La situación política exige un programa de acción
El Austral II está en bancarrota
Seguir
Los franceses tienen una expresión favorita para significar que una corriente política se ha quedado sin recursos reales de acción: “el rey —dicen— está desnudo”. Traducido a nuestro castellano nacional el equivalente sería: “el Austral quedó en pelotas”.
Porque en verdad: ¿quién se acuerda del Austral?
El congelamiento de los precios no es ya un mito sino una total farsa. El costo de vida para marzo se estima en una suba de alrededor del 7 % lo cual es mucho más que el “arrastre” de los aumentos de la última semana de febrero. Tres semanas después del Austral II se siguen resolviendo aumentos de precios por la vía oficial; de cualquier modo, la cantidad de productos liberados del congelamiento es innumerable. A esto hay que agregar que no se consigue nada sin pagar sobreprecio. Las presiones por mayores aumentos de precios son enormes, como que nacen del riñón del oficialismo: del “holding” de empresas estatales que reclama un incremento de las tarifas públicas y de las siderúrgicas y petroquímicas, que son, junto a los monopolios de la obra pública, los grandes beneficiarios de la política gubernamental.
¿Qué clase de estabilización es entonces ésta?
La devaluación monetaria decretada por el Austral II tampoco ha estabilizado la cotización respecto al dólar. De nada ha servido para esto el ingreso de capitales del exterior al mercado financiero. Mucho menos se ha impulsado una corriente de fondos para la inversión industrial, pues la “euforia” de la Bolsa duró exactamente horas— el tiempo necesario para desvalijar a los pequeños ahorristas que se quisieron poner a la altura del gran capital.
Cuando se despoja al Austral II de todos sus floripondios solamente quedan en pie dos pilares: un impresionante aumento de la especulación financiera y el pacto sindical-gubernamental para impedir las luchas salariales.
El escándalo especulativo
El gobierno se ha puesto a emitir bonos a rolete, canalizando en esta dirección en los últimos meses una suma que se deberá aproximar a los mil millones de dólares. Es a través de este endeudamiento del Estado y de las oportunidades de especulación que ofrece, que el gobierno ha logrado, pero solo hasta cierto punto, frenar una fuga de capitales. “Vamos a echar todas las brasas al fuego”, dijo el ubicuo Roberto Frenkel, significando que no se pondrá límites al endeudamiento público y a las posibilidades de bicicleta financiera, en tanto esto sea necesario para impedir una salida de fondos hacia el exterior. El Austral II no ha detenido el proceso Inflacionario; por el contrario, ha activado una brutal bomba de tiempo sobre toda la economía nacional.
No se ha producido ni la natural reducción de las tasas de interés. Los bancos provinciales están cobrando el 16 % mensual; las bajas en la banca oficial y privada no han redundado en mayores préstamos, pues los fondos son derivados a la compra de títulos públicos. A esta paralización del proceso productivo. la gran prensa la llama “exceso de liquidez”.
Este fantástico hipotecamiento de un Estado superhipotecado deberá conducir a una crisis explosiva en un tiempo relativamente breve. El porcentaje del presupuesto nacional destinado al pago de los intereses de la deuda INTERNA está creciendo geométricamente. Pero entre la deuda interna y la externa no hay ninguna muralla, pues la primera se convierte de inmediato en la segunda mediante la fuga de capitales.
Esta crisis en franco desarrollo tiene dos alternativas básicas: o la suspensión del pago de las deudas y su desvalorización, o mayores concesiones y garantías al gran capital. Esto último, después de todo lo que se haya concedido, tendrá que tomar características históricas. Para que el capital se mantenga transitoriamente en el país habrá que entregarle los ferrocarriles, el gas y el petróleo, el conjunto de las empresas públicas y autorizar una completa libertad de cambios. Cualquiera puede imaginar las consecuencias que esto tendría sobre los trabajadores y cuál será su resultado final luego de que se agoten los límites de la privatización. Tenemos el recuerdo fresco de Martínez de Hoz.
