Políticas

15/7/2004|859

La Unión Democrática de Humberto Tumini

Supongamos que Humberto Tumini, de Patria Libre, tiene razón, y que el escenario político actual del país es una reproducción del que regía en 1945. O sea, que el subsecretario de Estado de Bush, Noriega, fuera el ex embajador Spruille Braden y que Kirchner fuera Perón. Es decir, que la ‘contradicción fundamental’ del momento actual fuera Noriega o Kirchner. Siguiendo el mismo procedimiento, deberíamos suponer que Lula es Getulio Vargas, el presidente que otorgó las mayores concesiones sociales a los trabajadores brasileños, y que Mesa es Paz Estenssoro, el presidente que nacionalizó las minas de estaño en Bolivia en 1952. Una suposición como esta no debería sonar muy descabellada si se tiene en cuenta que Kirchner se ha manifestado políticamente solidario con ambos en reiteradas oportunidades, como lo fuera Perón, hace 60 años, con el boliviano Paz y con el ‘gaúcho’ Vargas. A Tumini no le importa, claro, que Lula gobierna para los bancos y las finanzas internacionales, y que Mesa es el hombre de Repsol y las petroleras norteamericanas contra los obreros y los campesinos del Altiplano.


El asunto principal, sin embargo, es que si Tumini tuviera razón, ello sólo significaría que Marx y el Martín Fierro tenían más razón aún: que cuando la historia se repite, lo que la primera vez fue heroico la segunda vez se transforma en farsa – y que las segundas partes nunca fueron buenas.


Porque Tumini no podrá negar que la desigualdad de los ingresos que se ha alcanzado en el período de mayo del 2003 a mayo del 2004 es la peor de las últimas décadas y que es más grave que la que dejó el tutor de Kirchner, Duhalde. Pero fue precisamente en relación a la distribución del ingreso que Perón marcó una real diferencia histórica. Lo mismo vale para la legislación laboral: la ‘flexibilidad laboral’ que el santacruceño ha reforzado, en la línea de Menem y de De la Rúa, contrasta, diríamos brutalmente, con la legislación de Perón, en especial con respecto al control de las condiciones de trabajo que concedió a los sindicatos. Por otro lado, mientras Perón rechazó el ingreso de Argentina al FMI, el plan económico de Kirchner es la versión de las famosas cartas de intención. En estos aspectos, Lula, Kirchner, Mesa y, muy pronto, Tabaré Vazquez, son gemelos.


Donde el contraste entre Perón y Kirchner es, sin embargo, más agudo es en sus bases populares, porque el primero se apoyó en un masivo movimiento obrero regimentado y el segundo en una clase media manejada mediáticamente.


Se logra imaginar, Tumini, a los desocupados del segundo cordón del gran Buenos Aires y a los de Tafi Viejo o Los Ralos enfrentando a Perón? La ‘chusma’ de los años 40 y hasta el ‘aluvión zoológico’ descrito en 1947 por el diputado gorila Sanmartino, se encuentra hoy en las filas del movimiento piquetero. Aunque es cierto que Tumini está empeñado en convertir su esquema en realidad, los esfuerzos de Patria Libre y de D’Elía por convertir a los desocupados en oficialistas han fracasado –digamos que miserablemente.


A la hora de tener que esgrimir un hecho concreto para apoyar a Kirchner, Tumini y los kirchneristas en general señalan la depuración del alto mando militar que dejó Menem, y de la Corte Suprema, no transformaciones de carácter social. En este aspecto los kirchneristas presentan una analogía, no con Perón, sino con la Unión Democrática, que oponía a las reivindicaciones sociales la vigencia del Estado de derecho. De todos modos, Tumini no es tan necio como para desconocer que la depuración militar le ha servido a Kirchner para mandar tropas a Haití y que la que afectó a los jueces de la servilleta servirá para dar status legal definitivo a la pesificación –algo fundamental para la sobrevivencia de Techint, Arcor, Repsol e incluso la ‘patria financiera’.


Kirchner tiene más semejanzas, como se ve, con la Unión Democrática que con Perón. Es que de tanto repetir el macaneo de que Perón ‘representó’ a la burguesía nacional, se olvida frecuentemente que la burguesía de carne y hueso sostuvo, en el 45, no a Perón sino a la Unión Democrática. La UIA, la Sociedad Rural, la Cámara de Comercio, que se reúnen con frecuencia para sacar declaraciones de apoyo a Kirchner, en el 45 se reunían para conspirar contra Perón. En tanto que régimen político, el peronismo representó en aquellos años una suerte de arbitraje entre la burguesía y el imperialismo, de un lado, y la clase obrera, del otro. Cuando Kirchner plantea ‘reconstruir a la burguesía nacional’ (y para ello se apoya en Techint y en un sector del capital norteamericano), se identifica mucho más con la Unión Democrática que con el peronismo.


Lo que Tumini no consigue comprender (y no sólo él) es que la descomposición del capitalismo, de un lado, y las frustraciones de las masas con el nacionalismo burgués, del otro, han estrechado hasta casi cero los márgenes históricos de maniobra del nacionalismo burgués frente a los trabajadores. Por eso Kirchner prefiere ‘hablarle’ a la clase media en lugar de hacerlo a los más explotados, a los que no tiene nada que ofrecer más que el plan del Banco Mundial que plantea la ‘contraprestación laboral’ por ‘salarios’ que van de los 150 a los 300 pesos. Para Tumini, la ‘liberación nacional’, si aún tiene para él algún significado, deben dirigirla los políticos capitalistas y debe tener lugar bajo la tutela del Estado. Por eso entiende como un acto patriótico la aceptación de cargos públicos; ha encontrado la ‘teoría’ que le permite justificar el clientelismo ‘nacional y popular’. Sin embargo, cuando va más lejos que eso y busca el choque con los piqueteros de la clase obrera, se convierte en pichón del fascismo. Mientras Perón imponía la regimentación estatal del movimiento obrero, explotando en esa dirección la oposición entre los obreros y los capitalistas (algo que también procura hacer el venezolano Chávez), Tumini está impulsando la represión de los obreros que luchan, y lo hace para defender al gobierno de los capitalistas.


No solamente Kirchner es la sombra de un pasado de otro tipo; también lo es Tumini.