Políticas

17/6/2015|1368

La saga de Zaffaroni: un abolicionista entre genocidas

@zonarojas


La publicación de varios pasajes inéditos del libro Derecho Penal Militar, escrito por Eugenio Raúl Zaffaroni en 1980 -en coautoría- reveló el rol que el ex juez de la Corte Suprema cumplió cuando aún gobernaban los militares que habían tomado el poder en 1976. Ligado íntimamente al kirchnerismo y convertido en uno de sus “faros morales”, los extractos mostraron cómo -en 1980, cuando los criminales en el poder llevaban adelante su plan de entrega y seguían desapareciendo a los militantes que detenían clandestinamente- Zaffaroni brindaba una argumentación intelectual para justificar la legitimidad de los golpes de Estado, aprobaba la ilegalización de la homosexualidad en el ámbito castrense y legitimaba la pena de muerte.


 


“(Cuando) la conmoción interior alcance un grado tal que la autoridad del lugar no pueda evitar estragos (…) la alteración del orden sea de tal naturaleza que el peligro de afectación masiva y grave de bienes (…) surge la posibilidad de que la autoridad militar asuma el gobierno o el mando de una parte del territorio”. Con estas palabras Zaffaroni justifica el golpe. No hay que escarbar mucho para concluir que se trata de una copia del argumento que usaron Videla, Massera y Agosti para defender el derrocamiento de Isabel Perón. Zaffaroni aprobaba la ilegalización de relaciones homosexuales en el ejército argumentando que “en el orden militar la posibilidad de trascendencia del conocimiento de esa conducta afecta la imagen pública de las fuerzas armadas y la confianza que ellas deben gozar por parte de los habitantes de la Nación”. Y planteaba que, en situación de “necesidad terribilísima”, un grupo militar podría “matar” a un elemento que socave su moral, en un capítulo denominado: “La excepcional necesidad de dar muerte al delincuente”. Una serie de elementos que dan cuenta de la impostura kirchnerista acerca del progresismo, que sale falsamente a relucir según las épocas.


Diana Conti, diputada ultraK, declaró: “a Zaffaroni se le perdona lo que a otros no”. Y agregó: “en aquel momento había guerras, y en el derecho penal se mata. Me parece bien el reproche, pero luego del terrorismo de Estado Zaffaroni aportó notablemente a los juicios en Italia y en otros países”. Más allá de la confesión de partes, vale hacer notar que Conti perdona a Zaffaroni cuando el magistrado -elegido el martes a la Corte Interamericana de Derechos Humanos- no pidió perdón sino que, por el contrario, dijo no estar arrepentido de nada y atribuyó la revelación de los pasajes de su libro a una operación del grupo Clarín.


 


El episodio también comprueba la continuidad de la estructura jurídica de la nación bajo regímenes dictatoriales y democráticos. Zaffaroni, quien posa como adalid de la progresía, juró por los estatutos de las dictaduras de Onganía y de Videla. No se trata de un problema individual. El centro de las leyes que rigen la actual etapa democrática son herencia del régimen videlista. El ‘progre’ Kicillof acaba de pagar un tramo de la deuda al Club de París, la cual fue contraída por los militares en 1982. La comprobación de la impostura progresista de los K también debería servir para señalar la necesidad de una transformación radical de las estructuras que rigen a la Argentina.