Políticas

14/4/1994|416

La reelección en crisis

La prensa demoró un par de días en darse cuenta de que los resultados del 10 de abril habían puesto a la reelección (objetivo fundamental de esas eleccio­nes y de la Constituyente) al borde del entierro. Esta posibilidad deriva de que ningún sistema presidencialista admite la reelección con menos del 50 por ciento de los votos y el PJ acaba de obtener solamente el 37 por ciento (28 por ciento del padrón) De lo que resulta que las elecciones convocadas para consagrar la posibilidad de la reelección de Menem, han concluido en el rechazo del electorado a esta alternativa


El tema tiene más tela para cortar si se tiene en cuenta que la posibilidad de la reelección apuntaba también a asegurar un pasaje indoloro de la suce­sión presidencial de 1995 Ahora, la perspectiva se ha invertido, al extremo de que la única certeza que existe es que la sucesión presidencial próxima dará lugar a una intensa agitación política. A la camarilla reeleccionista, las cosas le han salido por la culata.


¿Se rompió?


Pero el problema principal que enfrenta el menemismo es determinar si, a la luz de los resultados electorales, le conviene seguir o no con el Pacto. Ocurre que el Pacto establece la posibilidad de la reelección una sola vuelta si el candidato más votado obtiene por lo menos el 45 por ciento de los votos, algo de lo que Menem está hoy lejos, y de lo que el año que viene estará más lejos todavía. Si, en cambio rompe el Pacto, tiene la posibilidad de que la Constituyente baje ese piso, por ejemplo al 40 por ciento del total de votos o de votos válidos, algo que Menem ya había intentado lograr en las negociaciones que llevaron al Pacto.


Los menemistas, y Duhalde en particular, han reiterado, luego de las elecciones, que no tienen esta intención, pero, claro, nunca se sabe. Lo más pro­bable es que si tengan ese propósito, pero que no quieran asumir la responsabilidad. Para conjugar estos dos términos contradictorios necesitarían que la ruptura del Pacto quedara a cargo del radicalismo.


La crisis no podría ser más completa. La camarilla privatizadora demolió literalmente el funcionamiento del PJ para asegurar la hegemonía de Menem, y ahora se encuentra con que Menem perdería con seguridad la primera vuelta del ’95 y con probabilidad la segunda No tiene un recambio. La salida sería romper el Pacto y desatar una crisis que no estaba provista, sólo para lograr una reelección que no requiera más del 40% de los votos válidos (35 al 37 si se computan los votos en blanco) o que requiera una mayoría simple, es decir, minoritaria.


Esta crisis se precipitarla y dejarla al menemismo sin salida reeleccionista si los partidos anti-pactistas se retiraran de la Constituyente, o in­cluso si sólo lo hiciera el Frente Grande. Semejante retiro haría insostenible la posición del radicalismo en la Constituyente y en todo caso agudizaría hasta el extremo las contradicciones internas del reeleccionismo. En el caso inverso de que los anti-pactistas permanecieran en la Constituyente, serian ellos, y no ya sólo el Pacto, quienes estarían asegurando la adopción de la reelección.


La UCR


En el radicalismo se está considerando con mucho cuidado esta situación, y ello se aprecia en la reti­cencia con que Angeloz y De la Rúa están encarando el pedido de renuncia de Alfonsín. Ambos saben que esta renuncia es inevitable si quieren que la UCR se recupere para el ’95, pero sólo la admiten para después de la Constituyente, para permitir, precisamente, que el Pacto no se rompa. Con esta posición, el antipactista De la Rúa se podría transformar en el salvador del Pacto, aun al precio de dilatar la par­tida de Alfonsín para fin de año y con el riesgo de que para ese entonces haya podido capear lo peor del temporal.


La situación que se ha creado después del do­mingo, revela el grado en que el fiel de la balanza política ha pasado a manos de la oposición, y el grado, por lo tanto, en que esta oposición está comprometida con el régimen actual de Cavallo y Menem. Pero esta nueva situación sirve para poner de relieve hasta qué punto era insuficiente (y ahora pernicioso) la consigna “abajo el Pacto”, ya que sin el ‘paquete’ se facilitaría la posibilidad de que el menemismo imponga la reelección en una sola vuelta. Los acontecimientos han probado, en cambio, el acierto de la consigna “abajo la Cons­tituyente reaccionaria” y el planteo de “luchar por su fracaso” —todo lo cual es hoy posible recla­mando la disolución de la Asamblea, y retirándose de ella, lo que representa también la única alternativa para impedir la reelección y el gobierno por decreto.


Frente Grande


El Frente Grande y el Episcopado están planteando, precisamente, “abrir el paquete”, lo que significa que Menem pueda, de un lado, lograr la reelección y los decretos de necesidad y urgencia, y negarse a votar luego el piso del 45 por ciento (debería ser del 50 por ciento) para permitir la reelección Es decir que los anti-pactistas acabaron siendo el último recur­so de salvación del propio Pacto, ya que éste, más allá del mencionado “paquete”, está contenido en toda la ley que declaró la necesidad de la reforma de la Constitución


El desemboque que han tenido las elecciones del domingo prueban el notable acierto de caracterización que tuvo el Partido Obrero en lo referente al carácter de la situación política del momento y al de las eleccio­nes constituyentes, y la pertinencia de su planteo de votar por el fracaso y la derrota de la convocatoria constitucional El fracaso electoral del FIS se expli­ca, precisamente, por la falta de acuerdo, en su seno, con esta posición política, y con la posibilidad de desarrollo político de la izquierda que ofrecía la lucha contra la Constituyente reaccionaria