Las cuevas clandestinas del Estado
El conflicto de Béliz con el espía Jaime Stiusso
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-Exclusivo de internet
“Le dije al Presidente (por Néstor Kirchner) que si pinchaba teléfonos para conseguir información, iba a terminar esclavo de la persona que los pincha, de Stiusso”, declaró Gustavo Beliz en la última sesión del juicio oral que lo absolvió por haber mostrado en un programa de televisión la foto del agente de inteligencia Horacio Antonio Stiusso, (a) “Jaime Stiller”.
-Eso dejalo por mi cuenta, vos no te metás -le contestó Kirchner, siempre según lo dicho bajo juramento por su ex ministro de Justicia, sin que hasta ahora lo haya desmentido alguno de los bocones oficiales del gobierno nacional.
Beliz, militante del Opus Dei -una secta derechista y mafiosa de la Iglesia católica- fue desplazado del gobierno el 24 de julio de 2004 en medio de una crisis con la Policía Federal. Al día siguiente fue al programa “Hora Clave”, de Mariano Grondona, y mostró la foto de Stiusso. Dijo entonces: “Le dicen Jaime y es el encargado, en los hechos, de manejar el poder real en la Secretaría”. Entre otras cosas, lo acusó de “embarrar la cancha en la causa Amia”.
Ahora, frente al Tribunal Oral Federal 3 de la Ciudad de Buenos Aires, ratificó aquello y añadió que Stiusso se dedica, por ejemplo, a “la compra y tortura de testigos, extorsiones y enriquecimiento ilícito”. El gobierno K, agregó, “hace una bandera de los derechos humanos” pero nunca investigó el papel de Stiusso en la Side durante la última dictadura militar.
Stiusso es actualmente director de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia (SI, ex Side), tercero en la jerarquía de la cueva de 25 de Mayo y Rivadavia. Beliz, hoy funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), fue acusado, por mostrar esa foto, de violar la Ley Nacional de Inteligencia, que obliga a preservar la identidad de los espías vernáculos.
Una vieja lacra
Stiusso ingresó en la Side en 1979. De los 32 años que lleva en la Secretaría, 24 los pasó en Contrainteligencia, en la tenebrosa “división 85”. Es ingeniero en electrónica, experto en informática y con fama de habilísimo hacker y pinchador de teléfonos. Cuando mostró aquella foto, Beliz aseguró que Stiusso había organizado, con la protección del gobierno kirchnerista, un “ministerio de seguridad paralelo”, una “policía secreta sin control, una Gestapo”.
Stiusso incrementó su poder en el espionaje durante el gobierno de Carlos Menem, cuando Miguel Angel Toma era director de la Side. Es, desde entonces, un hombre temido, el que sabe todo de todos, a quien se atribuye el tener siempre una cámara oculta para extorsionar a ministros, a políticos opositores y también oficialistas, a periodistas o jueces. Todos tienen el culo sucio y Stiusso se entera. La administración De la Rúa lo designó director de Contrainteligencia y, con el tiempo, se transformó en lo que es hoy: el hombre clave del kirchnerismo en la Side.
En el pasado, vinculado con la Bonaerense, organizó, por ejemplo, la operación Strawberry contra el narcotráfico en sociedad con uno de los comisarios símbolo de la “maldita policía”: Mario Naldi. Aquel “golpe al narcotráfico” se develó luego como lo que era: un fraude completo, un montaje. Kirchner, por supuesto, conocía todos esos antecedentes de Stiusso cuando lo transformó en su espía de confianza.
Cuando ocurrió el atentado a la Amia, Stiusso ya trabajaba tanto para el Mossad como para la CIA, y fue el encargado de “vender” todo el armado que hacía responsable al gobierno iraní por la voladura de la mutual. Según Toma, Stiusso tiene un “prestigio impresionante” en la inteligencia israelí y en la norteamericana.
En definitiva, más allá de la historia maloliente de Beliz y Stiusso, el caso pone otra vez de manifiesto lo que todos sabemos: el Estado mantiene, con dineros públicos, recovecos secretos destinados a espiar a los ciudadanos, a organizar conspiraciones y policías paralelas. No es “un Estado dentro del Estado”, como dijo Beliz, sino el Estado mismo que está legalmente autorizado a sostener aparatos clandestinos que operan en las sombras contra la población. Y el kirchnerismo, como se ve, se sirve de ellos por intermedio de los personajes más oscuros.