional es también estandarte de luchas como la recientemente reprimida del pueblo de Andalgalá contra la megaminera Agua Rica. Todas las luchas populares tienen una referencia y un punto de apoyo en esta colosal movida del movimiento piquetero. La tienen los familiares de víctimas fatales de la flexibilización laboral o los trabajadores de las privatizadas que recientemente se movilizaron por sus derechos de Propiedad Participada. La tienen los familiares de víctimas del gatillo fácil, los que luchan por un techo o las mujeres que se movilizan por sus derechos. Los que luchan por el salario.

Los responsables de la “desilusión democrática”

Veinte años después de la gran crisis de 2001 y la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de aquel año, la burguesía argentina y sus gobiernos, tres cuartas partes de ellos del peronismo y particularmente del kirchnerismo, han dado por saldo esta Argentina contra la que se levanta la Marcha Federal. Cristina y sus gobiernos son ampliamente responsables de la “desilusión democrática”, junto al gobierno de la Alianza y al macrismo, como al menemismo del que fueron parte. El plato recalentado de sus “regulaciones estatales” no ha removido uno solo de los fundamentos de la decadencia capitalista, ni el endeudamiento sistemático ni la fuga de capitales, ni las privatizaciones ni la desindustrialización y primarización económica, ni la permanente degradación laboral y previsional, ni la decadencia de la educación y la salud públicas y con todo ello la desocupación y la pobreza estructural creciente.

Las disputas que no paran de crecer al interior del gobierno no tienen por objeto cambiar el curso de la crisis, sino despegarse de sus consecuencias. Los proyectos parlamentarios presentados en los últimos tiempos por el kirchnerismo para adelantar las cuotas del salario mínimo, por un salario universal o IFE permanente (de 12.900 pesos) o para blanquear capitales con destino a la deuda, son insustanciales y testimoniales. No cambiarían nada y además son para la tribuna porque no avanzarán.

Su hombre fuerte para controlar los precios, el secretario Feletti ha hecho un sapo formidable con una inflación en alimentos de más del 30% en un cuatrimestre. Sus hombres en energía patalean pero han dado paso a las audiencias que habilitarán los tarifazos del 43% para todos los usuarios y una segmentación incierta que será combustible de alta explosividad inflacionaria para los grandes consumidores industriales y comerciales, y aún para cierta clase media. Esos funcionarios permitieron 18 aumentos de combustibles en dos años y meses de gobierno. Ni los Feletti ni los Basualdo están dispuestos a abrir las cuentas y libros de los pulpos formadores de precios y de la energía, todos comparten los límites insalvables del kirchnerismo. Su jefa se los marcó al reunirse dos veces con el embajador norteamericano en pocas semanas. Para no dejar dudas.

Guzmán ha respondido con un raid de reuniones con la UIA, con la crema de los grupos económicos en el Llao Llao, con la Amcham del capital yanqui y con cuanto empresario pudo para exponer que está empeñado en cumplir las metas del programa del FMI. La idea parece ser apoyarse en que para la burguesía el cambio de ministro solo puede traer algo peor. La inflación en lugar de ser el enemigo a derrotar de la “guerra” presidencial es el último recurso para sostener las metas de ajuste que tienden a estallar por todas partes.

El dólar se sigue atrasando respecto de los precios. Las acciones argentinas han caído un 17% en Wall Street, el riesgo país volvió a escalar, hay escasez de algunos productos e insumos como resultado del cepo de importaciones, el Banco Central en un cuatrimestre reunió 110 millones de dólares de reservas cuando se liquidaron 11.000 millones de dólares de exportaciones, el desbalance energético en lugar de bajar se multiplicará, la deuda en pesos del Tesoro y el Central escala a impagables 15 billones de pesos -con el agravante que el capital financiero solo acepta bonos indexados- y la inflación apunta a un 70% anual. Semejante desorganización económica es el verdadero motivo de la crisis política del gobierno, pero también de la oposición que se divide cada día con el agregado del fenómeno Milei. Ninguno tiene otro plan que el del Fondo.

El potencial crecimiento de los liberfachos -todavía en fase encuestológica- caracteriza una crisis de régimen muy profunda que se inserta en la crisis mundial, que da con la guerra de Ucrania un salto hacia la fragmentación del mercado mundial, un salto hacia la recesión y la fuga de capitales de los emergentes, un salto en las violentas desigualdades y el hambre con la inflación de alimentos y energía.

Paro nacional y plan de lucha

La crisis por arriba nos plantea cómo contribuir a la intervención de la clase obrera. La Marcha Federal tiene que ser un aliciente para todas las luchas obreras, para impulsar la ruptura de los diques de contención también en las paritarias que más allá de sus cuotas y disimulos, van consolidando año a año una caída del poder adquisitivo. La canasta básica ascenderá en abril a 95.000 pesos, ningún trabajador debería ganar menos de eso. Los salarios de convenio tienen que cubrir una verdadera canasta familiar. Las jubilaciones tienen que aumentar en ese orden.

Por eso la gran movilización del movimiento piquetero en este cuadro pone a la orden del día la cuestión del paro nacional y el plan de lucha. Pongamos manos a la obra a la organización de un gran plenario de trabajadores ocupados y desocupados para impulsar esa perspectiva.