La moratoria y los trabajadores
Brasil, Cavallo y el callejón de la izquierda argentina
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La izquierda argentina, y en especial el Mas, ha hecho una reivindicación extraordinaria de la moratoria de la deuda externa decidida por Brasil hace ocho meses. Tiempo atrás el periódico del Mas graficó su apoyo al gobierno brasileño de una manera tan ingeniosa como clara: un tranvía latinoamericano que era conducido por el presidente Sarney, llevaba como pasajeros a Alan García y al ex presidente de Bolivia, Siles Suazo, con el Mas trepado en los estribos de la parte trasera del vehículo. A confesión de parte…
Ciertamente, la cuestión de la moratoria brasileña se ha ido convirtiendo con el tiempo en una de las ramificaciones de la crisis financiera mundial. El krach de las Bolsas ha deteriorado la posición de los bancos acreedores como consecuencia de la devastadora caída de los precios de sus acciones. Estos bancos no tienen ahora la posibilidad mercado internacional. Cualquier moratoria de un país endeudado agrava naturalmente esta situación.
Según las últimas informaciones, Brasil y los Bancos habrían llegado a un acuerdo para poner fin a la moratoria. Sin embargo, las características del acuerdo hacen pensar que un arreglo real estaría muy distante. Brasil se comprometió a congelar en un banco de Suiza una parte de los intereses que adeuda, y otro tanto harían los bancos acreedores con una parte del dinero que Brasil reclama para refinanciar la deuda.
La configuración de una gran crisis financiera y política está muy clara.
¿Pero qué han sacado a favor de sí mismos los pueblos y las naciones de esta moratoria burguesa?
En relación a los trabajadores las consecuencias han sido nefastas. El gobierno aprovechó la moratoria para reponer las reservas del Banco Central, reforzando las posiciones de la burguesía. Pero los trabajadores han perdido un 30% de los salarios como resultado de los “rodrigazos” o “australazos” del gobierno patronal. En otro plano, Autolatina (Ford y Volkswagen) sola ya despidió en los últimos quince días a doce mil trabajadores. Como cualquiera se lo podría imaginar, la consecuencia de todo esto es un profundo movimiento de luchas de los sindicatos brasileños.
La burguesía ha utilizado la moratoria para ampliar su negociación con el imperialismo y, simultáneamente, para golpear a los trabajadores; Uno de los frutos de esta política es el desarrollo, aunque limitado, de una industria de informática nacional, que el imperialismo pretendía obstaculizar. Pero este desarrollo tiene lugar en los productos menos sofisticados tecnológicamente abriendo el mercado a IBM, por ejemplo, en la producción más compleja. A partir de aquí es indudable que se marcha hacia una asociación. El otro punto de la moratoria es la confiscación de los ingresos de los trabajadores en favor del capital.
Hay, sin embargo, otro aspecto más. Los ruidos de la crisis han ocultado que, en verdad, la moratoria brasileña es un mito. El ministro de economía de Brasil, Bresse Pereira, acaba de declarar que “Brasil está pagando en concepto de intereses, de amortización de capital de la deuda y de rescate de bonos un total de 8.500 millones de dólares a sus acreedores. La suspensión de los pagos es de apenas 4.000 millones de dólares” (Jornal do Brasil, 25/10). Es decir, que la moratoria burguesa significa el pago de un tributo al capital imperialista del orden del 3,5 % del producto nacional de Brasil, o del ¡25 %! del ingreso de los trabajadores, quienes son los que realmente pagan ese tributo. Es que en Brasil el 50 % de la población solo recibe el 13 % del ingreso nacional.
Es necesario desenmascarar las limitaciones de la moratoria en tanto que pretendida medida nacional; destacar asimismo que la burguesía la pone al servicio de una mayor explotación de los trabajadores en provecho propio; denunciar su carácter de maniobra para desviar la lucha de las masas de su camino independiente del capital y de la pequeña burguesía demagógicos.
La moratoria brasileña es la que inspira a “nuestros” renovadores del peronismo. Domingo Cavallo, representante peronista del gran capital, acaba de propugnar una moratoria de la que queden excluidos los pagos de los intereses que corresponden a los créditos comerciales, de los créditos contraídos con organismos públicos y de los bonos o títulos emitidos por el gobierno nacional. Es decir que, al igual que en Brasil, la moratoria solo afectaría a la deuda financiera. Simultáneamente propuso la concesión de “zonas francas” al capital extranjero y nacional y la aplicación de la “capitalización” de la deuda financiera con lo cual se terminaría pagando también la parte de la deuda externa afectada a la moratoria.
La madre del borrego salta aquí. La aplicación de la moratoria a la llamada deuda financiera tendría la finalidad de forzar a los acreedores a vender esa parte de la deuda a los capitalistas argentinos por debajo de su precio original (este “precio de mercado” es hoy un 65 % inferior al valor de contratación de la deuda). Los capitalistas nativos convertirían esa deuda en australes, guardándose toda o gran parte de la diferencia.
En los últimos días habría existido, precisamente, una amenaza de moratoria del gobierno argentino, que habría sido disipada por el embajador norteamericano, Gildred, al conseguir que fuera aprobado un “crédito-puente” de 250 millones de dólares para Argentina. Tenemos en todo esto un síntoma de que los Alfonsín también podrían querer encubrir su política antinacional y antiobrera con la moratoria que reclaman los Ubaldinis, los Alende, Todos por la Patria y el Mas.
A esta maniobra se la debe enfrentar con dos grandes consignas: salario y jubilación mínimos de ₳ 1.000 y no pago de la deuda externa.