El gobierno, por supuesto, ha emprendido por ahora este camino. Negocia con la banca acreedora la capitalización de una parte de la deuda externa y la entrega de una parte elevada del crédito nacional (lo que se llama “on lending”). Está hablando de “apertura”, lo que significa de inmediato el libre movimiento de capitales. Reclama a la banca Internacional, en compensación, una reducción del recargo sobre los intereses de la deuda externa, una propuesta ridícula si se tiene en cuenta que los intereses de la deuda interna que está creando el gobierno son aún superiores a lo. que cobran aquellos banqueros. Pero Alfonsín sigue repitiendo que no pagará la deuda “con el hambre del pueblo”, lo que quiere decir que en los medios oficiales nunca se ha dejado dé estudiar una “pateada al tablero” para cuando no quede otra alternativa.
¡Qué sagaz que es la burguesía nacional! Sabe que lleva al país al abismo, y su única preocupación es que cuando nos vayamos barranca abajo haya un plan de emergencia para salvar al Estado de una revolución popular.
Frente único contra la clase obrera
Cuando se hacen todas las sumas y las restas del Austral II, lo único que queda fuera del hipotecamiento y del negociado financiero, es el congelamiento de los salarios, o más precisamente el bloqueo a la lucha salarial. Es que en más de un gremio la patronal firmó por algunos puntos por encima de las “bandas” con la finalidad de asegurarse la “paz social” e incrementar los ritmos de producción. Esto último y la inflación que continúa, la reparará holgadamente de esos puntos “en exceso”.
El meollo de la cuestión está aquí: el Austral II estuvo motivado, por, sobre todo, por una razón política, que era la de impedir un masivo movimiento huelguístico El agotamiento de las “bandas” colocaba en una posición insostenible a la burocracia sindical de cara a las bases, cuya prematura herrumbre podía ser lubricada por la venida del Papa. No es ocioso destacar el lugar especial que ocupó el gremio docente en todo este operativo, pues no en vano Sourrouille le dedicó un lugar especial en su discurso del mes pasado. La consigna común de todo el gobierno y la burocracia, y del peronismo renovador y del Mas fue: los docentes no deben parar. Es que el frágil edificio de la tregua podía romperse por el lado de los maestros- Al final CTERA acató, pero decidió reunirse nuevamente el 4 de abril; para qué si es que está satisfecha con el mínimo de A 213, y ¿por qué esperar y esperar si ese mínimo es una miseria?
La burocracia sindical está en un brete, porque su función en el movimiento obrero se limita a dar el O.K. a lo que decide Sourrouille, es decir la banca internacional. No cree en absoluto en la lucha reivindicativa, finge creer que los capitalistas no tienen un peso para dar, o tiene simplemente pánico de que saquen lo que tienen en el país. La necesidad de estabilización política del régimen los empuja a un completo impase.
Para salir de este empantanamiento se acaba de formar el “grupo de los 15”, el cual tiene la maravillosa característica de reunir a Guillán con Triacca, y a José Rodríguez con Cavallieri. La cosa está como para inspirar a un Discepolín, si no fuera que en este cambalache hay un cierto orden. Lo que une al “grupo de los 15” es el abierto y violento apoyo que da al gran capital en la voraz aspiración de éste de que se rematen las empresas estables y de que se atraiga al capital extranjero en esta perspectiva. Estos burócratas quisieran recrear una “aristocracia obrera” como producto de tales inversiones. No debe olvidarse que la acentuación de la diferenciación social entre los trabajadores fue uno de los proclamados objetivos de Martínez de Hoz. La burocracia sindical también quiere estabilizar su dominación sobre los sindicatos, esto la lleva naturalmente a la completa fusión con el imperialismo. En esto se ve también que Argentina es un país atrasado: la formación de una “aristocracia obrera” debe ser formada desde el exterior.
Los Ubaldini and company no han tenido ninguna reacción ante este bloque que quiere copar la dirección de la CGT. Es que: en nombre de qué programa pueden enfrentarlo si ellos son también agentes de los australazos?
Plataforma de lucha
Visto este panorama de conjunto, la cuestión que se presenta es cómo el activismo de la clase obrera se prepara para enfrentar la situación crecientemente explosiva, que podría derivar en una crisis política de características excepcionales. Nosotros decimos: a través de un programa de acción, de una plataforma de lucha, que responda plenamente a la naturaleza del momento político que vivimos, y que es potencialmente revolucionario. Si no actuamos sobre la base de una plataforma propia estaremos condenados a adaptarnos siempre a la variante menos reaccionaria de la burocracia y aún de la patronal, a seguir el camino del mal menor y a repetir continuamente las experiencias agotadas.